El embajador Mario Isea ha vuelto a perder. En Asturias lo corretearon y en Aranjuez una vez más sintió el repudio de quienes ven en su figura la representación de un régimen dictatorial en etapa terminal. En Madrid la repulsa fue aún mayor. El jueves 11 quiso hacer una jugada que le salió fatal. Su vida nunca corrió peligro, replicó el gobierno español. Ahora, Maduro pretende que el rey Felipe VI castigue a los opositores venezolanos residentes en España.
Mario Isea ha tratado de simular una situación de secuestro en Madrid con el doble propósito de enturbiar aún más las relaciones con el gobierno de España y a la vez identificar como esquizofrénicos violentos a los venezolanos residentes que repudian el régimen dictatorial que representa. Pero la acción le ha fallado de principio a fin.
En la tarde del jueves 11 de abril unos 500 opositores al régimen de Maduro se apostaron ante el Centro de la Diversidad Cultural, que mantiene el gobierno venezolano, con el fin de mostrar pacíficamente su firme rechazo al desastre político, económico y social que vive el país, así como su rechazo a las violaciones a la Constitución Nacional y al estado derecho. La embajada había convocado a un acto en el que explicaría «lo que pasa en Venezuela» a sus aliados españoles Podemos e Izquierda Unida y a un diplomático cubano. Ese tipo de actos los está haciendo el gobierno en diversas capitales, tanto en América como en Europa.
Esa manifestación estaba debidamente permisada, pero el número de asistentes rebasó todo cálculo y la calle donde se encuentra el local en el barrio de Salamanca se vio rebosada por la multitud. Ello motivó que las autoridades reforzaran personal y equipos para resguardar el orden público y la circulación peatonal y automotor en las adyacencias.
Al escuchar los cánticos y consignas de los venezolanos en la calle, Isea recordó lo que había hecho Isaías Rodríguez, el fiscal general que llamó a CNN para denunciar que el presidente Hugo Chávez había sido secuestrado el 11 de abril de 2002, y trató de emularlo. Llamó al canal oficial VTV y dijo: «Me tienen secuestrado… Una turba… En sede diplomática… esquizofrénicos violentos… el gobierno español no nos presta auxilio… se está violando la Convención de Viena… temo por la seguridad del aforo… pido al ministro del Interior y al presidente Mariano Rajoy desalojar a los violentos… podría haber complicidad de algunos estamentos de las autoridades del estado español».
Cuando lo creyó conveniente (tres horas después) salió a paso ligero del local. Una salva de papelillos y algunos gritos de los pocos manifestantes que mantenían la vigilia, le despidieron. No hubo violencia, dijo la Policía Nacional.
MONCLOA DESMIENTE
La pirotecnia oficialista (la violencia, el secuestro, la indefensión, la inseguridad del cuerpo diplomático que encarnaba) se apagó doce horas después cuando en el Palacio de la Moncloa fue desvirtuado en detalle la situación creada la noche anterior en la calle de Hermosilla 58.
Durante la comparecencia de los viernes ante los medios, luego del consejo de ministros, Íñigo Méndez de Vigo, portavoz oficial, aseguró que nunca hubo tal privación ilegítima de libertad y que el diplomático venezolano pudo salir del recinto sin bloqueos ni agresiones. En todo momento la policía prestó el apoyo necesario a Isea y a su equipo, dijo. “El ministerio de Exteriores siempre estuvo a la escucha de la embajada de Venezuela y el dispositivo de seguridad desplegado frente al centro garantizó en todo momento la seguridad de todos los que estaban participando en el acto”, comentó Méndez de Vigo.
Desmentido del portavoz del gobierno de España, Íñigo Méndez de Vigo
LA TRAMA
Muchos rastros fueron encontrados durante y luego de haber amainado la polvareda. La jugada había sido planificada con antelación para generar matrices y crear situaciones que pudieran perturbar aún más las relaciones diplomáticas entre ambos países. A la población venezolana residente la culparían de prohijar situaciones violentas y al gobierno de Mariano Rajoy le acusarían de no haber ofrecido a los representantes de Maduro toda la seguridad que dictan los acuerdos internacionales en este tipo de casos. La fallida operación, según pudo saber un equipo de investigación periodística en el cual participó Actualy.es, contó con la anuencia de la canciller Delcy Rodríguez y del conocimiento, al parecer tardío, del propio presidente Maduro.
Isea había denunciado que los manifestantes a las puertas del centro cultural donde se desarrollaba un foro con familiares de víctimas de las revueltas de 2014 en Venezuela (un grupo de viajeros frecuentes manejados por el chavismo), se comportaban de manera agresiva y desafiante y que él y su equipo estaban siendo víctimas de un secuestro, una situación que violaba la Convención de Viena, lo que resultaba un hecho de extrema gravedad.
Fuentes internas de la cancillería venezolana aseguraron que las denuncias de Isea habían sido planificadas antes de la fecha del foro. Señalan también que habrían consultado con la canciller Delcy Rodríguez manejar la matriz del secuestro para así crear una escisión con el Gobierno de España, uno de los tantos países europeos que han expresado preocupación ante la crisis venezolana y han exigido el restablecimiento de la constitucionalidad en dicho país. El presidente de gobierno, el Senado y el Congreso de los Diputados, han emitido declaraciones y aprobado propuestas no de ley en las que se denuncia la grave situación y se insta al logro de una salida urgente a la crisis. El único apoyo que ha logrado el embajador, en nombre de Maduro, procede de los partidos Podemos (que ahora se abstiene en casi todos los escenarios en los que se habla de Venezuela) e Izquierda Unida (de acérrima fidelidad), cuyos representantes acompañaban a Isea en el acto del jueves.
CONSEJEROS DE LA CONJURA
Y surgen dos nombres clave en la estrategia de simulación de secuestro. Livia Suárez González, con rango de consejera en la embajada, y el coronel Marcos Rodríguez, agregado de la legación. Los informantes aseguran que ambos funcionarios tomaron la convocatoria de los opositores para protestar el día jueves con el fin de crear un “falso positivo” a favor de Isea y el Gobierno de Maduro.
Pese a la tentativa de Isea de desconvocar la actividad, Suárez González insistió en que debía asistir con el fin de dibujar un escenario que presentara como violentos a los venezolanos que protestaban. Marcos Rodríguez apoyaría la estrategia. Isea accedió a la idea y entonces tramitó el visto bueno de la cancillería venezolana.
No solo prepararon el simulacro de secuestro, sino que fuentes de los organizadores de la jornada de protesta señalaron que entre los manifestantes se habían colado algunos personajes que jamás habían sido vistos en ocasiones anteriores, los cuales se dedicaban a incitar a la multitud a tomar acciones agresivas contra el local y contra los asistentes al acto. «Los tenemos identificados, eran tres o cuatro los que arengaban a los manifestantes», dijo uno de los organizadores.
SE ME OLVIDÓ TU NOMBRE
¿Qué pasaba en Caracas, entretanto? El viernes a mediodía el Gobierno español había respondido que el embajador venezolano había salido sin problemas del local bajo la seguridad brindada por las autoridades policiales. Consideraba el asunto aclarado y zanjado.
Pero en Miraflores los usos horario y político parecían haber perdido el mercurio. Catorce horas después de la declaración de La Moncloa, el presidente Maduro pretendió elevar la afrenta por encima de sus posibilidades. Se presentó en televisión y apartó dos minutos de su perorata para dedicárselos al tema. Maduro siempre la caga, todos los días lo hace. Luego de largarle un insulto a Rajoy, resbala:
«Yo le hago un llamado al Rey…»
De repente, Maduro se queda en blanco durante diez segundos larguísimos, no recuerda quién es el rey de España, su nombre, su abolengo, lo ha tenido como la máxima representación del exterminio genocida desde que Colón pisó Macuro en 1492 y ahora ese fantasma de cinco siglos y pico se le escapa, no sabe su nombre. Maduro se queda mudo y babieco, se muerde la lengua y se chupa el bigote mientras espera que el público, esos intelectuales que estaban recibiendo orientaciones sobre su proyecto constituyente comunal, le tire un salvavidas. «¿Cómo se llama el Rey?», pregunta, suplica. El público ríe a rabiar, se burlan del bufón que se cree rey de los nematelmintos. Roy Chaderton, en primera fila, se retuerce de la risa. La cúpula gobernante se ha burlado de él tantísimas veces y ahora se desquita con un arrebato irrefrenable. ¡Felipe!, sueltan a coro dos o tres en primera fila. «Ah, Felipe, doscientos años después». Maduro parece que se alivia y retoma el hilo: «Yo lo conozco a usted, Rey, nos hemos encontrado en decenas de encuentros internacionales. Usted es el jefe de Estado en España, ¿verdad?», le habla a la cámara como si Felipe VI estuviera en el palacio de la Zarzuela a las 3 de la madrugada viendo Telesur en el lecho con Letizia. «Le pido y le solicito que haga una investigación sobre la agresión al embajador, la agresión que se hizo al centro de la diversidad cultural, un espacio diplomático de Venezuela en Madrid, y que de esa investigación haya correctivos y castigo legal a quienes agredieron a un establecimiento diplomático sagrado y protegido por la Convención de Viena. Le pido al rey de España, como jefe de Estado, que actúe con altura de jefe de Estado y con respeto a la historia de las relaciones entre nuestros dos pueblos, con las diferencias históricas que hemos tenido de visión política…»