CHRIS KRAUL/ADRIANA LEON
Mientras el país continúe sacudido por la inestabilidad política, y la crisis económica, con una hiperinflación que, sin embargo, no parece pasarle factura a la mala gestión del presidente Nicolás Maduro, los venezolanos seguirán buscando la forma de salir y vivir en otras naciones, aún en condiciones lastimosas de sobrevivencia
Mientras Ana Linares deambulaba por la histórica Plaza San Martín en Lima, sosteniendo en alto una bandeja de pasteles, sus gritos atravesaron el estruendo del tráfico de la hora pico: «¡Panes, panes calientitos!» Ella gana alrededor de $ 15 al día, mucho más de lo que ganaba en un mes en su Venezuela natal. «Es suficiente para vivir e incluso para enviar un poco de dinero a mi familia en Barquisimeto», dice Linares mientras intenta vender sus productos. Ella compra los panecillos a un vecino venezolano y se dirige al centro de la plaza. «No me voy hasta que los haya vendido a todos».
Ana Linares llegó a Lima el pasado mes de mayo después de soportar un viaje en autobús de seis días desde el centro de Venezuela, con su hijo de 8 meses en su regazo, para reunirse con su marido que había venido meses antes. La vida en Venezuela se les había vuelto intolerable, con millones de compatriotas luchando contra la hiperinflación, la escasez de alimentos y la falta de trabajo. «Todo se ha vuelto feo. Hay hambre y crimen. Uno no puede salir de su casa después de las 5 pm porque te pueden robar o asesinar», explica y agrega que ahora gana lo suficiente para pagar tres comidas al día, algo imposible en estos días en su país. «Extraño a mi madre, mi casa y en ocasiones me siento fuera de lugar aquí, como si estuviera en la casa de otra persona», confiesa, pero “Perú nos abrió sus puertas».
Ana Linares es parte de la creciente oleada de venezolanos que se está diseminando por América Latina, debido a que las condiciones en su país empeoran constantemente. La llegada de estos inmigrantes a Perú se han duplicado desde el año pasado y más de 20,000 ciudadanos de ese país han solicitado o recibido un permiso de residencia especial desde que el gobierno comenzó a ofrecerlos en febrero.
ECHADOS POR LA POBREZA
En Ecuador, Panamá y Chile se han reportado aumentos porcentuales anuales similares en la llegada de los venezolanos. Los funcionarios de migración de Argentina señalan que las solicitudes de permisos de residencia temporal y permanente son casi el triple.
Para muchos venezolanos, abandonar su país era simplemente cuestión de supervivencia. Desde que el fallecido presidente Hugo Chávez asumió el poder en 1999, la proporción de la población que vive en la pobreza ha pasado del 45% al 82%. La inflación desenfrenada de cuatro dígitos ha significado que los salarios no se ajusten a los precios de los alimentos. Un número cada vez mayor de venezolanos deben buscar alimentos para sobrevivir.
El país continúa sacudido por la inestabilidad política, y los críticos del gobierno acusan al presidente Nicolás Maduro de una mala gestión y de apropiaciones ilegales. Con el colapso de la economía venezolana, el éxodo no muestra signos de disminuir, aunque el gobierno venezolano está dificultando la salida al reducir el procesamiento de pasaportes, dijo Tomas Páez, profesor de sociología de la Universidad Central de Venezuela, experto en la creciente diáspora venezolana que ahora se extiende a más de 94 países. «Hay personas de todas las edades, de todas las profesiones, personas de todos los niveles educativos abandonando Venezuela», dijo Páez, y agregó que hasta 500 mil venezolanos huyeron de su país en los últimos dos años y un total de 2,1 millones desde 1998.
En las últimas dos décadas, EEUU y algunos países europeos, como España e Italia, han aceptado más venezolanos que las naciones latinoamericanas, con la excepción de la vecina Colombia. Pero ahora los flujos en este hemisferio están aumentando a un ritmo más rápido debido a la menor burocracia y a los medios de llegada más fáciles, dijo Páez.
Panamá se encuentra entre los pocos países de Latinoamérica que han dificultado la entrada de los venezolanos. Después de que llegaron 4.770 durante los primeros siete meses de 2017, que ya duplicaban el total del año 2016, el gobierno panameño comenzó a exigir que todos los venezolanos que lleguen tengan visas formales. Pero los países latinoamericanos en general están correspondiendo a décadas de receptividad de Venezuela a los inmigrantes de todo el mundo. Estos son algunos de los países que reciben mayores flujos de inmigrantes venezolanos.
ARGENTINA
Las visas de residentes temporales y permanentes emitidas a los venezolanos llegarán a casi 40 mil este año, en comparación con las 12.800 en 2016, de acuerdo con proyecciones emitidas por el Departamento Nacional de Migración de Argentina. Las visas previstas que se emitirán este año serán iguales a las entregadas en toda la década anterior.
La adquisición de un permiso de residencia permanente es relativamente fácil, y la conveniencia fue decisiva para Luis Pulido, periodista con sede en Caracas, que eligió a Argentina como lugar de residencia. Llegó en marzo del año pasado y ahora trabaja en dos empleos, limpiando mesas durante la noche y en la publicación de una revista universitaria durante el día.
«No es un secreto lo que está sucediendo en mi país, especialmente desde 2013, que el deterioro de Venezuela se ha acelerado», indica Pulido, al explicar que toda su familia ha abandonado Venezuela. Su madre fue la última en irse, se unió a él en Buenos Aires en marzo. «No me siento totalmente desarraigado porque me mantengo al tanto de las cosas, las noticias de lo que sucede día a día; pero siento la separación física de aquellos que dejé atrás. Y constantemente me preocupo por los amigos y la familia que sufren la violencia, la escasez de alimentos y medicinas. Es mi país y duele, y sufro por los que viven allí”.
CHILE
Como muchos venezolanos recién llegados, Adelso Peña, 28 años, había experimentado el dolor y la tristeza antes de finalmente abandonar su tierra natal. Confiesa que su novia murió innecesariamente en marzo porque no pudo obtener medicamentos para tratar su raro trastorno autoinmune. «Lo más difícil que viví en Venezuela fue ver morir a las personas porque no podían obtener las pastillas que necesitaban», lamenta.
Peña trabajó como analista financiero para una empresa de cemento. Llegó a Santiago en julio. Espera obtener un permiso para poder trabajar a tiempo completo y, mientras tanto, trabaja a tiempo parcial en una cafetería propiedad de venezolanos y vive con familiares. Ha notado que sus compatriotas se hacen cada vez más visibles en las calles de la capital chilena. «Caminas por las calles y una de cada 10 personas que ves es venezolana», asegura. A su juicio,la mayoría parece tener títulos universitarios. Cifras policiales indican que durante los primeros siete meses de 2017 alrededor de 45 mil venezolanos llegaron a Chile con la intención de quedarse, más del doble de los 20 mil para todo 2016.
Con su economía fuerte y una tasa de desempleo relativamente baja, Chile es un destino atractivo, afirma Gabriela Cabellos, portavoz del departamento de inmigración chileno. «Chile se mira en el mapa como un país seguro con estabilidad institucional y oportunidades de trabajo».
Cabellos señala que Chile y Venezuela desarrollaron muchos lazos en otro momento turbulento: durante el gobierno de Augusto Pinochet 1973 a 1990. Para los venezolanos, esos lazos están demostrando ser valiosos hoy. Durante la dictadura, muchas personas salieron de Chile y fueron recibidas en Venezuela, por lo que hay [inmigrantes] con parientes en Chile y ese es un factor que «impulsa la inmigración», dijo Cabellos.
COLOMBIA
El flujo de inmigrantes entre Venezuela y Colombia tradicionalmente ha oscilado de un lado a otro, según el director de Migración Colombia, Christian Kruger. Cuando la economía basada en el petróleo de Venezuela está en su clímax, los colombianos inundan ese país para abastecer la mano de obra que la fuerza de trabajo nacional no puede proporcionar.
Hasta un millón cien mil colombianos vivían y trabajaban allí durante los tiempos de auge de hace una década. Ahora que los tiempos son difíciles en Venezuela, con los ingresos petroleros, el empleo y la democracia en declive, el péndulo se está desplazando hacia Colombia. Según las últimas estimaciones, entre 300 mil y 400 mil venezolanos viven ahora en Colombia. ¿Pero cuántos son recién llegados? eso es difícil de determinar, aunque las autoridades estiman que el volumen se ha duplicado aproximadamente este año.
A lo largo de la frontera de 1.400 millas, multitudes de personas viajan desde Venezuela para hacer compras o para visitar familiares, o hacer negocios, por lo que las estadísticas sean difíciles de precisar. Pero hay poca duda de que miles de venezolanos están saliendo de su país.
Hasta el 31 de julio, más de 63 mil venezolanos se habían registrado para una Tarjeta de movilidad fronteriza, documento introducido por Colombia a principios de este año. Las tarjetas le dan al portador permiso para transitar libremente en Colombia por dos años. La cantidad de portadores de ese permiso que pretenden quedarse indefinidamente, es imposible de medir.
También complican los esfuerzos para comparar los flujos de 2017 con el año pasado, el hecho de que las autoridades venezolanas cerraron la frontera común con Colombia durante todo un año, desde agosto de 2015 hasta agosto de 2016. Cuando Venezuela reabrió la frontera, hasta 40 mil por día cruzaron a Colombia, principalmente para comprar alimentos y medicinas y regresar a casa. Pero muchos también dejaron su país para siempre.
ECUADOR
Eduardo Febres Cordero, de 32 años, exfuncionario consular venezolano, decidió quedarse en Quito, la capital ecuatoriana, luego de renunciar en 2011 y casarse con una mujer ecuatoriana. Dice que el presidente Maduro «traicionó» la revolución socialista iniciada por su predecesor, Hugo Chávez, a quien sirvió como líder estudiantil.
Enérgico y emprendedor, Cordero ahora trabaja en relaciones públicas y dirige una página de Facebook titulada Venezolanos en Quito-Ecuador, que asegura tiene más de 100 mil miembros, muchos de ellos recién llegados, que no saben a dónde recurrir cuando tienen un problema legal o médico.
Por eso, Cordero, al notar que 9 de cada 10 venezolanos que llegan poseen profesiones u oficios, formaron una fundación llamada Funvex que conecta a la creciente diáspora venezolana con médicos, abogados, especialistas en computación y otro personal de servicio en el exilio en Ecuador y otros países. «Hay mucha solidaridad», dijo.
La comunidad venezolana se está expandiendo rápidamente. Las estadísticas del Ministerio del Interior ecuatoriano indican que durante el primer semestre de 2017 hubo una entrada neta (llegadas menos salidas) de 22,000 venezolanos, o casi igual a los 24 mil que vinieron durante todo 2016.
Si ese ritmo continúa, la inmigración este año podría alcanzar 44,000, o cuatro veces el total de 2015. Cordero dijo haber experimentado xenofobia o actitudes antivenezolanas en Quito, pero que en general se siente bienvenido. «Es mejor que estar en Venezuela», dijo Cordero. «Si Maduro cayera mañana, me imagino que a Venezuela le tomará 15 años recuperarse».
Perú especialmente ha puesto una alfombra de bienvenida para los venezolanos. En febrero, comenzó a emitir visas de residencia de un año conocidas como PTP que permiten a los venezolanos trabajar y estudiar sin complicaciones. La política de puertas abiertas del Perú ha sido alabada por la comisión de derechos humanos de la ONU como un ejemplo humanitario ejemplar que debe seguir el resto de la región.
«La situación en mi país me obligó a irme. El deterioro de la economía, la violencia del gobierno, es horrible lo que está sucediendo «, dijo Ignacio José Cardoza, un joven de 28 años que trabaja como entrenador en un club de salud en un barrio de clase media de Lima.
Este ingeniero electricista caraqueño por lo que sus camisetas sin mangas no son su atuendo habitual en el lugar de trabajo. Pero después de llegar en autobús en julio, hambriento y en bancarrota, se sentía feliz de conseguir cualquier trabajo. Culpa al presidente Maduro por el caos. «La gente me pregunta si volveré algún día, y quiero llorar porque nunca quise irme. Pero estoy furioso porque Maduro todavía está allí haciendo mucho daño”.
Cardoza, a quien sus clientes describen como de buen carácter y popular, agradece la bienvenida del Perú y las oportunidades de trabajo. «Pasé días difíciles esperando recibir mi permiso de trabajo. Pero ahora tengo un buen trabajo y hago lo suficiente para sobrevivir en Lima. Para mí, eso es un lujo.
Publicado en inglés por www.latimes.com