Óscar Pérez: los rostros de la vida y de la muerte

Óscar Pérez: los rostros de la vida y de la muerte

 

ROBERTO GIUSTI –

El 28 de noviembre de 1992 Freddy Bernal, jefe del Grupo Ceta (un comando élite) de la Policía Metropolitana, intentó bombardear el Palacio de Miraflores a bordo de un helicóptero que fue repelido por las tropas leales al gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez.

Se trataba de un desesperado intento por reactivar el ya derrotado golpe del día anterior, encabezado por oficiales de la Marina, y aunque el helicóptero logró acercarse al Palacio de Miraflores y disparar unas cuantas ráfagas, el episodio fracasó, Bernal fue detenido y se le respetó la vida, aun cuando había atentado contra la del presidente. La intentona dejó centenares de muertos, miles de heridos y por lo menos 500 militares apresados.

EL POLICÍA REBELDE

Veinticinco años después, el ataque del helicóptero del CICPC, piloteado por el Inspector Óscar Pérez, a las sedes del Tribunal Supremo de Justicia y del Ministerio de Relaciones Interiores, le anunciaría al mundo que el gobierno chavista contaba ahora con un enemigo alzado en armas. Armas, sin embargo, que no dejaron un solo muerto o herido en la espectacular aparición del aparato, vomitando fuego (balas de salva y granadas de fogueo) y observada, con la boca abierta, por uno 80 periodistas, quienes celebraban su día (27 de junio del 2017) en la terraza del despacho de Relaciones Interiores.

Formado en la escuela de lo que alguna vez se denominó PTJ (Policía Técnica Judicial) y pasó a ser, con el chavismo CICPC (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas), quizás el organismo público más refractario al adoctrinamiento chavista, Oscar Pérez destacó desde el principio como un policía integral, deseoso de ir más allá de la instrucción ordinaria y pasó a formar parte de la Brigada de Acciones Especiales BAE. Pero como también se sentía llamado por la tarea social, creó una fundación dedicada a repartir alimentos y medicinas entre los niños afectados por el cáncer.

EL «MUCHACHO» DE LA PELÍCULA

Experto tirador, buzo de combate y paracaidista, con un físico bien cultivado y resaltantes ojos azules, Oscar personificaba la imagen estereotipada del “muchacho” de la película. Como se distinguía por su espíritu voluntarioso, quiso hacer realidad lo que era una mera apariencia y en el año 2016 se convirtió en protagonista de “Muerte Suspendida”, un largometraje en el cual pretendía reproducir las bondades del CICPC como un organismo que, al margen de la leyenda negra que acompaña a la policía venezolana, trabajaba por la seguridad de los ciudadanos y combatía el crimen organizado en sus más variadas manifestaciones.

Ajustada su actitud a los moldes de la ética policial y por lo tanto en permanente y afanosa búsqueda del mal, resultaría inevitable el choque con un gobierno que representaba todo lo contrario de lo que él predicaba. Y así, dejando a un lado el mundo del espectáculo, el joven inspector decide pasar de la actuación a la acción, desafiando al poder del gobierno chavista con un golpe de audacia que, a pesar de su espectacularidad, resultaría incruento.

UN CABALLERO ALZADO

El problema de Óscar es que era un caballero, alguien que ajustaba su proceder a un código de honor (militar, policial) que, en el caso venezolano, ha sido pisoteado hasta el hartazgo. Atacar al enemigo con balas de salva el mismo día en que anuncias la intención de desalojarlo del poder por la vía armada, denota una actitud caballerosa, con reglas a respetar y propias de un juego limpio y ese no es el caso venezolano.

Conmueve casi hasta las lágrimas el tratamiento que Óscar y sus compañeros le dieron a la tropa y oficialidad del comando de la Guardia Nacional en San Pedro de los Altos, donde, sin disparar un tiro, se apoderaron del parque allí depositado. Nada que ver con el trato abusivo del oficial hacia la soldadesca ni con el leguaje cuartelario y agresivo a la hora de venderles un discurso asentado en las nociones de unas fuerzas armadas democráticas y liberadas de la corrupción y el narcotráfico.

Así las cosas, desde el gobierno ignoraron el desconcertarte caso de un grupo de jóvenes, civiles, ex militares y expolicías, alzados en armas pero alejados de la violencia, a los cuales, sin miedo al ridículo, Nicolás Maduro acusaba de terroristas, criminales y asesinos.

EL ROSTRO DE LA MUERTE

Se produjo la filtración, localizaron sus coordenadas y procedieron, en principio, a la conversación para negociar la entrega. Hombre de medios, Óscar hizo con su teléfono móvil un seguimiento magistral de lo que vendría después.

Primero, el anuncio del cerco por parte de la Policía. A continuación, el diálogo con el mayor de la Policía que hacía las veces de negociador, acordando la rendición, en un contacto distendido que prometía una solución pacífica. Luego el reflejo, en el rostro de Óscar, ahora tenso, del cambio de actitud que, siente, ocurre afuera, al insistir en la entrega y advirtiendo que hay civiles y niños en la casa. Poco después la mirada ya no es de preocupación sino de desaliento: “Nos atacan con todo, no disparamos, que el pueblo salga a la calle”. Y finalmente el rostro ensangrentado, en medio del estruendo de las explosiones, los disparos y la mueca de quien siente muy cerca la muerte.

Era evidente que a lo largo de las seis horas que duró el episodio se confrontaron las diversas corrientes que pugnan por imponerse dentro del chavismo civil y militar. Vencieron los duros, los inflexibles, los violentos, los asesinos despreocupados, aquellos que estarán felices cuando el país se quede por fuera del mundo exterior, aislado por un gigante rastro de sangre.

Y ellos dirán: “Poco importa que el celular de Óscar nos haya mostrado con escalofriante realismo. No importa que los cadáveres le griten al mundo nuestra vileza. No importa, tampoco, que el enemigo liquidado y rematado sin piedad, con estremecedora frialdad, no se haya defendido. Al contrario, está bien que lo sepan. Somos unos bárbaros sin escrúpulos y solo alguien peor que nosotros nos sacará del poder. Nuestro diálogo es a balazos. La confrontación que mejor nos va es la armada. Es nuestro elemento”.

Dicho y hecho. Bernal está vivo gracias a la democracia. Óscar no lo está a causa de la dictadura.

Roberto Giusti, periodista venezolano. Escribe desde Oklahoma (EEUU).

5 Comentarios

  1. Los policías que ellos mataron no existen para ti. Que artículo tan malo, típico de un fascista palangrista tarifado.

  2. Excelente artículo del talentoso e inteligente periodista venezolano Roberto Giusti, quien desde el duro ostracismo y con brillante cálamo, plasma en contexto histórico, la verdad verdadera sobre la horrenda masacre del Junquito, perpetrada por el narcorégimen de cubanos y venezolanos, militares y civiles, que desgobierna en Venezuela…

  3. Creo que Domingo se excede en su comentario, por demas irrespetuoso. NO es que Justi olvide a nadie. Se trata de que quien dio su cara, su nombre, su esfuerzo etc, fue EL, es decir, la cabeza del movimiento. Siempre es asi. Bolivar, por ejemplo es quien es nombrado en su gesta libertadora, eso NO significa que todos y cada uno de los miembros de sus ejercitos, no fueran factor importantisimo. Siempre hay un CABEZA dirigente. Chavez no DELINQUIO solo contra el gobierno constituido de Perez, no, habian ademas de el, los 40 alibabeños ladrones que le acompañaban, que solo si es necesario se nombran. MUY lejos esta Justi de querer ignorar a esos muchachos valientes que se inmolaron junto a Oscar, y te aseguro que ellos no estaban buscando PUBLICIDAD. Honestamente, Domingo, si en este momento, personalmente, yo te pidiera los nombre de esos valientes…TU PODRIAS NOMBRARLOS? Dije HONESTAMENTE. Verdad que no?

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