Con Luis Ugueto, íngrimo, en Nueva York

Con Luis Ugueto, íngrimo, en Nueva York

 

JOSÉ EGIDIO RODRÍGUEZ –

El 28 de febrero de 1983 la mayoría de los venezolanos recibieron la gran noticia de que la garantía del libre cambio del bolívar con relación al dólar ya no existiría; y no solo eso, sino que el cambio a 4,30 tampoco tendría vida.

Eso de la mayoría es porque algunos, unos cuantos, estaban en el primer pelotón del conocimiento de que algo raro estaba ocurriendo y ya anticipaban un eventual control de cambios pues la economía venezolana estaba cada día mas frágil y vulnerable a presiones externas e internas. Había muchos rumores circulando en ese sentido; mucha gente compraba dólares, por si acaso, y de ese modo se reforzaba la presión cambiaria.

El comportamiento de la moneda, el bolívar, había sido notablemente estable; en la década de los 30 del siglo anterior, el bolívar se transaba a 3,35 por dólar americano. En 1960 la paridad se fijó en Bs. 4,54 por US$ y en 1970 a 4,30 que duró hasta ese viernes 28 de febrero, bautizado como el “viernes negro”.

Le precedieron a ese vienes negro fuertes movimientos de fuga de capitales y una caída en el nivel de las reservas internacionales, que afectaban la capacidad de la República de honrar su cada vez mas abultada deuda externa.

Había que renegociar con la banca acreedora, para extender los plazos de pago y las condiciones de los préstamos, y en eso el personaje de mayor responsabilidad, el que debía reunirse con los banqueros, era el ministro de Hacienda, que era Luis Ugueto Arismendi.

Ugueto conocía muy bien el patio; había sido director general del despacho de Hacienda cuando Pedro R. Tinoco, hijo, fue ministro de Hacienda, en el primer gobierno de Rafael Caldera. También había sido ministro consejero en la embajada de Venezuela en Washington y director en el FMI, el Fondo Monetario Internacional, además de presidente y gerente de empresas bancarias y de seguros.

Lo del viernes negro no era una ocurrencia temporal, ni se resolvería ajustando la tasa de cambio y mejorando los niveles de reserva. El asunto es que desde 1930 hasta 1976 Venezuela registró un crecimiento sostenido del PIB, el producto interno bruto, con una inflación de un digito y una moneda fuerte en un régimen de libre convertibilidad.

Pero esa situación de buena salud económica comenzó a hacer aguas desde mediados de los 70 y así se lee en el libro de Asdrúbal Baptista, Teoría Económica del Capitalismo Rentístico, “había comenzado en Venezuela la caída del PIB por habitante. Era el fin de un largo periodo de crecimiento, el quiebre de un orden de relaciones sociales, y para poder entenderlo debidamente habría que buscar el comportamiento de la renta petrolera, y su entramado de las relaciones sociales”

Baptista sostenía que el sistema económico de capitalismo rentístico había colapsado, y tenía que ser sustituido por otro, que no terminaba de llegar. Y todavía no llega.

Pero vayamos a Luis Ugueto y sus citas con los banqueros. El sitio de las reuniones era la capital financiera de EEUU, la ciudad de Nueva York.

En noviembre de 1982 recibí una llamada en mi oficina en la embajada de Venezuela en Washington, del ministro Luis Ugueto, para invitarme a almorzar en Nueva York. Nos veríamos en la oficina del Banco Industrial en esa ciudad.

Allá llegué después de tomar en el aeropuerto National de Washington el por puesto aéreo, el Shuttle de Eastern; me anuncié y la secretaria fue a la oficina donde estaba reunido el ministro con tres personas, tres banqueros suizos, y luego me indicó que podía entrar.

–Ya nos vamos, dijo Luis Ugueto; siéntate.

Me acomodé en uno de esos sólidos sillones de cuero que invitan al reposo, y en cuestión de minutos mi olfato periodístico se abrió cuando escuché a uno de los banqueros decir que esas cuentas no estaban completas.

El asunto es que el ministro de Hacienda tenía en sus manos un bloc de papel cuadriculado con los datos de los préstamos, con sus correspondientes montos y fechas de vencimiento. Eso era lo que se revisaría. Lo que no contaba Ugueto era con los prestamos que no aparecían en su listado. Varias agencias del Estado y gobernaciones habían contraído deuda por su cuenta, sin pasar por las oficinas del despacho de Hacienda. En consecuencia la deuda estaba realenga. Dicho de otro modo, el registro central de la deuda externa no reflejaba toda la deuda pública.

Aclarado el punto, nos fuimos a almorzar.

¿Adonde? No tengo idea, pero ha debido ser cerca, dentro de Manhattan. ¿Y el menú? Tampoco, aunque presumo que debió haber sido algo ligero.

Lo que si recuerdo es haber meditado sobre un hecho que me llamó poderosamente la atención: en Nueva York estaba la Misión ante la ONU, la Organización de Naciones Unidas, el Consulado General y el Banco Industrial de Venezuela. En circunstancias ordinarias, la visita de un ministro de Hacienda recibe, cuando menos, atención especial de alguno de los jefes de esas oficinas.

En el almuerzo, cordial por lo demás, éramos dos: un ministro y un agregado en la embajada, ex reportero del diario El Nacional. Está solo, pensé, o en vías de dejar su cargo. Si no lo buscan por algo será…

Tres semanas después de su regreso a Caracas, Luis Ugueto entregó el despacho de Hacienda a Arturo Sosa, el 8 de diciembre de 1982. Sosa había sido ministro en el gobierno provisional del contralmirante Wolfgang Larrazábal Ugueto, tras la caída del presidente Marcos Pérez Jiménez en enero de 1958.

Desde entonces el bolívar no ha dejado de caer. Sus fluctuaciones son el reflejo de un fracaso económico y político.

José Egidio Rodríguez, diplomático y periodista venezolano. Reside en Sacramento, California, EEUU.

 

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