ELIZABETH ARAUJO –
El gobierno de Macron pone fin a la polémica desatada tras la publicación de un manual escolar que introduce la escritura inclusiva. El libro encendió un debate en la clase política y los intelectuales, muchos de los cuales tildan de ridiculez la reforma feminista. Hasta la Real Academia, fundada en 1635 por el cardenal Richelieu, pone un grito en el cielo al ver “peligrar” la lengua de Moliere

La primera década del siglo XXI no solo ha puesto en su lugar cierta percepción ingenua de temas como los peligros del cambio climático o los riesgos del consumo de alimentos procesados, sino que ya de sí se encamina a librar una batalla que en el siglo pasado quedó en mitad de la vía, como es la lucha contra el dominio sexista en la sociedad.

Justo ahora cuando el caso Weinstein abre las compuertas de las denuncias en Hollywood por acoso y abuso sexual de hombres que prevalidos de su influencia y poder, y las mujeres responden al llamado del movimiento #metoo, este grito parece extenderse a otros ámbitos, al punto que en Italia una escritora está cuestionando los ensayos sobre el arte, acusándolos de ocultar la vida de los creadores. Es el caso de Gauguin, cuyo cuadro Tupapau, donde una chica posa desnuda en la cama, exige la revisión porque, en su criterio, no se trata de “la amante” del pintor, y de ninguna manera “describe una escena donde muestra el miedo ancestral de los polinesios a los espíritus de la muerte”, sino de Tehura, la niña de 13 años que el pintor habría forzado sexualmente y usó como modelo.

El idioma francés entra en la guerra de los sexosJE SUIS LE ROI, LE ROI DES CONS
Es en este contexto que Francia aporta su propio vendaval y lleva al terreno de la gramática el “determinismo sexista”, lo que ha suscitado un debate sobre el denominado “lenguaje inclusivo” y que el anterior presidente François Hollande decretó con el empleo en documentos gubernamentales y en los textos escolares. Ahora Edouard Philippe, primer ministro de Macron, zanja el debate abierto sobre la escritura inclusiva, a propósito de la publicación del manual escolar para niños de primaria redactado en este lenguaje, invitando a maestros y funcionarios a rechazar la nueva escritura que, no conforme con usar los términos “maestros y maestras”, incorpora un sufijo femenino en el sustantivo masculino, en favor de una mejor comprensión del contenido, como ejemplo: électeur•rice•es.

Aunque Philippe aclara que la iniciativa no altera el compromiso del gobierno para “reforzar la igualdad entre mujeres y hombres”, cree que “más allá del respeto del formalismo propio a los actos de naturaleza jurídica, las administraciones estatales deben conformarse a las reglas gramaticales y sintácticas, sobre todo por razones de inteligibilidad y de claridad de la norma”. Al mismo tiempo invita a sus servicios a feminizar los cargos siempre que sea posible.

De acuerdo a los grupos feministas, el lenguaje inclusivo está concebido para las futuras generaciones al acabar con la regla de concordancia del idioma que prevé que el masculino siempre prime sobre el femenino, ejemplo: las tres mujeres y el hombre sentados en la mesa eran franceses. Según esta óptica, se sigue condicionando “el dominio masculino” en el lenguaje, “tal y como se ha perpetuado en todos los ámbitos de la sociedad”. La iniciativa, abanderada por grupos feministas, propone grafías alternativas como “los diputados.a.s” o concordar un adjetivo con el sujeto más próximo, ejemplo: Luis y Luisa son bellas.

El idioma francés entra en la guerra de los sexosEsta escritura inclusiva desde luego ha sido reprobada por la Academia Francesa, que vela por el buen uso del idioma local, acusando la reforma como “peligro de muerte” para el ciudadano. “Si ya es difícil aprender una lengua, ¿Qué sucederá si en su uso se añaden los sufijos alterados”, denunció la institución, fundada en 1635 por el cardenal Richelieu.

De hecho, el actual gobierno prohíbe inclusive que se empleen términos como “todos y todas”, “ciudadanos y ciudadanas” o “niños y niñas”, que tenían por fin incluir a sufijos femeninos en sustantivos masculinos, según organizaciones feministas que reclamaban que el lenguaje masculino no es neutro.

“Más allá del respeto del formalismo propio de las actas de naturaleza jurídica, las administraciones dependientes del Estado deben adecuarse a las reglas gramaticales y sintácticas, principalmente por razones de inteligibilidad y de claridad”, explica el boletín del Gobierno. No obstante, las autoridades indicaron que hay una excepción para dicha norma: la publicación de convocatorias públicas de empleo sí incluirá el masculino y el femenino, para evitar caer en una preferencia de género.

El lenguaje inclusivo es defendido en Francia en círculos feministas, para quienes el lenguaje masculino no es neutro e implica una «invisibilización» de las mujeres. La publicación de un manual escolar el pasado marzo en el que por primera vez se optaba por ese tipo de escritura considerada «no sexista» puso de nuevo en el foco mediático las reivindicaciones de esos grupos.

El idioma francés entra en la guerra de los sexosPhilippe aboga por feminizar sistemáticamente nombres de cargos públicos, pero insiste en desestimar la medida más contestada: integrar un sufijo femenino en cada término masculino y separarlo con un signo tipográfico, como un punto medio. Por ejemplo, para referirse a los electores y las electoras a la vez, habría que escribir électeur•rice•es.

Pese a todo, la escritura igualitaria no parece destinada a desaparecer. El Ayuntamiento de París la ha adoptado en sus comunicados. Algunos medios, como la edición francesa de Slate, también. Además, el procesador de texto Word acaba de agregar una opción de corrección inclusiva en su última actualización. Y la Asociación Francesa de Normalización, a cargo de la estandarización tipográfica, estudia añadir el punto medio en los teclados franceses a partir de 2018.

En Política e Idioma Inglés, un texto que data de 1946, George Orwell describe un lenguaje en declive que «se vuelve feo e impreciso», «plagado de virulentos giros» y contaminado por clichés o metáforas que se extienden por mímica. Para George Orwell, «el estilo moderno (…) ya no se trata de elegir palabras en función de su significado [sino] de aglutinar paquetes de palabras listas para usar y hacer el resultado presentable mediante simples trucos de charlatanes”.

Elizabeth Araujo, periodista venezolana. Escribe desde Barcelona, España.

 

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