Golcar Rojas – La ironía que todo lo cuenta

Golcar Rojas – La ironía que todo lo cuenta

 

JOSÉ PULIDO –

En Venezuela los días parecen recipientes de calamidades. Se vacían y vuelven. Una avalancha de calamidades. Basta con hacer lista de unas pocas: la delincuencia como una peste imbatible y perenne; los servicios públicos y privados colapsando, las fuentes de trabajo desapareciendo, y a todo esto debe unirse la imposibilidad de movilizarse, la catástrofe generalizada, la desgracia como institución. Y de paso: el mundo peleándose los restos del país, como quien despieza un pollo.

Y sin embargo, en un país sin agua, sin electricidad, sin salud, sin seguridad y aparentemente sin un futuro apacible, la gente no enloqueció masivamente porque comenzó a decir las cosas, a contar lo que ocurría, a drenar y descargar. Twitter, Instagram y Facebook se convirtieron en plazas públicas donde poco a poco fue llegando gente de todas las clases sociales a soltar su rollo, sus rabias, sus alegrías, sus bajezas y sus cosas sublimes; su dolor y su cursilería.

En esos espacios amados y odiados muchos muestran sus saberes y sus quehaceres. Otros cuentan sus soledades y reflejan lo vulnerables y desvalidos que son. Todo eso es normal porque la gente vive de acuerdo a sus capacidades y recursos. Pero el fenómeno estriba en que por primera vez surgen unas plazas públicas donde todos hablan. Todos se aman o se desprecian.

Y algunos de esos conversadores han resultados tan auténticos que inspiran admiración y de paso promueven la risa como una especie de recurso para la sobrevivencia. Porque autenticidad y sinceridad andan juntos. Y la sinceridad genera nerviosismos y te coloca en tres y dos: o sueltas la carcajada o te largas a llorar. La risa y el llanto son, en definitiva, los únicos remedios gratis.

La gente habló, vociferó, deliró, hizo chistes, y eso impidió que el venezolano abandonara una de sus características caribeñas: reírse de todo, burlarse de sus propias tristezas.

Golcar Rojas lo hizo. Golcar Rojas soltó su lengua y llenó los días con sus ocurrencias. Y su humor corrosivo y burlón no solo destacó en las redes sociales: también dejó sentado que ese humor suyo interpreta el sentir de una mayoría y se abre paso fácilmente en los intrincados laberintos de las redes sociales porque Golcar es completamente sincero y auténtico.

Los comentarios humorísticos, irónicos, deslenguados que hacía y hace Golcar Rojas en Facebook, se fueron imponiendo como un estilo de esa minoría que él representa con orgullo y que le ha otorgado la satisfacción de ver aumentar sus lectores. De ese proceso han surgido ya varios libros y los vende como pan caliente en el mercado librero digital. Eso no le da mucho dinero, pero satisfacciones sí. Y el pequeño negocio de bañar y embellecer perros madrileños sirve para que él y Cristian se mantengan con vida en su nueva existencia.

Golcar ha vivido el país hasta sentir la muerte. Lo ha disfrutado y lo ha sufrido. Conoce su terruño como todo buen venezolano y nadie podría engañarlo con simulaciones y carantoñas. Golcar es un tipo duro, aunque resulte muy gracioso, inclusive: extremadamente gracioso. Es un narrador de lo que ven sus ojos, de sus sentidos y de su existencia. No se queda callado. Nunca lo hará. Es uno de los grandes juglares de la plaza pública virtual.

AQUÍ VIENE LA ENTREVISTA

Golcar Rojas – La ironía que todo lo cuenta-¿Desde cuándo escribes?

-Con cierta disciplina, desde hace unos diez años retomé la escritura. Cuando estudiaba en la universidad, en los 80 del siglo pasado, escribí bastante. Tenía unos cuantos relatos de esos pretenciosos que uno escribe cuando está estudiando y empezando a escribir y quiere ser como Cortázar, como Hemingway, como Sábato, como Rulfo. Un día, decidí que no valía para escribir. Eché al cesto todos los cuentos que tenía. Y me propuse no escribir más que por razones de trabajo. Sólo periodismo. Pero el gusano seguía allí. Pasaron unos veinte años. Me había alejado también del periodismo y me había dedicado a las mascotas, cuando empecé un blog. Así, retomé la escritura. Es una necesidad que no podía seguir escondiendo.

-¿Dónde vives?

– En Tres Cantos, una ciudad satélite de Madrid. Es la comunidad de Madrid, pero queda a unos treinta minutos en tren del punto cero.

-¿Por qué eres tan gracioso y humorista? ¿de dónde te viene? ¿es un maracuchismo?

-Es innato. Soy payaso de nacimiento. Creo que lo ácido viene de mi padre, que tenía un humor cáustico. De Maracaibo vienen algunas expresiones. Viviendo en Maracaibo descubrí que en maracucho es más fácil escribir humor y la mezcla con mi gocho de nacimiento creo que le da más gracia. El humor al escribir se me da naturalmente, no me lo propongo. A veces pienso en escribir algo y sale en tono humorístico. Hay algunas cosas que sólo puedo contarlas en clave de humor.

(La primera vez que leí a Golcar me llamó la atención porque aparecía en una foto con unas medias atiborradas de colores, como si fueran la bandera de su existencia. Creo que en realidad estaba diciendo “yo no soy un tipo de medias tintas”)

-¿Qué añoras de Venezuela, de tu pasado?

-Soy de añorar poco. A veces, en las noches, me asomo a ver el cielo y extraño las noches estrelladas de Mérida, de Maracaibo o de Isla de Coche. Las mariposas y los colibríes, también los echo de menos.

-¿Qué es el lago de Maracaibo para ti? 

-El lago es el Zulia. Es un deseo no realizado. Es la prueba física de lo grande e imponente que podría ser Venezuela. Cuando llegué a Maracaibo, al Zulia, pude ver el lago en toda su extensión desde tierra, desde el mar y navegándolo. Le dije a Lolita Aníyar un día, este lago tendría que estar sano, uno debería poder disfrutarlo. Trabajar de 7 a 11 am y luego de 5 a 8 pm y en el intermedio uno poder ir a tumbarse a la orilla del lago y bañarse para mitigar el calor. «Tú cómo que piensas que esto es Holanda», me respondió. El lago para mí es eso. Una Holanda que no fue.

-¿Cómo defines esta época?

-Indefinible. Contradictoria. Globalmente enloquecida.

-¿Cuál es tu gran pasión?

-Te podría mentir y decirte que la lectura y los libros. Quedaría pomposo, ¿no? Intelectual. Pero no. Me encanta leer, pero no es una pasión. Para mí, pasión es que no puedo vivir sin eso. No puedo vivir sin sexo y sin escribir.

-¿Estás furioso, molesto, indignado, arrecho?

-Normalmente paso en un mismo día por la furia, la molestia, la indignación y la arrechera. Pero también por la ternura, por la alegría, por la tristeza. Sin mentirte, paso por casi todas esas emociones a diario. Soy de sangre caliente.

-¿Qué le ha aportado tu profesión a tu escritura?

-Yo creo que el poder de síntesis, aunque en esta entrevista puede quedar en duda. El periodismo obliga a sintetizar e ir al grano.

Golcar Rojas – La ironía que todo lo cuenta-¿Qué le ha aportado la escritura a tu sobrevivencia de hoy?

-Todo. Sin la escritura no habría sobrevivido al no-país. Creo que por eso retomé la escritura, porque era la única manera de sobrevivir allá, de no sucumbir. Acá es lo mismo, porque uno cambia de lugares y de angustias, pero siempre vive en un agobio.

-¿Pensaste alguna vez que el país llegaría a estar como está?

-Sí. Siempre asumí que ese era el proyecto. Que a esto nos querían traer. Desde el 2000 empecé a decir que de allá había que salir porque eso iría a peor. Se lo decía a mis sobrinos. Tardé hasta 2018 en irme. También creo que uno no se va ni antes ni después de lo que debe.

(Se nota que ha tratado de disfrutar la vida y lo hace hasta cuando trabaja. Pero le fueron cayendo los problemas encima como un aguacero hasta que tuvo que irse del país. En uno de sus textos escribió: “Mi cuerpo es como Venezuela. Siempre tiene un dolor. Un sufrimiento. Los dolores se superponen unos a otros…”)

-¿En qué lugares de tu caminar cotidiano sientes la falta de los amigos?

-Me van a odiar. En ninguno. Tengo la fortuna de hacer amigos donde llego. He cambiado de ciudades muchas veces y en todas he ido aumentando la lista de amigos.

-¿El perro es tu mejor amigo? ¿cuál es la gran virtud del perro?

-Con el perro he tenido una extraña relación en mi vida. Los odiaba. Me habían mordido muchos desde bebé. Pero la vida siempre me hace bajar la cabeza. Un día me encontré viviendo de los perros y amándonos. La gran virtud del perro es la falta de rencor. Olvidan las maldades que les hacemos en segundos, olvidan sus rabietas también en instantes. Al ratito están dándonos todo su amor como si nada.

-¿Sufres la distancia, la separación de parte de la familia?

-«Sufrir» es una palabra muy dramática. Sufro insoportables dolores de pies. De la familia no me siento separado, no distante. Siempre estamos en contacto. A veces uno quisiera un abrazo, pero no es que sufro por eso.

Golcar Rojas – La ironía que lo cuenta todo(También agarré y copié esto que escribió en la misma página:

“Vivimos en un mientras tanto, en un esto se acaba pronto. La muerte en algún momento se lleva todo por delante. Siempre lo ha hecho. Y nadie sabe qué nos espera después de la muerte; si lo saben, es porque nunca han muerto”)

-He admirado la alta calidad expresiva de tu escritura, ¿De dónde sale esa facilidad para la narrativa y otros temas? ¿lo sacas de tu infancia o de tu adolescencia?

-Creo que sale de las tripas. Yo digo que en realidad yo no escribo, vomito historias. Para mí no existe el miedo a la página en blanco. Tal vez es porque no vivo de escribir. Más bien me falta tiempo para contar. Es que no sé si soy escritor, pero cuentero sí te lo prometo que soy. Yo de todo hago una crónica, un relato. Mi mente vive en función de contar. Vivo las cosas e inmediatamente pienso en cómo narrarlas en un texto. Por eso, parece que tuviera como una especie de reality show en las redes. ¿No te has fijado que yo todo lo cuento? Bueno, casi todo.

-¿Cuántas libros sin publicar tienes ahora? ¿cuántos has publicado?

-Tengo libros sin escribir, varios. Historias que quiero contar y no he tenido tiempo de hacerlo. Pero, como soy apurado y ansioso, no guardo nada. Todo lo echo para afuera. Los libros son ocho: dos novelas, uno de relatos, uno de obituarios a los chamos asesinados en 2017, una obra de teatro escrita a partir de las minicrónicas de la Tía Amapola, otro de minicrónicas de los Textículos del revolucionario, otro de crónicas y crónicas poéticas y el último es de crónicas escritas en los últimos meses en Venezuela. El último año que estuve allá fue bastante intenso.

-¿Cómo es tu proceso creador? ¿cómo logras ese nivel expresivo?

-Mi proceso es sentarme y escribir. Claro, hay narraciones que voy masticando por un tiempo, pero una vez que empiezo a escribirlas, es sólo eso, vomitar. Soy flojo, así que trato de que me salga a la primera porque corregir me fastidia. Creo que eso se nota. Pero qué le voy a hacer. Una vez que escribo, me aburre revisar. Por ejemplo —yo hablo mucho, así que me atajas cuando quieras—, Te voy a llevar al cielo salió un día que leí una novela negra y me dije «esta vaina la hago yo». Sólo tenía claro que quería una historia en la que se encontrara el cadáver de una mujer bella, vestida de novia, en una habitación de un hotel. Así empecé y el texto salió sólo. Los personajes fueron entrando por su propia cuenta. Cuando acordé, resultó que el no-país apareció sin yo proponérmelo. Al final, el cambio más importante que le hice fue pasar el tercer capítulo para el comienzo. Del resto está más o menos como salió de la cabeza.

Golcar Rojas – La ironía que todo lo cuenta-¿De qué vives?

-Ahora, realmente, vivo mantenido por los amigos. Viví durante años de mi tienda de mascotas en Maracaibo. Ella nos permitió ahorrar en dólares. Con esos ahorros nos vinimos a España y cuando montamos Tu MasKota Chula, el día de la inauguración se terminaron los ahorros. Ahora, vivimos de la buena voluntad de los amigos y familiares y de prestado. Le debemos a cada santo una vela.

-¿Puedes hablar un poco de tu vida? ¿de tu lugar de nacimiento y estudios?

-Nací en La Parroquia, en Mérida. Soy el menor de 13 hermanos. Me crie en La Parroquia. Toda la primaria la hice en el grupo escolar Estado Lara y el bachillerato en el liceo Caracciolo Parra y Olmedo. Viví un año en Estados Unidos y regresé a estudiar Comunicación Social en la ULA, núcleo Táchira. Trabajé en la oficina de prensa de la ULA Mérida, luego en la Fiscalía cuando el fiscal era Escovar Salom y de allí pasé a la comisión de salud del Senado, con Lolita Aniyar, y luego a la secretaría de cultura de la gobernación del Zulia y la oficina de prensa. Hice producción y prensa para Danza Contemporánea de Maracaibo y prensa para la orquesta sinfónica juvenil de Maracaibo. Hice producción de la campaña de Agenda Venezuela. Al final, decepcionado del periodismo, de la escritura y de la gente, al conocer a Cristian, que es veterinario, nos dedicamos a las mascotas con la tienda Tu MasKota en Maracaibo. Tenemos una relación de 26 años, que equivalen a 52 porque llevamos 20 años viviendo y trabajando juntos. Ahora, empezamos la aventura Madrid.

-¿Cuáles palabras se te quedaron grabadas de la infancia, cuáles se te quedaron grabadas de la época estudiantil?

-De la infancia, de Mérida, me gusta «Chicuca», «Güino», «Camándula», «Surupa» y, por supuesto, el VayaPalaMierda de mi madre.

José Pulido, poeta y periodista venezolano. Reside en Génova, ciudad de Italia.

 

1 Comentario

  1. Gracias, actualy.es, gracias Victor Suárez y por supuesto, gracias José. La vida nos hace afortunados a poner en nuestro camino a gente que admiramos de antes, como Suárez y Pulido.

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