Ahora acuden a Empresas Polar

LUIS-ANÍBAL GÓMEZ

Siguiendo un mundo de errores reiterados: Siempre a la caza del Salvador Universal. Nadie es capaz de pensar con cabeza propia, sino buscar refugio en la esperanza ajena o la solución milagrosa de origen desconocido de antemano edulcorada por la inútil espera y los naturales deseos de recuperación.

Se comprende.

Lorenzo también tiene su corazoncito ¿A quién no le gusta ser amado y consentido por los demás, por todos?

Lorenzo o Nicolás

¿No se dan cuenta que la comparación es de zapato con alpargata? Los sueños de futuros venturosos y la realidad de chancleta sucia. La realidad de Venezuela, la chancleta, es otra vaina.

¡No es como el holding de las Empresas Polar! Que, ¡tómenlo con calma! no surgió de la noche a la mañana, ni se desplegaron huérfanas como unidades inflables, sino que costó tanto a la familia emprendedora como igualmente al personal trabajador que durante años batiera el cobre y que sudó mucho y fueron muchas las lágrimas derramadas o tragadas para llegar adonde está.

Piensen, carajos, en lo que cuesta de esfuerzos y dolor, de noches sin dormir sea en sabanas inhóspitas o bajo la lluvia. Piensen en la amargura de ver morir al compañero de trabajo, en la angustia de la yunta que se desbarranca, para luego calcularlos en míseros denarios en los libros de contabilidad.

Salvador hubo uno, y ya ven cómo terminó.

¡Arránquense las musarañas de los ojos y las mentes!; y dejen tranquilo a ese muchacho que hasta ahora lo ha hecho bien, pero quizás no se atreva a dar una lección aún más histórica que la de Vicente Emparan en 1810: Responder con sana hidalguía: «¡Yo tampoco quiero mando!»

¿Hasta cuándo tanto ensayo fallido en preñar pajaritos? Hemos llegado hasta aquí, porque aquí no hay, ni ha habido políticos, gente que tome en serio su trabajo y el trabajo de los demás que sepa que no es solo cuestión de llegar al poder como al final de una regata o una carrera, sino la labor que requiere un Creador capaz de formar el equipo humano que sacaría al país de la indigencia material y moral en que se encuentra.

¡Enderezar la rama torcida es mucho más arduo y complicado que sembrar un arbolito nuevo!

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