MARIO SZICHMAN –
La revista literaria Current Opinion, de Nueva York, publicó en su número de septiembre de 1918 un artículo titulado “Another attempt to boost Bierce into immortality,” (otro intento de propulsar a Bierce hacia la inmortalidad).

La reseña aludía a la publicación, por parte de la editorial Boni & Liveright, de una nueva edición del libro de cuentos In the Midst of Life. El propósito, indicaba el texto, era exhibir a Bierce, “por tercera vez en tres décadas, como uno de los cuentistas supremos de Estados Unidos”. Bierce nunca tuvo mucho éxito con las editoriales.

En 1890, sus inigualables Cuentos de soldados y de civiles, ambientados durante la guerra civil de 1861-1865, fueron rechazados por todas las publishing houses a las cuales se acercó. Finalmente, en 1892, una editorial escasamente conocida los divulgó, sin trascendencia alguna. En 1898, hubo una segunda edición, a cargo de una importante editorial neoyorquina. Nada ocurrió. En 1909, las obras completas de Bierce fueron publicadas por la editorial Neale Company en una edición limitada (250 ejemplares) y muy costosa. El artículista de Current Opinion indicó que la iniciativa de Boni & Liveright podría ser el “valeroso, definitivo intento de asegurar a Bierce un sitio peculiar entre los inmortales de la literatura norteamericana”.

Bierce nunca es recordado por su obra completa, pese a que escribió tres novelas cortas, numerosos cuentos, el incomparable Diccionario del Diablo, poemas satíricos, Fábulas Fantásticas, obras de terror y el también incomparable Club de los Parricidas.

Recuerdo que cuando entrevisté al novelista Kurt Vonnegut y le pregunté por Bierce, me dijo: “¿Quién puede olvidar An Occurrence at Owl Creek Bridge?” El espeluznante relato narra el ahorcamiento de un simpatizante de los confederados durante la guerra civil. El prisionero es colgado de la viga de un puente. La soga se rompe, y el simpatizante de los confederados avizora su escape, su regreso al hogar y a su familia, en el curso de varios días… hasta llegar al inesperado final.

BITTER BIERCE
El “amargo” Bierce tuvo la fortuna, o el infortunio, de ser un gran periodista. En 1886 fue a trabajar para el periódico The San Francisco Examiner, propiedad del magnate William Randolph Hearst, el modelo en que se basó Orson Welles para su filme Citizen Kane. Y allí perseveró, en cargos ejecutivos, hasta el 1909. El vitriolo que descargaba Bierce en sus columnas lo convirtió pronto en enemigo de muchos políticos importantes. Franklin Knight Lane, un periodista y político demócrata de California, que luego fue designado por el presidente Woodrow Wilson Secretario del Interior (1913-1920), dijo de Bierce: “es un monstruo horrendo, una mezcla de dragón, lagartija, murciélago y víbora, y como tal, imposible de calificar”.

Algunos señalan que la popularidad de Bierce como columnista conspiró contra su fama. No hay nada tan antiguo, señala un bolero, como un periódico de ayer. Su Diccionario del Diablo, sus relatos, su poesía, inclusive sus mejores trabajos periodísticos, fueron transfigurados en libros de manera intermitente. Sin embargo, el escritor adquirió rápida celebridad fuera de Estados Unidos. Sus obras fueron traducidas a todos los idiomas europeos, incluidos el ruso y el noruego. Por otra parte, en el mundo anglosajón, contó con influyentes admiradores.

Notorios autores de su época como Arthur Machen, Arnold Bennett, Gertrude Atherton, Percival Pollard y Owen Wister (el padre fundador de la narrativa del Lejano Oeste con su novela The Virginian) lo consideraron sobresaliente en el campo de la sátira y del cuento.

Bennett escribió en la revista New Age de Londres que Bierce padecía “una reputación subterránea». Decía que era “mitad Edgar Allan Poe”, y “mitad Próspero Merimée”. Al referirse al relato “An Ocurrence at Owl Creek Bridge”, Bennett señalaba que Edgar Allan Poe se hubiera sentido muy orgulloso de ponerle su firma.

PARRICIDAS Y SERES SATÁNICOS
El club de los parricidas consta de cuatro cuentos: My Favorite Murder; Oil of Dog; An Imperfect Conflagration y The Hypnotist (Mi asesinato favorito, Aceite de perro, Una conflagración imperfecta y El hipnotizador). Todos son narrados en primera persona por un asesino. El único narrador que se le puede comparar en ese territorio es Francisco de Quevedo y Villegas, el autor de Historia de la vida del buscón. Basta leer el comienzo de algunos de los cuentos para descubrir el peculiar humor negro que vertía Bierce en su prosa:

MY FAVORITE MURDER: “Habiendo asesinado a mi madre bajo circunstancias de singular atrocidad, fui arrestado y llevado a juicio. El proceso se prolongó siete años”.

OIL OF DOG: “Mi nombre es Boffer Bings. Fui engendrado por honestos progenitores de menguados recursos. Mi padre fabricaba aceite de perro, y mi madre tenía un pequeño taller a la sombra de la iglesia del pueblo, donde se libraba de bebés inoportunos”.

AN IMPERFECT CONFLAGRATION: “En una temprana mañana de junio de 1872 asesiné a mi padre. En esa época, el acto me causó una profunda impresión. Eso ocurrió antes de mi casamiento”.
Pero, es obvio que la Biblia de Bierce es su Diccionario del Diablo.

En un prefacio, Bierce dijo que The Devil’s Dictionary “comenzó a publicarse en un semanario en 1881, y se fue prolongando de manera esporádica, a largos intervalos, hasta 1906”.

La primera edición apareció con el título de The Cynic’s Word Book, “una denominación que el autor no estaba en condiciones de rechazar, o sentía la felicidad de aprobar”, dijo Bierce. “Fui obligado a aceptar el más respetuoso título, debido a los escrúpulos religiosos” de los propietarios del “último periódico en el cual parte de la obra había aparecido”.
He aquí algunas de sus frases más famosas, no siempre en orden alfabético:

AIRE: sustancia nutritiva usada por la generosa providencia para engordar a los pobres.
ABDICACIÓN. Un acto por el cual un soberano evalúa la alta temperatura del trono.
ABORÍGENES. Personas de escasa importancia que estorban el suelo de un territorio descubierto en fecha reciente. Pronto cesan de estorbarlo, y comienzan a fertilizarlo.
MATRIMONIO. Estado o condición de una comunidad que consta de un dueño, una señora, y dos esclavos, conformando un total de dos personas.
NOVIA. Mujer con una bella posibilidad de haber dejado la felicidad detrás de ella.
AMOR. Una locura temporal que puede curarse con el matrimonio.
ADMIRACIÓN. Cortés reconocimiento de la semejanza entre otro y uno mismo.
ABURRIDO. Persona que habla cuando uno quiere que escuche.
AMBICIÓN. Deseo obsesivo de ser calumniado por los enemigos en vida, y ridiculizado por los amigos después de muerto.
APLAUSO. El eco de una tontería.
AUDACIA. Una de las cualidades más evidentes del hombre que no corre peligro.
AUTOESTIMA. Evaluación errónea.
BLANCO. Negro.
BRUTO. Ver la palabra marido.
CAÑÓN. Instrumento usado en la rectificación de fronteras.
CELOSO. Indebidamente preocupado por conservar lo que sólo se puede perder cuando ya no vale la pena conservarlo.
BARÓMETRO. Ingenioso instrumento que nos indica qué clase de tiempo tenemos.
CÍNICO. Un ser miserable cuya defectuosa vista lo hace ver las cosas tal como son, y no como deberían ser.
CONFORT. Estado de ánimo producido por la contemplación de la desgracia ajena.
CORONACIÓN. Ceremonia de investir a un soberano con los signos externos y visibles de su derecho divino a ser volado hasta los cielos por una bomba.
REPORTERO. Un escritor que adivina el camino hacia la verdad, y lo disipa con una tempestad de palabras.
DESTINO. Justificación del crimen de un tirano; pretexto del fracaso de un imbécil.
DIFAMAR. Decir mentiras sobre otro. Decir verdades sobre otro.
DISTANCIA. Único bien que los ricos permiten que los pobres conserven.
DOS VECES. Una vez de más.
LONGEVIDAD. Prolongación poco común del miedo a la muerte.

UNA FORMA DE EUTANASIA
Hacia el final de su vida, Bierce sucumbió al pesimismo que había volcado en su prosa en un intento por alejarlo de su vida. Nunca se reconcilió con su esposa, quien le pidió el divorcio en 1905, y padeció la maldición de sobrevivir a sus dos hijos. Uno fue asesinado cuando era un adolescente intentando retener el amor de una mujer. El otro falleció de neumonía agravada por el alcoholismo.

En 1913, cuando estaba por cumplir los 71 años de edad, y ya estaba muy afectado por el asma, Bierce decidió visitar México y entrevistar al líder revolucionario José Doroteo Arango Arámbula, más conocido como Pancho Villa.

En la que es, quizás, su carta más famosa, enviada a su sobrina Lora poco antes de su partida a México, Bierce dijo: “Si escuchas que me pusieron en México contra una pared de piedras, y me convirtieron en pulpa, debes saber que para mí es una manera bastante buena de abandonar la vida. Es mejor que la ancianidad, la enfermedad, o caerse por las escaleras de un sótano. Ser un gringo en México, ¡Ah, eso es eutanasia!”

Poco después de su llegada a México, Bierce envió varias cartas a su hija Helen. Sugería que se había unido a una división del ejército de Villa, y mencionó un avance de las tropas a la población de Ojinaga. Luego, se lo tragó la tierra.

Las versiones que acompañaron la desaparición de Bierce suman decenas. El ensayista Glenn Willeford hizo una buena recopilación de todas ellas. Hay una que tiene visos de realidad. Entre el 26 y el 27 de noviembre de 1913, la División del Norte comandada por Villa derrotó a un fuerte contingente de “Huertistas” y “Colorados” en Tierra Blanca, una estación de trenes situada a unos 50 kilómetros de Ciudad Juárez, limítrofe con Estados Unidos.

“Bierce no solo fue testigo de la batalla, sino que en cierta manera participó”, dice Willeford. Cuando varios soldados le dijeron que estaba muy viejo para participar en un combate, Bierce pidió un rifle prestado, apuntó a la cabeza de un soldado enemigo desde gran distancia, y lo mató. El historiador Friedrich Katz, de la universidad de Chicago, dijo en un libro publicado en 1998 sobre Pancho Villa, que los revolucionarios mexicanos quedaron tan encantados con la puntería del gringo, que “le regalaron un sombrero villista como premio por su puntería”.

¿Qué ocurrió después? Es imposible de averiguar. Willeford dice que la explicación más racional sobre la desaparición de Bierce es que se dirigió al norte con las tropas de Villa, llegó cerca de Ojinaga el 9 de enero de 1914, y murió en el curso de la batalla librada el 10 de enero, o falleció de causas naturales por esos mismos días.

Inclusive después de la revolución, varios grupos de investigadores norteamericanos fueron a México buscando los restos de Bierce. Cuando le mostraron una foto de Bierce a un oficial del ejército mexicano de nombre Ybarra, dijo que lo había visto en Ojinaga, pero que tras el asalto a la guarnición de los federales, nunca lo volvió a ver.

Es bastante probable que Ambrose Bierce muriera en Ojinaga, tal vez agradeciendo ser gringo en México, que para él representaba una buena forma de eutanasia.
Es difícil asignar a Bierce otra clase de muerte. Murió, como había vivido, afrontando toda clase de riesgos en la guerra civil, enfrentando toda clase de seres despreciables y admitiendo que él también participaba en el desorden del mundo.

Quizás, la mejor expresión de la inquina de Bierce por el ser humano, está resumida en uno de los aforismos del Diccionario del Diablo: SOLO. Mal acompañado.

Publicado en https://marioszichman.blogspot.com.es @mszichman 

 

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