PATRICK GILLESPIE, MARILIA BROCCHETTO Y PAULA NEWTON –
(CNNMoney, 26 de julio 2017) – A Venezuela se le está agotando comida. Los hospitales pasan por una sobrepoblación de niños enfermos, mientras los doctores intentan trabajar con medicinas insuficientes y pocas máquinas de rayos X. La electricidad tampoco está garantizada.
Prácticamente, lo único que abunda en Venezuela es el caos.
La economía va en un espiral directo al colapso y una crisis humanitaria tiene a multitudes de personas sumidas en la enfermedad y el hambre.
Además, el país también está atravesado por una crisis política. El presidente Nicolás Maduro convocó a una Constituyente este domingo y sus críticos sostienen que esta votación podría terminar de minar los últimos vestigios de la democracia en el país.
Esta votación le permitiría reescribir la constitución y reemplazar a la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, con un cuerpo legislativo totalmente nuevo que estaría compuesto de sus nominados elegidos a dedo.
Pero alguna vez Venezuela fue el país más rico de América Latina. Así fue cómo se derrumbó.
La economía de Venezuela: “está en un punto de no retorno”
Venezuela cuenta con el mayor suministro de petróleo crudo en el mundo, lo que en un momento pareció un infinito pozo surtidor de efectivo. Pero ahora al gobierno se le está agotando el dinero, los precios están por las nubes y nadie sabe con certeza cuánto puede empeorar la situación.
Durante los años 90, Venezuela fue una potencia de Sudamérica. Tanto que el expresidente Bill Clinton eligió al país como la primera parada del viaje que hizo a la región en 1997.
Pero la desigualdad aumentó hasta ser extrema: una pequeña élite lo controlaba todo mientras las multitudes empobrecidas se enfurecían.
En 1999, el país cambió su modelo al socialismo y eligió al presidente Hugo Chávez, quien luchó por el populismo, rompió los lazos con Estados Unidos y se sumó a China y a Rusia, que le prestaron a Venezuela miles de millones. Chávez gobernó hasta su muerte en 2013 y todavía es considerado un héroe de los pobres.
Pero su gobierno gastó demasiado en programas de asistencia social y fijó precios para todo. Las tierras agrícolas primero fueron declaradas propiedad del Estado y luego abandonadas. Por lo que el país se convirtió dependiente de la venta de su petróleo en el exterior.
Antes de morir, Chávez eligió a Maduro como su sucesor y este mantuvo las prácticas del régimen. Su gobierno, además, dejó de publicar estadísticas fiables, incluyendo las cifras del crecimiento económico e inflación. También aceptó millones en sobornos para proyectos de construcción y acumuló deudas que todavía lucha por pagar.
Mientras tanto, el único producto que le quedaba a Venezuela empezó a devaluarse.
Para 2014, el precio del petróleo era de unos 100 dólares por barril. Pero entonces, varios países comenzaron a extraer más cantidad de este producto porque dejó de ser inaccesible: ahora podía ser dragado con nueva tecnología. Al mismo tiempo, las empresas a nivel mundial dejaron de comprar gasolina. Así que el exceso de petróleo llevó a que el precio global cayera a 26 dólares por barril en 2016.
Hoy en día está alrededor de los 50 dólares, lo que significa que los ingresos de Venezuela se redujeron a la mitad.
Con el valor del petróleo por el piso y el efectivo del gobierno agotándose, el control sobre los precios se convirtió en un gran problema. El estado todavía financia la comida muy por debajo de los precios normales para tranquilizar a los pobres. Maduro imprimió dinero a una velocidad vertiginosa y el bolívar se desvalorizó, eliminando así empleos e ingresos.
Simultáneamente, la hostilidad de Maduro contra las empresas extranjeras produjo un éxodo corporativo. Pepsi, General Motors y United Arlines fueron apenas algunas de las empresas que redujeron su presencia o salieron del todo del país. Según el Fondo Monetario Internacional, este año el desempleo podría alcanzar el 25%.
Y el panorama de la inflación tampoco es alentador. En 2010, un dólar equivalía a cerca de ocho bolívares, mientras que hoy en día corresponde a casi 8.000 bolívares, de acuerdo al cambio no oficial, que muchos venezolanos utilizan porque las tasas del gobierno se consideran bastante sobrevaloradas. Además, los precios podrían subir en un asombroso 2.000% el próximo año.
Para mantenerse a flote, Maduro aumentó el salario mínimo tres veces en lo que va corrido del año. Esta estrategia ha proporcionado un poco de alivio a corto plazo para los pobres, pero los expertos sostienen que a largo plazo termina por crear más dolor a través de una moneda sin valor.
«La economía es realmente un caos, está totalmente colapsada, está en el punto de no retorno», indicó Alberto Ramos, un economista que dirige el departamento de investigación para América Latina en Goldman Sachs.
Maduro culpa a la oposición de los problemas económicos de Venezuela y asegura que las sanciones estadounidenses contra los líderes venezolanos son la prueba de que ese país está pagando una «guerra económica».
Pero independientemente de dónde o en quién recaiga la culpa, la miseria humanitaria ha seguido a la caída económica.
Durante varios años, Maduro ha tenido que enfrentar una dura elección: pagar las deudas a China, Rusia y los inversionistas extranjeros o comprar alimentos y medicinas en el exterior.
Él eligió pagar las deudas. ¿El resultado? Los venezolanos pasando hambre y las muertes en hospitales aumentando. La escasez de alimentos es tan grave que el venezolano promedio viviendo en extrema pobreza perdió 8,6 kilo el año pasado, según una encuesta nacional.
«Hay gente en Venezuela que literalmente se está muriendo de hambre. Es algo apocalíptico», sentenció Eric Farnsworth, vicepresidente del Consejo de las Américas, una organización empresarial. «Yo diría que Venezuela es un estado fracasado».
Principalmente, Venezuela importa alimentos desde Brasil, Colombia y México porque el gobierno dejó de cultivar sus fértiles tierras hace años.
Durante los primeros cinco meses de este año, las exportaciones de alimentos de esos países a Venezuela disminuyeron un 61% frente al mismo período de 2015, según Panjiva, una firma de investigación.
Y la escasez de medicamentos es peor: 756 mujeres murieron durante o poco después de haber dado a luz el año pasado. Cifra que representó un aumento del 76% desde 2015, según una extraña publicación de registros gubernamentales que Maduro condenó.
Casi 11.500 niños murieron en 2016, un aumento del 30% respecto al año anterior. Los casos de malaria subieron a 240.000, un 76% a partir de 2015.
«Incluso en el hospital no hay comida para los pacientes», reveló la doctora Huniades Urbina-Medina, jefa de pediatría del Hospital de Niños J.M. de los Ríos, un hospital infantil en Caracas. «Aún no tenemos medicamentos, rayos X, tomografías, nada”, añadió.
Pero no es sólo la comida y la medicina. Los venezolanos a veces deben racionar la electricidad y el agua durante las sequías.
Las crisis han expulsado literalmente a las clases media y alta de Venezuela, creando una grave fuga de cerebros. Casi dos millones de venezolanos han abandonado el país desde 1999, según la investigación de Tomas Páez, profesor de sociología de la Universidad Central de Venezuela en Caracas. Y este es un país de sólo 30 millones de habitantes.
La agitación política se ha fraguado durante años
En 2015 parecía que había llegado un potencial punto de inflexión político, cuando los líderes de la oposición ganaron la mayoría de los escaños en la Asamblea Nacional, dando así un golpe a Maduro. Pero el resultado fue un punto muerto.
A principios de 2016, Maduro llenó el Tribunal Supremo de Justicia con partidarios suyos para impedir que la Asamblea Nacional lo impugnara. Después, en marzo pasado, el alto tribunal intentó disolver el órgano legislativo por completo, provocando como consecuencia meses de protestas que han dejado casi 100 muertos.
La votación de este domingo 16 de julio llevó la agitación política al límite. Mientras Venezuela sume en el caos, Maduro actúa si estuviera ocurriendo la situación contraria.
El pasado jueves, publicó en su cuenta de Twitter un video de sí mismo conduciendo a través de Caracas, en calles fuertemente controladas por la policía. En la cámara, Maduro insiste en que las calles son seguras, y que la gente está trabajando y viviendo vidas ordinarias.
Pero a pocos kilómetros de distancia, fuera de las imágenes, los jóvenes venezolanos se enfrentaron con la policía antidisturbios, mientras los fuegos ardían en las calles.