El gran viraje de la diplomacia española

El gran viraje de la diplomacia española

 

VÍCTOR SUÁREZ –

La política del gobierno de España en relación a la crisis política y humanitaria en Venezuela, está cambiando aceleradamente. En los primeros 50 días de Pedro Sánchez en el poder, la diplomacia española ha estado girando bastante hacia modalidades contemplativas, a diferencia del estruendo continuado que caracterizó a la de Mariano Rajoy durante sus dos mandatos. El ministro de Exteriores Josep Borrell ha estado rebanando la actitud de España, tanto en el Consejo de Europa como en otros ámbitos multilaterales. Y ese bache lo está aprovechando el gobierno de Maduro para anestesiar el ambiente aún más.

El Psoe, en la oposición, había sido ambiguo en la caracterización del gobierno venezolano en cuanto dictadura declarada, y amparaba, aunque no oficialmente, la participación de Zapatero en la política nacional, y también, con menor impulso y visibilidad, dejaba hacer a Felipe González.

Ahora que se encuentra en el poder, soportado por minorías parlamentarias que incluyen a Podemos (tributario del chavismo), el Psoe se está desmarcando de la beligerancia activa en los foros europeos. Ha bajado tanto el volumen que apenas se escuchan escasos decibelios. Con el ingrediente de que hasta ahora no se ha visto que la oposición venezolana asentada en España haya sentido el bandazo, y reaccionado en consecuencia.

El ministro Borrell no lo creía así, por lo menos hasta hace un par de semanas.

Ha dicho que la política exterior española sobre Venezuela estará marcada por las decisiones conjuntas adoptadas por Europa, pero, ha advertido, que dejará de ser abanderada en la adopción de nuevas sanciones políticas o económicas a personeros del régimen, entre otras iniciativas.

En su primera comparecencia ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados (4 de julio), Borrell ha dictado las que serían las líneas maestras de su gestión al frente de la cancillería española: Dará a la política exterior un “impulso moderado”.

¿Qué de Venezuela?, preguntan. Lo que diga Europa. ¿Qué de Zapatero?, preguntan. “Es personal y se le respeta”.

“El presidente Zapatero –declaró ante la Comisión de Exteriores- ha hecho un ejercicio de buena voluntad. Ya se sabe que cuando uno es mediador le vuelan los chuzos de todos los lados, y que cuando uno se pone en el medio acaba recibiendo alguna bofetada perdida. Zapatero ha conseguido la liberación de varios, muchos, presos políticos, su tarea es algo que corresponde a su iniciativa personal, que el gobierno respeta y reconoce los resultados que ha obtenido. Otro ex presidente del gobierno español, el señor Felipe González, también ha participado en mediaciones en Venezuela, aunque es obvio que desde una perspectiva diferente. Y en la medida que tanto la una como la otra puedan contribuir a la liberación de presos y a relajar circunstancias que propicien un mejor diálogo, nos parecerá muy bien, pero la posición del gobierno español no es la de sus antiguos presidentes”.

Borrell toma distancia de ambos expresidentes, pero en la práctica privilegia a uno y desdeña al otro.

¿Cuál es la política entonces?, preguntan.

-Es la de este gobierno español, la de su actual presidente y de su actual ministro. Volveremos a tratar de Venezuela. Es un espacio muy importante en nuestra agenda.

¿Cuál es esa política entonces?, insisten.

Borrell recordó que en el primer Consejo de Ministros de Exteriores europeos en el que ha tenido oportunidad de participar, se aprobaron nuevas sanciones contra un grupo de funcionarios del gobierno venezolanos, las cuales fueron el resultado de iniciativas de las que participó España y que España apoyó. Y que el día anterior a su comparecencia había brindado apoyo a un documento del Grupo de Lima sobre Venezuela, en concordancia con resoluciones europeas derivadas de informes de Naciones Unidades.

Al ministro le reprocharon que el Psoe se había abstenido en la votación de una resolución sobre sanciones. Al inicio lo negó, pero luego (después que le pasaron un papelito con la información correcta) lo admitió. Sin embargo, advirtió que la posición del Psoe es la del Psoe y que la política del gobierno es la del gobierno.

¿BANDERAS ARRIADAS?

Doce días después de su visita al Congreso, el lunes 16, durante la reunión ministerial de la Unión Europea con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), Borrell dio un salto, perceptible desde muy lejos aunque para su criterio se tratase de apenas una modulación prudente.

El viraje: “España no va a abanderar la línea dura de las sanciones cada vez que haya un problema en Latinoamérica” (es decir, en Venezuela).

En encuentro con la prensa al término de la reunión en Bruselas explicó: “No querríamos repetir lo que pasó con Cuba, que abanderamos la línea dura y cuando llegó el deshielo lo lideró el entonces presidente francés, François Hollande“, aseguró. Se refería al papel protagonista del exjefe de Estado galo en el rediseño de la nueva relación entre Europa y Cuba una vez derogada la “posición común” que impulsó España en 1996.

Ese mismo lunes 16 el canciller venezolano Jorge Arreaza comenzó a cacarear desde bastante temprano. Se había reunido con Borrell en el marco de la sesión UE-Celac. Borrell le dijo lo suyo (“Nuestra política es de exigencia y diálogo”). Según reportes de prensa el ministro español le manifestó al venezolano la voluntad de Madrid de “contribuir activamente a que se generen las condiciones para una salida democrática, pacífica y negociada. Pero el mensaje de Arreaza ha sido de victoria: “Diplomacia Bolivariana de Paz”. Calificó la reunión de “cordial y productiva” y dijo que ambos gobiernos apuestan “por el diálogo con respeto mutuo y la cooperación integral”.

¿OPOSICIÓN TORPE?

Las representaciones de decenas de organizaciones políticas venezolanas de oposición al régimen de Maduro, existentes en España, antiguamente enlazadas en la MUD y ahora actuantes en tríos, parejas o individualmente, aparentemente se han mantenido al margen ante la variación del cuadro político español desde hace un par de meses. Pedro Sánchez es nuevo jefe de gobierno. ¿Le han saludado, le han pedido cita, le han deseado éxito en su nueva tarea? Mariano Rajoy dejó de ser jefe de gobierno. Con justicia, seguramente le han saludado, le han dado las gracias por su actitud persistente y solidaria con la desgracia venezolana y hasta le habrían preguntado si se siente a gusto en su antiguo cargo como registrador de la propiedad.

Gana López Obrador en México, se desmarca Lenín Moreno del chavismo supletorio de Rafael Correa en Ecuador, asciende temporalmente al poder el Psoe en España, y los “diplomáticos” de la oposición no reaccionan, ni en parejas, ni en tríos ni individualmente.

El gran viraje de la diplomacia española
Acto en el Parque El Retiro, Madrid. Pablo Casado, aspirante a la presidencia del Partido Popular, con representantes de la oposición venezolana.

Al contrario. Por ejemplo, en España. En lugar de buscar nuevos vínculos, rehacer puentes, exigir continuidad en las políticas de Estado, explicar con mayor ahínco la gravedad de la crisis, la oposición venezolana se alinea exclusivamente con los perdedores. Y en el rango de los perdedores, se alinea con una fracción de ellos. En el Partido Popular español, ahora en la oposición, se cuece un cisma generacional. A raíz del retiro de Rajoy, el PP no tiene líder. Busca uno. Se pelea entre tres solipsismos que ahora son dos que aspiran a la presidencia del partido. Hizo primarias internas por primera vez y descubrió que apenas siete por ciento de su caudal como partido acude a refrendar a sus nuevos dirigentes, que además deberán ser definidos este fin de semana por un sanedrín mucho más reducido todavía.

En esa lucha interna, exaspera ver a calificados voceros de la oposición venezolana en España auspiciando a uno de los contendientes. Aúpan a Pablo Casado. ¿Y si gana Soraya?

Víctor Suárez, periodista venezolano. Escribe desde Madrid, España.

 

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