Los venezolanos del desmadre

Los venezolanos del desmadre

 

ABEL IBARRA –

Un pajúo no es el onanista que se dedica a la complacencia sexual solitaria. Pajúo, soplón, sapo, acuseta, son el mismo adjetivo del carajito que me delató cuando lancé una bola de papel contra el pizarrón, ese taquito que saltó como “raudas moscas divertidas, perseguidas, perseguidas, por amor de lo que vuela”, que cantó nuestro poeta andaluz Antonio Machado. «Fue Ibarra, profesora», dijo el pajúo en cuestión, e Isora Rojas, concentrada en que “la suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa”, me alcahueteó porque sabía que yo estaba complicado con ella por esa trigonometría emocional que tienen los amores solitarios.

Y es que se ha puesto de moda denostar de los venezolanos. Dos muchachas compraron bienes perecederos con unas tarjetas de crédito que se encontraron en el suelo de un botiquín pudiente de Brickell. Los paladines de las redes sociales y El Nuevo Herald convirtieron aquello en el espectáculo del momento, alimentando el escándalo; ergo, haciendo periodismo actual. En Panamá, una pareja pone la torta en algo y continúa la misma cayapa de compatriotas que golpean a mansalva a sus congéneres para ganarse un puesto en el cielo de la civilidad. Y, como corolario del desmadre, el mismo diario publica en primera página: “En Venezuela eran maestras y doctoras. Para comprar comida se convirtieron en prostitutas”. Firma, Jim Wyss.

Mira Jim Wyss, por qué no te dedicas a elaborar la lista de venezolanos que han afirmado nuestro gentilicio a punta de esfuerzo y talento, en vez de resaltar los pelones de los menos. Te tengo una provisional con nombre y apellido. Rafael Reif, presidente del MIT. Ricardo Haussman, profesor de asuntos públicos en la Universidad de Harvard. Su esposa Ana Julia Jatar, de menesteres parecidos. Gerver Torres, economista y soñador que asesora la Gallup Organization. Moisés Naim, personaje sin necesidad de presentación. Marina LaGrave, Directora de CLASE —Centro Latinoamericano para las Artes, Ciencia y Educación. Cora Bracho-Troconis, experta en Tecnología de Petróleo y Gas. Gustavo Tarre, abogado constitucionalista, ex diputado, y, pana mío, que sobrevive en Washington DC. Rubén Quintero, médico eminente de la Universidad de Miami. Amalia Bracho-Bosch, analista financiera. Gustavo Coronel, experto petrolero. María Adela Lorenzo, chef y chef. Adela Africano, analista financiera y factótum amoroso de su entorno familiar. Anabelle Pinto, experta en asuntos cibernéticos. Carmen González Sanfeliú, piache de órbitas satelitales. Ilan Chester, Vinicio Ludovic, Eduardo Marturet, Mariela Romero, Alejandro Campos, Marta Pabón, gente de música y teatro de alta alcurnia vital, sensible y productiva. La lista es larga y te la redondeo con esta perla: “El médico venezolano William Bracamonte fue premiado por la American Autoimmune Related Disease Association (Aarda), por su trascendental descubrimiento sobre células linfoides innatas, que podrían darle un fin a las pastillas para el corazón y a los inmunosupresores”.

Y continúo con los que viven peleando por la democracia en nuestro país: Alexis Ortiz, ex alcalde, ex diputado, ex cualquier cosa que implique ser decente, que vive con la chequera rota. Horacio Medina, experto petrolero de cuatro pares de timbales. José Antonio Colina, militar patriota que no ceja en su pelea por la democracia. Mariano Navarro, ex gobernador, ex senador y asesor de instituciones americanas. José Hernández, Jefe de Redacción del diario “El Venezolano”. Thaelman Urgelles, cineasta de fuste y empeño, junto a su mujer Malena, ídem de oficio. Mi cuñado Ernesto Ruiz, ingeniero ferroviario que hace las veces de vendedor de seguros. Mi hermana Ilse que acompaña al ingeniero ferroviario para que haga lo mismo con los trenes de la economía cotidiana. Sonia Govea, quien le apostó todo a su hija y terminaron ganando las dos. Gonzalo González, publicista de oficio y ganador total. Ronald García, post-productor de video y chef. Pedro Mena. Ah, y yo, que me puse a estudiar después de viejo para volver a ser profesor universitario, haciendo postgrados “por haber mantenencia” de acuerdo al Arcipreste de Hita.

Hay un pasaje del Evangelio según San Mateo que me permite reivindicar a las doctoras y maestras a las que les tocó la mala hora denunciada por Wyss. Para ellas unas palabras de Jesús: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino de Dios”. Otro evangelio, pero, más mundano, también las reivindica. En un documental sobre la vida de Jorge Amado, ese poeta prostibulario de meu Brasil brasileiro, lo interpelan acerca de su afición por las meretrices, habida cuenta de que sus novelas están santificadas con mujeres de libre albedrío extremo, como “Doña Flor y sus dos maridos”, “Tereza Batista cansada de guerra”, “Gabriela clavo y canela” y dele palante con aventuras sexóginas sin fin. Pues, Don Jorge, ese pontífice de la transgresión, respondió desde su púlpito mundano y cielificador: “Sim, sinto-me muito honrado em ser o defensor das putas”. Amén, y que Dios proteja a esas señoras del desamparo.

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Abel Ibarra, escritor venezolano. Escribe desde Miami, EEUU.

 

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