OMAR PINEDA
¿Qué si estoy asustado? Claro que estoy doblemente temeroso de lo que está ocurriendo en el mundo pero también de lo que vendrá. En principio los estragos del coronavirus que, no sé porqué extraña regla, han puesto a los mayores de 60 años en la Pole Position de una alocada carrera en la que las encriptadas recomendaciones del #quedatencasa podrían salvarnos. Pero, si llegamos a la meta, en vez de champaña nos echaremos los cuentos de los amigos y personajes que desaparecieron. Después de esta tormenta, que estoy seguro sortearemos con éxito, ya nos anuncian que las cosas no serán igual que antes y que la amenaza de una recesión económica mundial emergerá como una segunda epidemia, con empresas a la quiebra y una oleada del desempleo similar o mayor al que dejó la postguerra.

Desde luego que ya habrá tiempo para inventarnos un plan B, pero no cabe duda que hasta que no haya desaparecido el último vestigio del covid-19, tendremos que repensar el futuro. No se trata de que Messi reduzca voluntariamente su astronómico salario y que los presidentes de las grandes multinacionales hagan lo mismo, sino que las relaciones interpersonales, la manera de hacer política y el interés que le prestemos a las amenazas del cambio climático, no se queden en los discursos de Greta Tunberg. ¿Final de juego? No. Empezar el juego pero con nuevas reglas. Digo yo, si queremos continuar en esto.

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