CHIPILO PULIDO –

En efecto, Chávez no invento casi nada.

La dependencia económica y fiscal con el petróleo no la inventó Chávez, pero sí incrementó su dependencia sin otro rumbo que vivir de las importaciones.

La inflación tampoco fue un invento de Chávez, pero con sus erradas políticas económicas consiguió que Venezuela tenga hoy la tasa de inflación más alta del mundo.

La inseguridad no es creación del chavismo pero con ellos en el poder, Caracas se convirtió en la ciudad con el mayor índice de muerte violenta del mundo.

Otra aspecto preexistente a la llegada de Chávez al poder es la precariedad material de muchos sectores de la población, pero hoy la pobreza general y la pobreza extrema se encuentran en considerable progresión.

Hay muchas cosas que Chávez no inventó pero sobre las cuales no cabe la menor duda de que las agravó considerablemente. Él y su sucesor son responsables de la desastrosa situación que vive la nación con un drama humanitario -ese sí – sin precedente en el último medio siglo de la historia de Venezuela.

Con Chávez se perdió la República y se vulneró la separación de los poderes.

Chávez fracturó la sociedad al extremo con una enfermiza polarización.

Militarizó la administración venezolana colocando militares en todas las altas funciones del estado.

Militarizó también la sociedad con la creación de grupos paramilitares (los colectivos chavistas) que no están amparados por la constitución, pero que el gobierno nacional financia, protege y apadrina. Estos grupos violentos, que golpean a los diputados de la Asamblea Nacional y asesinan jóvenes indefensos, nacieron con el apoyo y el beneplácito de Hugo Chávez y constituyen una de sus más nefastas creaciones.

Chávez permitió una corrupción en proporciones abismales de su familia y de sus amigos.

Entregó la administración de los asuntos más neurálgicos de la nación a los hermanos Castro, aspecto este verdaderamente «innovador», criminal y lesionador de nuestra soberanía.

Regaló el dinero de la nación a otros países dejando en el abandono hospitales y escuelas.

Financió con el erario público los movimientos de la extrema izquierda en muchos lugares del planeta.

Permitió que Venezuela se convirtiera en refugio de los guerrilleros asesinos de la Farc colombiana.

Su régimen facilitó -como nunca antes- que Venezuela se convirtiera en un espacio de tránsito-puente de la droga hacia el mundo.

Y a pesar de todos estos elementos imposibles de ocultar, el candidato a las elecciones presidenciales francesas el 23 de abril, Jean-Luc Mélenchon hace apología de Hugo Chávez y de su sucesor.

Afirmar, para defenderlo, que «su programa tiene cosas interesantes», es una pirueta o quimera sin sentido. El programa de Hugo Chávez también tenía cosas interesantes pero la naturaleza y el espíritu radicalmente estalinista tanto de criollo como del galo, es un factor de destrucción de una sociedad. Una verdadera superchería.

Ellos se aprovechan del cansancio, lasitud y descontento ciudadanos con las injusticias y los errores de funcionamiento de la democracia, para en el fondo dinamitarla y destruirla. Por cierto, Benito Amilcare Andrea Mussolini «Il Duce» también era un hombre de experiencia política, sindicalista, periodista, agitador y ex-militante del partido socialista como Mélenchon. Además de ser un formidable demagogo populista de esos que no le hablan a la inteligencia ciudadana sino a las tripas del ser humano. El resultado fue la invención del totalitarismo a la italiana.

Usando una cita de Mario Vargas Llosa, Mélenchon es uno de esos individuos que de hacerse con el poder, se convierten tarde o temprano en «gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero». Mélenchon no merece la adhesión electoral. Así de simple.

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