LUIS SALAMANCA –

Los regímenes autoritarios, que aspiran a mantenerse en el poder indefinidamente, suelen dejar el gobierno en virtud de dos factores: la movilización de masas pidiendo cambios políticos y la fractura o debilitamiento de la estructura de poder que sostiene al gobernante autoritario. Hay otros factores de cambio pero son excepcionales: una guerra civil, una guerra internacional y/o una invasión extranjera.

Sin embargo, no siempre los dos factores se presentan juntos. Por ello, la literatura especializada suele preguntarse acerca de cuál de ellos termina siendo el más decisivo. ¿Qué provoca la salida de un gobernante autoritario negado, además, a hacer elecciones, o que busca hacerlas de manera espuria? ¿Las masas en la calle, o la pérdida de su poder interno? La respuesta parece obvia: salen por la convergencia de ambos factores simultáneamente. Pero no siempre ocurre así.

A veces ocurre uno de ellos y el otro no: puede haber una robusta movilización de masas en la calle pero la estructura de poder cohesionada no permite el cambio político; a veces no cuaja la movilización de masas pero la estructura de poder está fracturada y aparece el cambio político; a veces funcionan los dos conjuntamente y sale el gobernante autoritario y, a veces regresa, como Chávez en 2002. En fin, la ecuación se inclina abiertamente por la fractura interna del círculo en el mando, como la variable fundamental del cambio del gobernante autoritario. Y precisamente por eso es que se necesita evaluar cada caso a la luz de lo que realmente acontece.

Luis Salamanca - La clave es la cohesión del poder
Series: Cambridge Studies in Comparative Politics – Professor Milan W. Svolik – University of Illinois, Urbana-Champaign

Que el factor fundamental suele ser la pérdida de cohesión de la estructura de poder que sostiene al gobernante autoritario, lo pone en evidencia Milan Svolik en su libro The politics of authoritarian rule (2012). Este señala que entre 1946 y 2008, de 205 gobernantes autoritarios de diverso tipo en el mundo, el 68% de ellos dejó el cargo debido a lo que llama golpes de Estado y sólo el 11% de los detentadores del poder salió por la acción de masas. Son los conflictos al interior del círculo gobernante lo que lleva a la pérdida de apoyo del mandatario al interior de la estructura de poder. Ello se traduce en golpes de Estado, pero puede dar lugar a otras modalidades de salida del poder: renuncias, huidas, salidas negociadas, abandono del cargo, etc. Los gobernantes autoritarios no caen sólo por golpes de Estado.

Esto no significa que la gente tiene que sentarse a esperar que se produzcan las fisuras o quiebres dentro de la estructura de poder, pues, la misma acción de masas suele ayudar a que ella se produzca o se acelere. Sin embargo, lo que finalmente provoca el cambio es la quiebra de la alianza del poder sobre la que se apoya el gobernante antidemocrático

Nuestra propia historia política nos trae ejemplos de cómo se han comportado ambos factores. Tras la muerte de Juan Vicente Gómez, el 17 de diciembre de 1935, la población salió a las calles pidiendo cambio político y castigo para los gomecistas (“sanciones y destituciones”) y no volvió durante año y medio. El primer movimiento social de la Venezuela contemporánea se formó tras la desaparición del dictador. Centenares de protestas en un país que había sido sometido a la pasividad por la dictadura. Con su presencia tumultuaria la gente cambió la agenda política de los herederos de Gómez. El general Eleazar López Contreras, ministro de Guerra y Marina, asumió el mando tras sacar del juego a su principal contendiente, Eustoquio Gómez, familiar del sátrapa que aspiraba a una continuidad dinástica.

El 14 de febrero de 1936, el 25% de los caraqueños inventó la marcha por las calles, llegando a Miraflores. Allí los recibió el Presidente de la República, quien oyó sus reclamos y respondió con el Programa de Febrero. Luego de la visita, se produjeron cientos de saqueos antigomecistas. Pese a toda esa ola protestaria, la democracia no pudo instalarse y López Contreras terminó aplicando medidas autoritarias contra la protesta y sus expresiones partidistas y gremiales. Es decir, no hubo cambio de régimen político. Fue la primera transición frustrada en nuestra historia contemporánea.

El movimiento democrático que nació de las protestas de 1936 terminó concretando sus demandas entre 1945 y 1948. En esta ocasión, los dos factores actuaron al revés. No había un movimiento de masas importante, pues, el general Isaías Medina Angarita había legalizado los partidos políticos, permitido una buena dosis de libertad de expresión e información, no tuvo presos políticos, otorgó el voto a las mujeres a nivel municipal y permitió la difusión de la doctrina comunista. Sólo le faltaba establecer el sufragio universal que era la exigencia de la época. Sin embargo, la estructura de poder perdió su cohesión interna y se produjo un golpe de Estado que derrocó al gobierno y, por ese alzamiento castrense, se produjo la primera transición exitosa a la democracia en Venezuela.

El ejemplo magistral de cómo se conjugan los dos factores fue la caída del general Marcos Pérez Jiménez (1948-1958). En 1957, la gente y diversos factores de la sociedad civil tomaron las calles, el púlpito, los medios, los gremios, la resistencia partidista, la Sociedad Patriótica formada en la clandestinidad, generando una ola de protesta y manifestaciones contra la dictadura. El dictador reprimía y detenía a estudiantes, a dirigentes políticos y a cualquiera que protestara, pero cometió un error fatal al tomar un atajo para no hacer las elecciones democráticas establecidas en la Constitución y realizar un plebiscito en diciembre de 1957. Así pasó el año. Fue a inicios del 58 cuando apareció a la luz pública una fractura en la estructura de poder.

El plebiscito produjo una crisis al interior de la estructura de poder, acelerada por un golpe de Estado fracasado, el 1 de enero de 1958. A partir de allí, el dictador perdió la sustentación militar que lo mostraba como uno de los gobernantes más sólidos en la región. La protesta de la sociedad civil en la calle se combinó con la fractura del poder. Fue a partir del golpe que se le vino el mundo abajo al dictador. En 22 días le sobrevino una crisis en las Fuerzas Armadas, convertida en una rápida pérdida de autoridad y de poder del mandatario frente a sus subordinados, hasta la definitiva transferencia del mismo a otros militares. Pérez Jiménez no pudo controlar la pérdida de autoridad y de poder militar, y no le quedó otra vía que la huida, tras constatar que “pescuezo no retoña”, en un vuelo que nadie intentó impedir sino que los nuevos gobernantes facilitaron. Luego vino la segunda transición exitosa a la democracia en Venezuela.

Es claro que lo decisivo fue la pérdida de autoridad y poder militar de Pérez Jiménez combinado con la extraordinaria activación de la sociedad civil que llamó a huelga general y siguió protestando. Por cierto, la activación de la sociedad civil en 1957 permitió que el gobierno que siguió a Pérez Jiménez fuera cívico-militar y no solo militar.

En abril de 2002, los dos factores se conjugaron nuevamente para producir la salida del Presidente Hugo Chávez (1998-2013). Una gigantesca marcha dirigida hacia Miraflores fue repelida a tiros por partidarios del mandatario generando, en medio del caos, 19 víctimas fatales. Esto llevó a un pronunciamiento militar solicitando la renuncia del jefe de Estado quien se vio obligado a dejar Miraflores, retornando a su oficina a los pocos días. Acá la falta de cohesión en la nueva coalición que asumió el poder temporalmente, terminó facilitando el contraataque de los militares partidarios del gobierno. De nuevo se observa que lo que precipitó la salida y el regreso de Chávez fue la quiebra de la estructura de poder. Tras esa crisis, Chávez puso todo su empeño en controlar la FAN y es, hoy por hoy, la Fuerza Armada más controlada de nuestra historia contemporánea, después de la de Juan Vicente Gómez.

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Luis Salamanca es abogado, politólogo y doctor en Ciencias Políticas.

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