ATANASIO ALEGRE –
A finales de agosto de este 2018, el hilo que tensaba el arco de la existencia de Sir James Mirrlees aflojó, perdiendo de esta manera Inglaterra uno de sus más singulares profesores en el campo de esta disciplina humana de la economía. ¿Humana la economía? Si lo es o no, Mirrlees contribuyó a mejorarla por ese procedimiento que fue para él una norma de vida, la de hacer mejor lo bueno. Y esta diferencia entre lo bueno y lo mejor fue algo que comenzó a observar, siendo un niño, un día en el que fue testigo de cómo en su familia se hacía una transacción comercial con la venta de una casa. Quien vende suele saber mucho más sobre el bien que pretende enajenar que quien lo compra y esta observación elevada, con el tiempo, a eso que se conoce como una situación de discernimiento, llevó a Mirrlees a formular el principio de la asimetría de la información. Esta disparidad entre el que vende y el que compra, entre quien tiene que pagar impuestos al Estado y el uso que de ellos haga esa entidad pública contribuye, al mismo tiempo, al bienestar o a la inconformidad entre quien paga y cobra, causa y origen de problemas sociales mayores.
Pero no adelantemos acontecimientos.
Completados los estudios de matemáticas en Cambridge, que derivarían luego a los de economía, James Mirrlees llegó a ser un experto en otra actividad que le supuso increíbles beneficios. Cuando en una reunión de amigos, inicialmente, y luego ante grandes masas de público, levantaba las tapas de un piano y colocaba sus dedos en el teclado, se producía el más respetuoso silencio sobre quienes estaban en la sala, silencio que terminaría coronado por los aplausos al final del concierto con el que este joven les había sorprendido. A finales de la década de los sesenta coincidiendo con los disturbios estudiantiles del 68, al profesor James Mirrlees le fue otorgado el premio Nobel de economía. Y la razón residía en aquella inicial observación sobre la primera transacción comercial que había presenciado en su vida elevada a la categoría de lo que viene a ser una situación de discernimiento. El discernimiento, mutatis mutandis, que otro joven inglés, en otro siglo, había elevado a la ley de la gravedad observando cómo caía una piedra mientras el humo de la hoguera de unos labriegos ascendía.
En 1971, como profesor invitado en el MIT, publicó Mirrlees uno de los libros sobre planificación para los países en desarrollo que se ha convertido en algo así como la biblia de los países subdesarrollados en los cuales los más avanzados tratan de hacer inversiones. Ese texto fue escrito para minimizar de la mejor manera posible los trastornos de la ley de la asimetría de la información en beneficio de unos y sin perjuicio de los otros.
Sostengo desde hace años la tesis de que ha comenzando a descolgarse por los balcones del oriente un nuevo Renacimiento. Habla en favor de ello el predominio del algoritmo en lugar de recurrir al ensayo y al error y si a ello se suma el auge de la inteligencia artificial, asunto que todavía queda fuera de cálculo por lo que el predominio de la misma puede llegar a ejercer dentro tres o cuatro décadas, sobran razones para esa tesis renacentista de los tiempos que vienen.
En eso seguimos, si se atiende a la obra que acaba de publicar y que millones de gente está leyendo en estos días en todos los idiomas cultos –según estadísticas de ventas- el Homo deus de Yuval Noah Harari. Noah Harari supone, como ya San Agustín había expresado, que en el interior del hombre habita la verdad. De modo que hay que trasladar la preocupación por el saber al conocimiento del hombre interior, o sea aumentar la proporción de humanismo en relación con info y la biotecnología.
Y pienso, de paso una vez más por esta ciudad de Paris, resumen de tantas excelencias y de cualquiera de los placeres estéticos o no, que a la hora en que se escribe esta nota, en algún lugar de esa Instituciones destinadas a la preparación para las carreras universitarias – la famosa “Prepa” francesa- para los mejores estudiantes de la promoción del bachillerato francés de este año, un profesor, tal como lo hizo en su momento en el Trinity College Sir James Mirrlees, le hablará del esfuerzo y del honor, al mismo tiempo, que supone contribuir a mantener viva la antorcha de la ciencia o del pensamiento humanístico en esta Francia de tan ilustres pensadores como René Descartes o científicos como Pierre de Fermat, por citar dos de esos representantes, como sombras de un pasado glorioso-.
Atanasio Alegre, narrador y académico hispano-venezolano. Escribe desde Le Havre, Francia.