CARLOS M. MONTENEGRO

Desde el momento en que se abren los ojos al despertar cada mañana, no sé si a todos o a unos cuantos millones de habitantes de este país, se tiene la sensación de que al saltar de la cama, en vez de al suelo, uno se lanzara directamente al centro de una espiral que nos mantendrá todo la jornada en un vértigo que solo desaparece en casa al regresar a la cama, cuando tal vez repasando mentalmente lo vivido ese día el sueño vence.

Lo que habitualmente se ve y oye no gusta nada. Las caras de la gente lucen taciturnas, tristes, las conversaciones versan sobre la misma retahíla: “la escasez de todo, que esto no es vida, que cuándo cambiará…”.

Pero tras ese triste espectáculo de Caracas, una de las ciudades con la gente más divertida que he conocido, tras esa sensación de estar a obscuras y entre telarañas, se desprende que hay algo más, que la gente lleva a cuestas como un pesado fardo que les impide ser como son; en todos los ambientes y en todos los niveles sociales, desde el subsuelo del metro hasta lo alto del Ávila, y en la mayoría de los hogares y pueblos venezolanos se respira el miedo.

No es que estemos asustados, qué va, el susto es ese sobresalto repentino causado por algo inesperado que aparece por sorpresa, que nos agita, altera la respiración y produce cambios de ritmo en la presión sanguínea. Pero lo que se percibe en la gente de esta tierra es de otra naturaleza; no es algo inesperado, ni repentino ni ninguna de las circunstancias que concurren en mi torpe definición de susto.

El miedo, cuya máxima expresión es el terror, consiste en una conmoción primaria que proviene de la aversión natural al peligro o la amenaza, y que se manifiesta en todos los animales, lo que incluye también al Homo sapiens. El miedo al parecer es incontrolable por ser una respuesta natural e inconsciente ante el peligro, una sensación desagradable que se instala en cuerpo y mente difícil de eludir; entre otras reacciones puede paralizar a las personas y producir ataques de pánico o de ansiedad.

Desde un aspecto sociológico el miedo puede ser parte de un individuo, o de grupos sociales, que por instinto de conservación han tenido que aprender a temer situaciones o contextos especialmente perversos. Pero también es posible aprender a no temerlos y confrontarlos cuando el miedo hacia ese algo o alguien, de origen externo, se convierte en un terror imposible de soportar, es lógico entonces que se confronte o se sucumba. En general el miedo no se instala por generación espontánea. El miedo exacerbado, o terror, es originado por factores externos interesados en que se produzca para lograr algún objetivo. Quienes lo ocasionan pueden obedecer a diferentes motivos o intereses, y se les denomina terroristas.

En un sentido amplio, el terrorismo es la táctica de valerse de un acto o una amenaza de violencia contra individuos o grupos para cambiar el resultado de algún proceso político. Ahora bien, el terrorismo puede ser definido de manera más específica tomando en cuenta diversos aspectos y formas de ejecutarlo.

El diccionario de ciencias jurídicas, políticas y sociales lo define así: “son actos de violencia en contra de personas, la libertad, la propiedad, la seguridad común, la tranquilidad social, los poderes legales, el orden constitucional o la administración pública”. La definición militar de terrorismo tiene sus propios matices citándolo como “una serie de actos de violencia, destinados a infundir terror por medio de la eliminación de personas creando un estado físico y espiritual que prepara a la población para su captación y conquista facilitando su dominación”.

El terrorismo tiene un objetivo, sin mayor sentido en sí mismo, pero ya establecido: la difusión del miedo. Según desde que lado se mire, hay variedad de formas de terrorismo, por ejemplo:

El Narcoterrorismo. Es la cooperación y alianza estratégica entre mafias del narcotráfico y bandas armadas extremistas, así como grupos políticos insurgentes o terroristas que, aunque persiguen objetivos opuestos, operan en la clandestinidad financiándose y dándose cobertura mutua, a veces con anuencia de los gobiernos.

El terrorismo nuclear. Cuyos blancos son las centrales nucleares. A lo largo de los últimos años, en el mundo se ha incrementado el número de estos atentados terroristas. Tanto así, que en agosto de 1994, el Instituto de Control Nuclear de los Estados Unidos giró una disposición a todas sus centrales en la que advertía que debían considerar con seriedad la amenaza terrorista, y de paso recomendando la construcción de defensas de hormigón y diques contra posibles ataques con coches-bomba.

El terrorismo de Estado. Es el uso sistemático, por parte del gobierno de un Estado, de amenazas y represalias, considerado a menudo ilegal dentro incluso de su propia legislación, con el fin de imponer obediencia y una colaboración activa a la población. Por su naturaleza era difícil de identificar, su uso varía en función del carácter de las épocas históricas, zonas geográficas y características culturales.

Estos regímenes totalitarios se caracterizaban por tratar de monopolizar los medios de comunicación para imponer sus propias ideologías con la exigencia, no sólo de obediencia sino de participación activa en las operaciones policiales del gobierno, valiéndose de policías políticas secretas, cuerpos parapoliciales y lugares de detención donde retener, aislar, disciplinar e incluso exterminar a los adversarios, disidentes o potenciales líderes de oposición.

Los regímenes despóticos del pasado utilizaron con frecuencia este tipo de prácticas que las democracias condenarían, entonces y hoy, sin necesidad de realizar rigurosas indagaciones. Pero una cosa es cierta, muchos regímenes despóticos endurecen sus actos a medida que en ellos también se implanta un miedo pavoroso a perder el poder y terminar mal. La historia lo corrobora con los finales de Mussolini, Ceausescu, Noriega, Sadan Hussein o Gadafi entre innumerables ejemplos.

El término fue utilizado, para describir las formas más desarrolladas de terrorismo de los gobiernos, especialmente durante el pasado siglo bajo el fascismo y el comunismo. Asimismo, la práctica del terror desde el poder la han ejercido y ejercen en el siglo XX y el XXI, múltiples regímenes militares o civiles militarizados, en casi todos los continentes, naciendo incluso desde el seno de algunas democracias formales, como sabemos por aquí de buena tinta.

Carlos M. Montenegro es productor musical español. Reside en Venezuela

carlosmmontenegro22@gmail.com

 

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