VÍCTOR SUÁREZ –
No se le puede quitar que su innovación fue más allá del uso extenuante del baúl del Arsenio, del teclado organillero, del piano eléctrico y a veces hasta de un clavicordio, para imponer un estilo “no cubano” en el nuevo movimiento que se estaba generando en Nueva York, posteriormente llamado Salsa. Desde finales de los años sesenta, en esta esfera, Larry Harlow fue considerado como el músico más adelantado desde el punto de vista tecnológico.
De aquel concierto en vivo realizado en la cárcel de Sing Sing el 16 de enero de 1974, quedó una obra maestra, difícilmente superable: Live in Quad. Los audífonos son indispensables.
Las nueve canciones interpretadas allí fueron capturadas y esparcidas al público en lo que se comenzaba a llamar entonces “sonido cuadrafónico”, que no era más que emisiones aisladas tomadas en cuatro canales independientes, las cuales, para efectos del álbum doble resultante, fueron manipuladas (mezcladas) en estudio por el propio Larry Harlow, quien, además de pianista y director, era ingeniero de sonido. Era la primera vez que se intentaba.
Este sistema, precursor de lo que es hoy el surround (sonido envolvente), fue un fracaso comercial, pues era muy costoso de producir y se requerían equipos y altavoces especiales para reproducirlo. El sonido stereo siguió coleando.
El trabuco que presentó Harlow, en un acto motivado a las celebraciones por haber sido eliminada la silla eléctrica en ese penal dos años antes, contó con el gran cantante cubano Justo Betancourt, quien sustituyó a Ismael Miranda, ariete vocal de la Orquesta Harlow entre 1967 y 1973.
Grandes e inolvidables conciertos de música latina se han realizado en recintos penitenciarios. Allí quedaron los de Eddie Palmieri en la misma Sing Sing en 1972 y los de Marvin Santiago en la Cárcel Regional de Bayamón, Puerto Rico, en 1981, uno como externo y el otro como interno. Pero el de Harlow marcó la diferencia.