AXEL CAPRILES – 

Nada más insidioso que sacarle punta al disparate y burlarse del fracaso. Y, es verdad, que la delegación de estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello obtuvo el premio como Mejor Delegación del Modelo de Naciones Unidas de la Universidad de Harvard (Hnmun) y que los estudiantes de la Universidad Simón Bolívar obtuvieron el premio como Mejor Delegación Sobresaliente.

Pero no es por azar que las imágenes burlescas de Adrián Solano en el Mundial de Esquí Nórdico, en Lahti, Finlandia, hayan sido las que acapararon la atención del mundo entero y se convirtieron en trending topic en las redes sociales. Mucho más que los chicos en Harvard, Adrián Solano es la imagen especular de la sociedad que hizo posible a Hugo Chávez y a la Venezuela que hoy sufrimos. Adrián Solano nos restriega en la cara la memes de una población que sucumbió a la improvisación y al atrevimiento de un personaje sin vergüenza, osado, y sin capacidad de sentir pena, de un mundo viciado por la permisividad de unas élites sin criterio y una sociedad sin jurado.

Los venezolanos existimos en permanente disonancia cognoscitiva y emocional. Por un lado, somos la expresión del típico fatalismo latinoamericano, lleno de referencias negativas y descrédito del gentilicio. Por el otro, vivimos en una continua adulación del pueblo, en interminable lisonja y alabanza de nuestra nacionalidad.

No hay discurso público que no remita emocionalmente al orgullo de ser venezolano. Pero es un orgullo esencialista que no tiene ningún fundamento en el hacer sino en el ser. La presunción y la vanidad toman vuelo en una manera de vivir, que creo enraizada en la abundancia petrolera, que se manifiesta en un comportamiento sobrado y fresco, en vacua autosuficiencia y falta de modestia y autocrítica.

Chávez, como Adrián Solano, citaba a Nietzsche, cantaba y bailaba con seguridad absoluta, sin el menor atisbo de vergüenza. Más allá del personaje desmedido, sin embargo, el mal principal, la enfermedad social, es que nadie expresó sufrir de pena ajena, que la sociedad lo aprobó y celebró, que una mayoría idiotizada le dio a Solano el premio del mejor esquiador del mundo. Fueron los mismos felicitadores de El Cabito, es el mismo ¨país de las nulidades engreídas y las reputaciones consagradas” que describió Manuel Vicente Romerogarcía en los tiempos de Cipriano Castro, a principios del siglo XX.

El principio ético fundamental que debe regir una sociedad es el de la acción responsable, el universo de motivaciones y refuerzos que lleva a los seres humanos a realizar acciones de valor, admiradas y respetables. Un respeto que, como la virtud moral de Aristóteles, surge de la apreciación del esfuerzo, la pericia, la persistencia y la constancia.

Hay algo en Venezuela, sin embargo, en el que la excelencia como determinación de la aprobación y la posición social no funciona. Esa es la vertiente moral que el nuevo liderazgo de la oposición habrá de activar para surgir como una opción de cambio en una sociedad devorada por sus vicios.

Publicación original en ElEstimulo.com

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.