ROBERTO GIUSTI –

Cuando la oposición, en su mayoría, apostó al juego electoral el pasado 15 de octubre lo hacía sobre la base de una creencia basada en una lógica razonable: los resultados del 6 de diciembre se multiplicarían porque la crisis se había incrementado a niveles catastróficos. La paliza estaba garantizada y si bien se había desconocido a la Asamblea Nacional, a posteriori, el CNE había reconocido la derrota del oficialismo.

Ocurrió, sin embargo, lo previsible, y la consumación del fraude, con resultados insólitos, en su mayoría, echaron por tierra la salida electoral como el instrumento indicado para propiciar el cambio radical que la mayoría reclama.      Peor aún, a pesar de que la derrota no fue electoral, el episodio puso al descubierto la fragilidad de la unidad democrática y la hizo añicos con denuncias de toda índole que anuncian el fin de la MUD.

LOS ARRODILLADOS 

El episodio de los cuatro gobernadores electos “arrodillados” ante la Constituyente sacó a relucir presuntos acuerdos de AD con el PSUV. Candidatos perdedores como Henri Falcón fueron acusados de blandengues ante el gobierno central. La feroz división entre abstencionistas y participacionistas desconcertó a un electorado que se debatía ante los mensajes contradictorios. La mudanza de 700 mil votantes por parte de un CNE groseramente parcializado fue la última de las trapisondas que dejó claro la imposibilidad de la salida electoral

Así, a dos décadas de su primera victoria electoral y pese al desastre que vive el país, el chavismo se mantiene firme ante los intentos por desalojarlo del poder. Sucesivas dirigencias de todo pelaje y condición ideológica, han presentado una batería de formas de lucha que han resultado infructuosas.

LOS INTENTOS FALLIDOS

Primero fue el 11 de abril del 2002, un golpe de estado luego de un movimiento masivo de la población con impresionantes manifestaciones de calle. En el 2005 la consigna es abstenerse para las elecciones a la Asamblea Nacional. Como resultado tuvimos un parlamento teñido de rojo. Rectificación en el 2006 con la candidatura presidencial de Manuel Rosales. Comienza así la era electoral que incluye la victoria (de “mierda”, según Chávez) del 2007 contra la reforma constitucional. Una etapa que se mantiene hasta el 15 de octubre del 2017. En el año 14 es la guarimba. Movilización que se inicia después de la derrota en las elecciones regionales. Salen los estudiantes a la calles. Se llenan las cárceles, son asesinados 43 jóvenes, pero más nada. Pese a su victoria ajustada (y según Capriles, gracias a un fraude), Maduro resiste el guarimbazo.

El 6 de diciembre del 2015 la oposición se apodera de la Asamblea Nacional a punta de votos, pero ya Maduro tiene la receta para neutralizar a quienes siendo de la oposición obtienen cargos de elección popular tal y como hizo con Antonio Ledezma a quien despojó de sus atribuciones luego de ganar en buena lid la Alcaldía Metropolitana.

Con la contundente victoria de diciembre del 2015 se suponía que, una vez ganada la Asamblea Nacional, vendrían las gobernaciones de estado y en el 2018 la oposición enfrentaría el máximo reto de la candidatura presidencial.

LA DEUDA

Vino el desconocimiento de la Asamblea Nacional por parte del TSJ y el 1 de abril comienza una movilización nacional y masiva que se mantuvo durante cuatro meses. El país se estremece, la represión es brutal, caen asesinados 130 manifestantes, y por primera vez la oposición logra quebrar la indiferencia de la comunidad internacional sobre lo que ocurre en Venezuela. Ahora son 500 los presos políticos, se derrumba el mito del chavismo revolucionario y justiciero, cae la máscara democrática y el mundo observa el verdadero rostro del chavismo. Y ahí está, con las verrugas y las malformaciones a la vista pero aferrado al poder.

Claro, ahí también está la oposición, dividida, dispersa y una vez más en deuda con millones de venezolanos que lo han dado todo por una liberación que no termina de llegar.

Cabe preguntarse entonces si sucesivamente fracasaron el golpe, la calle y finalmente el voto, si acaso no sea el método sino quienes lo aplican los que están fallando.

 Roberto Giusti, periodista venezolano. Escribe desde Oklahoma, EEUU.

 

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