AMÉRICO FERNÁNDEZ
Le decían “El diario de Puerto Escondido” porque de esta manera nombraban el lugar donde fue reubicada la sede de la primera edición ocurrida el 3 de agosto de 1943, entre las esquinas de Marcos Parra a Pedrera, cuando los nazis atacaban Curazao como episodio menor de la Segunda Guerra Mundial. Allí, Henrique Otero Vizcarrondo hizo levantar el edificio en cuya entrada era posible apreciar un mural collage donde entre periodistas destacados aparecía mi foto. Quedé sorprendido cuando la vi y comprendí lo bien que lo estaba haciendo para merecer esa distinción, que seguramente tuvo el visto bueno de José Moradell, el gran arquitecto del periódico, nacido, ¡qué casualidad!, en Cataluña.
Últimamente he repasado mi vida y dicho que le debo mi formación en cierto modo a Cataluña, porque allá nació el padre carmelita Agustín María Costa Serra, párroco de La Asunción durante más de 40 años, quien me dio refugio y educación en la casa parroquial, y José Moradell quien me retuvo en la empresa periodística cuando le hacía la suplencia vacacional al periodista José Luis Mendoza, entonces corresponsal en el Estado Bolívar. Entré en conciencia de este hecho el día que vino de Barcelona, capital de la comunidad autónoma de Cataluña, todo un equipo de una planta televisora a entrevistarme para un documental en homenaje al explorador Félix Cardona Puig, pues habían leído en El Nacional una entrevista que le hice el 5 de septiembre de 1970 en la que sostenía haber visto el salto más elevado del planeta, antes que Jimmy Ángel.
LA SELVA DE LOS AVIADORES
Félix Cardona Puig, un catalán nacionalizado venezolano y con más de cuarenta años recorriendo Guayana, vio el famoso Salto, diez años antes que Jimmy Ángel, y lo señaló junto con otros tres grandes saltos en un mapa, el primero levantado sobre el Auyantepuy. Cardona trabajó en Cartografía Nacional y exploró a la Guayana durante 42 años. Viajó al Alto Caura, asimismo hasta las propias fuentes del Orinoco en la expedición franco-venezolana y puntos fronterizos con el Brasil. Cardona sostenía haber enseñado el camino del Auyantepuy a Jimmy Angel. Le mostró el Gran Salto veinte veces más elevado que el Niágara y se negó después a acompañarlo en su Flamingo, aunque luego tuvo que escalar la cenagosa meseta para rescatarlo y sacarlo de la selva.
Jimmy Angel dio a conocer el Salto en 1937. El 6 de febrero de 1942, cinco años después, volvió a sufrir otro accidente aeronáutico, pero en otro lugar y en circunstancias diferentes cuando volaba desde Ciudad Bolívar a Karanacuni, acompañado del mecánico Delfín Rosales. Llevaba de pasajeros al explorador y cartógrafo Félix Cardona Puig y a cuatro de sus hijos que se dirigían hacia el Ventuari donde estaba realizando trabajos cartográficos para el Gobierno.
Félix Cardona Puig está considerado como el explorador más importante de la Guayana venezolana de todos los tiempos. La primera expedición científica al Chimantá la realizaron en 1946 William H. Phelps, padre e hijo, conducidos por el capitán Félix Cardona Puig. No se contaba entonces con la rapidez, facilidad y comodidad del helicóptero. Este es utilizado en 1978 por primera vez en la expedición encabezada por Charles Brewer Carías y de allí en adelante ha sido el vehículo indispensable para la emocionante aventura de la ciencia. Las expediciones más recientes, cinco en total (1983-1986), las ha llevado a cabo el “Grupo Científico Chimantá” en función de un proyecto interinstitucional y multidisciplinario titulado “Inventario botánico-ecológico del Bioma Sabana en el Estado Bolívar”.
El trabajo de la comisión mixta permitió que Venezuela recuperase más de cinco mil kilómetros cuadrados de fronteras, pero perdió el Pico de la Neblina, el más alto de la frontera (3.014 m) visitada en 1960 por una expedición científica venezolana, integrada, entre otros, por William Phelps, Ricardo Zuloaga y Félix Cardona, quien en 1938 realizó un viaje de reconocimiento de las Simas de Jaua Sarisariñama y Guanacoco, en las cabeceras de Caura, hoy Parque Nacional. Ricardo Zuloaga y Félix Cardona, quien tenía una concesión diamantífera en Icabarú que puso en venta en 1952 a través del Henry Corradina, artista y etnólogo franco-venezolano que se radicó en Ciudad Bolívar.
Cataluña, con el puerto más importante del Mediterráneo, de donde vinieron los corsos que le imprimieron gran impulso económico a Guayana, es probable que de allá hayan venido los que fundaron a Barcelona de Anzoátegui, donde nació el fundador de El Nacional. Aquí en Guayana existió Barceloneta (La Paragua) en tiempo del gobernador Manuel Centurión Guerrero de Torres, que se tiene como el cofundador de Angostura porque fue él quien realmente la consolidó y la encaramó sobre una colina a fuerza de barra y pólvora, dándole forma ortogonal.
Después del doble accidente aéreo de Jimmy Ángel parece, por contagio, haberse desatado los accidentes aeronáuticos en el estado. El descubridor de Canaima como atractivo turístico fue el capitán Charles Baughan, pionero de la aviación comercial en Guayana y quien se había retirado para llevar una vida con su esposa apartada del tráfago de la ciudad y compenetrada con la naturaleza de Canaima, pero pereció en un accidente aéreo el sábado 4 de febrero de 1956 en Barlovento. El Nacional informó que pereció junto con su esposa Mary y ambos fueron enterrados frente al Salto El Hacha, al lado del norteamericano John Bryan, quien había muerto el año anterior al naufragar su curiara en la laguna Canaima. Charles Baughan había llegado a Venezuela a prestar servicio en la línea aérea TACA hasta 1948 cuando se dedicó a trabajar en Canaima donde construyó campamentos, pista de aterrizaje e inició el turismo en la zona desde Maiquetía. Cobrada Bs. 450 por persona, incluyendo hospedaje de dos días. El accidente que le costó la vida ocurrió en la montaña de Capaya en un avión con sigla YV-C-LBK. Él y su esposa estaban entre las diez víctimas. El campamento turístico de Charles Baughan terminó desarrollándolo la línea aérea Avensa, de los Boulton.
Otro accidente aeronáutico digno de recordación ocurrió el 4 de septiembre de 1966, cuando a una avioneta monomotor, fletada por el Ejecutivo del Estado Bolívar y pilotada por el capitán Hugo Siverio Ramos, se le reventó un cilindro en pleno vuelo, a escasa distancia de Guasipati, y cayó aparatosamente en un bosque cuando trasladaba hasta El Callao a cuatro periodistas invitados por el Presidente Raúl Leoni a la inauguración de una Escuela Granja de esa ciudad. Los periodistas eran Américo Fernández, de El Nacional; Gladys Figarella, jefe de Relaciones Públicas del Ejecutivo; Vinicio Romero Martínez y Nino Márchese, de El Bolivarense. Milagrosamente gracias a la pericia del piloto, todos resultaron ilesos y fueron rescatados diez horas después en el helicóptero del Presidente de la República, que en ese momento se encontraba en su hacienda “Puedpa”.
Todavía en enero de 1955 se continuaba la búsqueda de la avioneta del empresario Gustavo Ramella Vegas, desaparecida el jueves 15 de abril del año anterior.
A comienzos de enero del 55 la ubicaban al sur del Orinoco mediante un ejercicio de radiestesia practicado por la alemana Marie Loise Rockhead, miembro de la Sociedad respectiva de Wilbourd, Alemania Occidental.
La avioneta, modelo Stinson Detroter, se hallaba desaparecida desde el Jueves Santo del año anterior cuando se dirigía a Caicara del Orinoco, pilotada por su dueño el industrial Gustavo Ramella Vegas, el prestigioso médico caraqueño Rafael Ernesto López y las damas Mary de Bauta y Yolanda Ojeda Domínguez.
La búsqueda del aparato por aire, tierra y agua fue constante desde el primer momento, pero infructuosa. Al parecer, se lo tragó la selva.
Por tratarse de reconocidos personajes de la sociedad metropolitana, popularmente cuando alguien no era visto en mucho tiempo, solía decirse “Estás más perdido que Ramella Vegas”
Accidentes aeronáuticos entones eran frecuentes. El gran tráfico aéreo tenía su base en el aeropuerto de Ciudad Bolívar, con movilización de 500 pasajeros por día y 160 operaciones de aviones entre despeje y aterrizaje a través de diez líneas de aerotaxis, aparte de los vuelos regulares de Avensa, Aeropostal y particulares de entes privados.
Las avionetas que registraban más operaciones eran las que cubrían rutas mineras, comunidades indígenas, parajes turísticos como Canaima, Kavanayén y puestos militares de vigilancia fronteriza. Se creía que después de Maiquetía y Margarita difícilmente otro aeropuerto venezolano tuviese mayor número de aterrizajes y despegues de aviones, y por eso tal vez, en Guayana eran frecuentes los accidentes aeronáuticos, sin eludir los terrestres. Recordemos la caída del puente La Llovizna, que creo fue la prueba de fuego de mi debut como encargado de la Corresponsalía de El Nacional.
GUÍA PARA CORRESPONSALES
La Corresponsalía de El Nacional, entre las primeras creada en Venezuela, nació precisamente en el propio mes de agosto cuando el Orinoco suele llegar al tope de sus aguas. En esa ocasión el Río Padre se desbordó como nunca, hasta el punto que el Presidente Medina, quien acababa de llegar de una visita a los países bolivarianos, dispensaba una gira por la ciudad que fue noticiosamente cubierta por la periodista Francia Natera.
A Francia le siguieron, como agentes corresponsales, Gabriel Vílchez, Eliécer Sánchez Gamboa, Anselmo Reyes Navarro, Héctor Barrios. Absalón Bracho, Evaristo Marín, José Antonio Fernández, José Luis Mendoza y Américo Fernández.
El auge de la explotación del hierro, hidroelectricidad y establecimiento de las empresas básicas, plantearon la necesidad de una segunda Corresponsalía que la Editora situó en Ciudad Guayana, al frente de la cual estuvo el periodista Fernando Reyes Maita, seguido posteriormente por Giovanni González, José Carrillo Romero, Carmen Carrillo y Armando Grúber.
Siendo el doctor Arturo Uslar Pietri director del periódico, me instruyó para que me encargase temporalmente de la Corresponsalía de Ciudad Guayana. Entonces me envió esta carta:
“Caracas, 28 de abril de 1969
Señor Américo Fernández
Corresponsalía de El Nacional
Ciudad Bolívar. Estado Bolívar
Apreciado amigo:
Desde que tuve el honor de asumir la Dirección de El Nacional, he tenido el deseo de comunicarme con nuestros corresponsales, que son el nervio, el oído y la voz del diario en toda la variada extensión de nuestro país.
Un gran diario como El Nacional tiene que ser el resultado del mejor y más inteligente trabajo de equipo que se logra cuando todos los hombres que integran la gran máquina de información saben exactamente lo que tienen que hacer y lo realizan en el más alto nivel de eficacia y calidad.
El corresponsal no es otra cosa que el periódico en su territorio. Debe estar alerta para conocer verazmente y transmitir con toda objetividad la información significante.
Esa información debe ser ante todo local, pero debe significar algo de interés y curiosidad para todo el país. No sólo sucesos, sino iniciativas que signifiquen progreso o situaciones que deban ser conocidas. Datos económicos y culturales, etc. En sus informaciones no debe haber ni opinión ni inclinación personal, sino noticia cierta de hechos y declaraciones de personas que tengan interés.
En este sentido deben ustedes tener en cuenta que un diario como El Nacional sufre constantemente de la falta de espacio para poder darle cabida a toda la información que recibe. Por lo tanto no sólo es necesario enviar información significativa y valiosa, sino además hacerlo en la forma más directa y completa, sin palabras ni circunloquios innecesarios. Un buen reportero es el que dice todo lo que hay que decir de la manera más directa y clara y en el menor número de palabras. Esto nos permitiría poder dar una información más amplia y variada del interior del país que la que actualmente estamos ofreciendo.
También es conveniente que no nos limitemos a transmitir exclusivamente sucesos, declaraciones políticas o visitas de personajes nacionales.
La información local debe tener un carácter local y debe dar preferencia a la noticia de verdadera significación para la localidad. En este sentido a veces, más que la declaración de un político y visitante que repite lo que ya ha dicho en Caracas, tiene interés informar sobre el desarrollo de una nueva industria, sobre la situación de la agricultura, sobre problemas de vialidad o de edificación o de sucesos públicos locales. Las noticias de carácter económico son de particular interés para la región y para todo el país.
Desde la dirección estamos conscientes y apreciamos el valioso trabajo que nuestros corresponsales realizan y estamos todos dispuestos a atender y dar facilidades y orientaciones para que logremos entre todos la mejor y más completa información del país.
Yo le sabré agradecer muy sinceramente las sugerencias y observaciones que su experiencia le dicte, así como cualquier tema que considere de interés incluir en la reunión que próximamente habremos de celebrar en Caracas.
Le saluda cordialmente,
Arturo Uslar Pietri
Director”
Como decía antes, la cobertura de la caída del puente de La Llovizna en Ciudad Guayana fue prácticamente mi prueba de fuego. De allí en adelante hice carrera con los directores Ramón J. Velásquez, quien llegó a ser Presidente de la República, Oscar Palacios Herrera, José Ramón Medina, con quien logré escribir en la Página Editorial del periódico en las columnas Socaire y Vuelta de Hoja. Finalmente, Miguel Henrique Otero, quien llegó a ser diputado del Congreso Nacional al igual que yo diputado y presidente de la Asamblea Legislativa. Aparezco al lado de Rómulo Betancourt colocando la primera Piedra del Puente Angostura sobre el Orinoco, inaugurado por su sucesor Raúl Leoni en enero de 1967 que cubrí para El Nacional con el colega Euro Fuenmayor.
El Salto de La Llovizna fue escenario (agosto de 1964) de una de las tragedias más conmovedoras. 37 docentes que asistían como delegados a una Convención Nacional del Magisterio cayeron a las tormentosas aguas del Caroní al desplomarse un frágil puente de paseo.
La cobertura de tan trágico suceso seguramente contribuyó para que en 1967 obtuviese el Premio “Federico Pacheco Soublette”, instituido por El Nacional para el mejor corresponsal del año. Firmado por el Director Ramón J. Velásquez que, por cierto, estuvo preso en la Cárcel de Ciudad Bolívar como político perseguido por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Este Premio volví a obtenerlo el 3 de agosto de 1990 firmado por el presidente de la C. A Editora de El Nacional, José Calvo Otero, y el vicepresidente Miguel Henrique Otero.
La experiencia lograda como Corresponsal de El Nacional, me permitió en julio del año siguiente, graduarme de Comunicador Social, grado Magna Cum Laude, en la Facultad de Humanidades de la UCV, siendo rector el doctor Luis Fuenmayor Toro, al mismo tiempo que ingresar como Miembro Correspondiente a la Academia Nacional de la Historia y recibir la Orden Andrés Bello en su Primera clase (Banda de Honor) el 20 de junio de 1991.
Durante esos 25 años, El Nacional cubrió noticiosamente, desde sus Corresponsalías, el proceso de desarrollo económico e industrial de Guayana y nacimiento de una moderna y bien planificada Ciudad Capital casi en las bocas del Caroní, asiento de las Empresas Básicas de Venezuela.