GIOCONDA SAN BLAS –
Paralela al escandaloso aumento de la pobreza en Venezuela, aparece la reducción en la ingesta de alimentos proteicos: pollo y carnes rojas de 79% a 45% o leche de 48% a 25%, mientras aumenta la de tubérculos de 9% a 52%. No en balde, 32% de los encuestados por Encovi en 2016, representativos de 9,6 millones de venezolanos, manifiesta hacer dos o menos comidas al día, con pérdida promedio de 8,7 Kg de peso.
Vemos las miradas tristes de niños hambrientos, los padres desesperados hurgando la basura, las caras cansadas de ancianos enfermos, mientras los poderosos del régimen insisten en que todo es una sensación malsana de quienes se les oponen, que por el contrario, los niños están bien nutridos en cuerpo y mente, que los abuelos nunca habían estado mejor atendidos y que es leyenda urbana la búsqueda de restos de comida en los estercoleros de las ciudades, que todo es una confabulación imperial para desestabilizar un pretendido “gobierno obrero”, supuestamente dedicado como ninguno antes a su pueblo.
Para confrontar esas “sensaciones” con la realidad, nada mejor que poner números a la tragedia social que nos embarga. Y para eso, el reciente trabajo conjunto de las Universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello en su encuesta Encovi 2016 es por demás oportuno.
Levantada por genuinos expertos en los campos de alimentación, educación, pobreza, salud, seguridad personal y trabajo y no por improvisados ministriles del régimen, la encuesta retrata la dolorosa decadencia de los venezolanos entre 2014 y 2016, como consecuencia del derrumbe macro y microeconómico de la nación, luego de 18 años continuos de destrucción sistemática de la institucionalidad y del aparato productivo, sumado a un manejo obsceno de las opulentas finanzas con las que contara Venezuela, las mayores en toda su historia, cuya consecuencia no ha sido otra que la ruina material de Venezuela y los venezolanos y la postergación de proyectos propios de una nación en progreso.
Es así como saltan a la vista las cifras de Encovi que hablan del empobrecimiento de la población, de 48% en 2014 a 82% en 2016, mientras el sector de “no pobres” queda reducido de 51% a un mero 18% en apenas tres años.
Paralela a este escandaloso aumento de la pobreza en el país, aparece la reducción en la ingesta de alimentos proteicos: pollo y carne roja de 79 a 45% o leche de 48 a 25%, mientras aumenta la de tubérculos de 9 a 52%. No en balde, 32% de los encuestados en 2016, representativos de 9,6 millones de venezolanos, manifiesta comer dos o menos comidas al día, con pérdida promedio de 8,7 Kg de peso.
Una consecuencia trágica de este estado de cosas es la triste situación educacional de los niños y jóvenes venezolanos, un sector especialmente sensible porque compromete el futuro de la nación. Por hambre y pobreza, 12% de los matriculados dejan de ir a la escuela, a lo que se suma la desescolarización de un millón de niños entre 3 y 17 años. Es decir, la población que heredará esta tierra para desarrollarla estará parcialmente discapacitada para acometer las labores propias de un mundo en vertiginoso progreso científico-tecnológico, en razón de la indigencia material e intelectual a la que está siendo sometida.
La población joven (menor de 35 años) también es la más afectada por la ola de violencia homicida que sacude a nuestro país. De los más de 28 mil homicidios ocurridos en 2016, 76% recaen en esa población, sin que sea posible enfrentar los culpables a la justicia, dado el casi 95% de impunidad reinante.
No es de extrañar entonces que más del 80% de aquellos jóvenes universitarios, preparados con los mejores criterios de excelencia académica, manifieste su intención o deseo de irse del país una vez culminados sus estudios, para seguir los pasos de ese millón y medio de venezolanos ya en el exterior. Sus motivos no son solo las escasas posibilidades de ascenso social una vez logrado el título académico. Es que la vida misma se les va en ello.
La devastación en la que malvivimos no ha sido producto de una catástrofe geológica inevitable. No, este estado de cosas es el resultado de casi 20 años de aplicación sistemática y planificada de un miserable programa probado y fracasado en otras latitudes para subyugar al pueblo, con el único fin de la perpetuación en el poder. Ya lo decía George Orwell en su celebrada obra “1984”: “No se establece una dictadura para salvaguardar la revolución; se hace ésta para establecer la dictadura… El objeto del poder es el poder”.
Está en nosotros impedir que esto ocurra.
TUITEANDO
Un motivo de orgullo nacional: los 25 jóvenes de la UCV, USB y UCAB que ganaron en Harvard los premios a las mejores delegaciones en la competencia mundial por el Modelo de Naciones Unidas. Un ejemplo de esa otra Venezuela de valores, excelencia académica, esfuerzo, progreso que hará posible el resurgir de la nación cuando la noche dé paso a la luz del día. ¡Bravo, muchachos!
giocondasanblas@davinci1412

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