Carmelo Chillida, hombre de bien ordenados deseos

Carmelo Chillida, hombre de bien ordenados deseos - ATANASIO ALEGRE
ATANASIO ALEGRE –

Aquella época para los que la vivimos entonces en la UCV pasará como la del “presupuesto recortado”. De pronto, a uno de los ministros se le metió en la cabeza que se estaba dilapidando el dinero en educación y que había que poner un dique a ese gasto. Era extraño, porque el hombre, teóricamente al menos, estaba bien equipado en cuestiones de educación, de manera especial en lo que había sido la historia de la misma en la República de Venezuela desde el comienzo hasta ese momento. Pero la UCV se encontraba en una fase de expansión después de la turbulencia a la que había estado sometida cuando lo de la guerrilla y tal vez fue eso lo que se le escapaba al ministro. Con el país, se pacificó también la universidad y ya se sabe que en tiempos de paz florecen las ciencias, mientras que el arte y la literatura encuentran mejor asiento en tiempos de crisis. En esto los franceses llevan razón: si no no pasa nada, no hay noticias.

Pero comenzaron a pasar cosas y había que hacer frente a los acontecimientos, en la UCV, digo, y una de las personas a quien le tocó bailar con la más fea en esa fiesta fue al profesor Carmelo Chillida que era entonces el Vicerrector Administrativo. De todas maneras, él era un hombre de equipo y las cuatro ruedas sobre las que se encarrilaba la universidad en ese momento estaban formadas por personas como el rector Moros, el vicerrector Hernández, el secretario Pla Sentís; Carmelo Chillida era, como digo, quien conducía las finanzas de la UCV.

Las becas, dada la desigualdad social de entonces y de siempre en el país, constituían una de las puertas de salida hacia la posibilidad de formar parte de los que eran distintos, pero eso dependía del presupuesto y el presupuesto lo manejaba en sus directrices de aplicación el vicerrectorado. Fue así como nos conocimos Carmelo y yo. porque a mi cargo, en parte, se encontraba el conflictivo problema de las becas para los estudiantes.

-Así que tú eres leonés

-Pue sí, aunque poco, porque fuera de haber nacido en esa provincia, viví en otra parte.

El era y fue un madrileño con un apellido al que acompañaba una buena historia.

Carmelo Chillida había visto mundo, estudió el bachillerado en uno de los mejores colegios de Madrid, se inclinó hacia las matemáticas en la deriva que estas tienen hacia lo administrativo. Sabía lo que había pasado en España cuando lo de la guerra incivil –lo sabia y cómo había afectado a su familia- y de qué lado soplaba el viento que podía volarle a uno el sombrero y, con él, la cabeza. Quiero decir que una vez en la UCV, después de su incorporación al cuerpo docente, resultó ya difícil imaginar a Carmelo Chillida en otro ambiente que no fuera el de la UCV con la implicación que eso significaba.

Creo que quienes lo promovieron al cargo de Vicerrector Administrativo que ocupó con tanta dedicación, vinculó a Chillida de una manera determinante más, si cabe, con la universidad. Bien es cierto que como profesor funcionaba ya como un líder, como alguien imprescindible en su área ya que la gente que se formaba bajo su magisterio (marcada como estaba la República de una manera inexorable por el petróleo que era de lo que se vivía) solía entrar a formar parte de un rango superior en la escala social. ¿Le tentó, tanto algún empresario, como algunos de sus alumnos de entonces venidos a más, con un puesto de importancia en la empres privada? Sin duda. Pero, prefirió seguir en lo suyo, en la elegancia de sus exposiciones, en el aprecio de sus alumnos, en la marcha administrativa de la universidad y en la política en general. En política era un representante de la sensatez, sin traicionar su propio credo. Su mérito y su recuerdo en este sentido es el de un hombre elegante, que no descuidaba detalle de los que hacen tal a una persona, ni el gesto, ni el atuendo, ni las maneras, ni su modo de ser-así. Era pausado en el hablar, algo remiso en soltar la frase, pero una vez que la soltaba, era difícil hacerle volver atrás, lo que quiere decir que era hombre de convicciones en un ambiente en el que la opinión, a veces, lo es todo, y sabía escuchar, lo cual es una ventaja.

Y conmoverse.

En una oportunidad, me envió a un par de tipos para que, después de que los evaluara psicológicamente, encontrara para ellos algo en que emplearles en las dependencias donde yo me desenvolvía, en OBE. Cuando le envié los resultados, negativos, a todas luces, me pidió que de todas formas hiciera algo por ellos. Que los ayudara, fue la palabra.

-Está bien Carmelo. Se ve que los pobres que tú conoces no necesitan que te pidan limosna.

Y así iba el tema. Era un hombre bondadoso. Uno de esos caballeros que antes de concluir un almuerzo cuando era de salir a ventilarnos de tantos problemas como en un área o en otro teníamos que afrontar, él pretextaba una disculpa, se levantaba y cuando pedíamos la cuenta, resulta que se había adelantado a cancelarla. Después de la jubilación, que es para un profesor una suerte de aterrizaje que puede ser más o menos forzoso, nos vimos con alguna frecuencia.

Hablamos de lo que hablan siempre quienes han dedicado una buena parte de su tiempo a los hijos.

– Pues, a mí me ha salido un hijo poeta.

-Y a mí, un especialista en elaboración de cerveza.

Hace unos años, comenté, podían haber sido profesiones complementarias, pero ahora las cosas se llevan más en serio: los poetas son solo eso: poetas y los cerveceros: técnicos. Cada gorrión a su espiga, como suele decirse.

De su muerte me he enterado en el preciso momento, una de estas noches-nocheras, cuando a uno suelen comunicarle las desgracias, y tendré que decir y así lo manifiesto, que Carmelo Chillida fue no solo un universitario a toda prueba, sino un hombre de época, uno de los pilares de las ciencias de la administración de que se han servido unos y otros, los de la administración pública y los de la administración de empresas, para lograr su madurez en Venezuela.

Para quienes conocimos y fuimos sus amigos la desaparición de Carmelo Chillida no deja de sumirnos en un extraño sentimiento de manquedad, porque con él desaparece un hombre de bien ordenados deseos, en voz de Quevedo.

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atanasio9@gmail.com

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