JESÚS COVA «Ali entendía que para ser grande necesitaba de una fuerza exterior… Si peleas por ti mismo, eres tú contra los demás, y esto te motiva, pero nunca será con la fortaleza que Ali tenía. Muhammad Ali peleaba más que por él mismo. Él peleaba por Dios, su misión era muy grande…” (Un reportero de la revista Sport Illustrated)

La historia que recordamos ocurrió hace 49 años, bajo un calor sofocante, entre las 3 y las 4 de la madrugada, hora local del miércoles 30 octubre de 1974 –unas 5-6 horas por delante en relación con la del Este en EEUU y en varios países de América latina, donde eran entre las 9 y 10 de la noche del martes 29– en el estadio 20 de Mayo, de Kinsasha, la exLeopoldville, capital de Zaire, hoy República Democrática del Congo, en África Central.

La capacidad del local de unas 60 mil personas fue rebasada por poco menos que el doble, la mayoría de los espectadores integrada por enfervorizados aficionados anhelantes de un triunfo del aspirante de 32 años, Muhammad Ali, de 1,91 de estatura y 216 libras (97,976 kilos), a quien auparon –y con la mayor estridencia en los 23 minutos y 58 segundos de las acciones– en el combate de su ídolo contra el imbatido George Foreman, de igual estatura y 220 libras (99,790 kilos), siete años más joven, campeón mundial del peso completo de la decana Asociación Mundial de Boxeo y del Consejo Mundial, a los gritos en lengua lingala nativa de “¡Ali, bumayé!, ¡Ali, bumayé!” (“¡Alí, mátalo!, ¡Ali, mátalo!”)

Recordemos que en aquel ya lejano año se sucedieron diversos acontecimientos de enorme resonancia universal, entre otros el de las secuelas económicas dejadas por la crisis mundial del petróleo originada por la Guerra del Yom Kipur en el Medio Oriente (la guerra de Siria y Egipto contra Israel), la llamada Revolución de los Claveles, en Portugal; la renuncia del canciller alemán Willy Brandt y, por encima de todos esos sucesos, la renuncia el 9 de agosto anterior de Richard Nixon a la presidencia de Estados Unidos, un acontecimiento inédito para la historia política del país, a raíz del sonado y escabroso escándalo Watergate.

En cuanto al mundo deportivo, los dos más relevantes eventos fueron, en primer término la realización en junio-julio en Alemania Occidental (como se le llamó cuando el país estuvo separado luego de la II Guerra Mundial) de la Copa Mundial FIFA ganada 2 goles a 1 por la selección local ante el equipo de la Naranja Mecánica, Holanda, de los Países Bajos y, tres meses después la contienda, que es el tema de esta nota, con justicia considerada la auténtica Pelea del Siglo XX y desde entonces registrada como la más famosa y renombrada batalla con guantes de todas las épocas. Además, también, aun cuando parezca una exageración, uno de los más grandes sucesos por su repercusión de la fiesta del deporte ecuménico a lo largo del tiempo.

EL TRIUNFO DE LA INTELIGENCIA
La concreción de la pelea solo fue posible por la sagacidad de un promotor entonces medianamente conocido y que con el tiempo llegaría a ser mítico, el siempre sonriente Don King, el de la cabellera enmarañada, quien con ese espectáculo boxístico comenzó a hacerse notar para el mundo.

Sin un centavo en el bolsillo King se las ingenió para “enganchar” en su proyecto al dictador Mobotu Sesé Seko, en el poder desde 1969 y depuesto en 1997. Mobotu, deslumbrado por la posibilidad de poner a su país ante los ojos del mundo, accedió a ser el financista y aportó $10 millones para los contrincantes, repartidos a partes iguales, una bolsa sin parangón.

El campeón de 25 años nunca había perdido en 40 actuaciones, con 23 nocauts en fila y solo 3 triunfos a los puntos. Entre las victorias recientes se contaban una en dos asaltos sobre Joe Frazier (22/01/73), en Kingston, Jamaica, para ponerse el cinturón, y defensas ganadas en dos minutos cada una ante el boricua José “King” Román (01/09/73) en Japón y Ken Norton (26/03/74) en la inauguración del Poliedro de Caracas, Venezuela.

Con tal ejecutoria, por supuesto que “Big George”, Foreman, subió al ring con las apuestas abrumadoramente a su favor frente a un retador siete años mayor y condenado a perder, sin remedio, según los expertos, en proporción de 10-1.

En cuanto al retador, registraba 47-2-0. Las derrotas fueron una por decisión en 15 vueltas ante Joe Frazier el 8 de marzo de 1971 en el Madison neoyorquino, en un vano intento por recuperar el cetro del que había sido despojado en abril de 1967 al negarse a ir a la guerra de Vietnam –posición que le acarreó pasar tres años y medio sin poder pelear–, y la otra frente a Norton en marzo de 1973. El derecho a subir en 1974 a un encordado de África tras el cinturón, se lo dio un duro triunfo a los puntos sobre Frazier en enero de ese año.

Para escribir esta nota regresamos al video frente al televisor, de retorno a octubre de 1974. Recordamos así las viejas escenas jamás borradas. Vimos otra vez a un Foreman de trusa roja saltar como un enfurecido y hambriento león, o como un toro de lidia, e iniciar un estilo y ritmo de pelea nunca modificado en aquel breve tiempo: empujaba y empujaba, atacaba y atacaba con la cabeza gacha a un Ali de pantaloncitos blancos, que se limitaba a resguardarse con los guantes sobre la cara y que de pronto tiraba dos veloces ganchos, un recto, uno que otro upper, táctica que llamó “rope a dope” (sin traducción al español) mientras sujetaba el cuello del campeón con el guante derecho o bien con el izquierdo.

Así, en esa tónica sin variantes pero cargada de fuego y de ineficaz e inútil ofensiva de parte de uno de sus actores y de habilidad y helada calma del oponente la refriega se extendió hasta el round ocho. En ese asalto, un ya extremadamente extenuado Foreman, agotado de lanzar tantos golpes sin destino, enterró una vez más la cabeza. Ali lo golpeó entonces secamente. Y se amarró otra vez. Se apartó, se agarró y golpeó de nuevo, dos, tres veces más. A escasos segundos para el cierre del asalto el retador desató un ataque decisivo. Estremeció al adversario con una izquierda a la cabeza, otra derecha, una combinación de ambas manos y de pronto: ¡PAM! El guante derecho dio de lleno en el blanco y Foreman inició un lento, estrepitoso y dramático descenso a la lona, descalabrado, absolutamente descoyuntado, cual un pesado saco de cemento, y con el desplome, con su última y única caída, huía el título hacia otro dueño, mientras el estadio se sacudía con los gritos de euforia de los miles de asistentes.

El campeón se levantó precariamente, con las piernas bamboleantes. Pero ya el árbitro, el exbasquetbolista de los Trotamundos de Harlem, Zachary Clayton, había completado la cuenta fatídica de los 10 segundos, a los 2´58” del asalto. El dramático desenlace no fue sino el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza, afirmación esta reforzada después de haber visto la cinta por enésima vez. de aquella contienda publicitada por King como “Rumble in the jungle” (“Retumbo en la selva”), que es, repetimos, la más célebre, emocionante, inolvidable y dramática pelea de todos los tiempos y de cuya puesta en escena se cumplen ya hoy 49 largos años, la razón de una nota similar escrita, repetida y publicada varias veces con numerosas enmiendas.

Un dato adicional: en los siete rounds iniciales Ali tenía ventaja en las tarjetas del árbitro y los dos jueces (en la actualidad, como se conoce, no vota el referí y actúan 3 jueces). Zachary Clayton la tenía 68-66 y los jueces Nourridine Adalla (Túnez) y James Taylor (USA), marcaban 70-67 y 69-66, respectivamente por el de Louisville.

Hoy ya no está de este lado uno de los protagonistas, el vencedor, Muhammad Ali, el peleador que flotaba como una mariposa y picaba como una abeja, ”el más grande y el más bello de todos”, como se autoproclamaba, el irreverente hombre del ring que se atrevió a desafiar al poder político de su país al negarse a formar filas en 1967 porque “ningún vietcong me ha llamado negro y yo no voy a matar a ninguno de ellos”, y que no dejó de luchar por los derechos civiles y de su religión del Islam.

Luego de la pelea con Foreman se mantuvo en acción hasta 1981. Enfermo de Parkinson desde 1984, falleció poco más de dos décadas después de sufrir el mal, exactamente el 3 de junio de 2016 en un hospital de Scotsdale, Arizona.

Foreman, con 74 años, vive en su natal Texas. Después de la derrota ante Ali y de reponerse de la decepción y del subsiguiente trauma que le produjo la caída, siguió en el ring y ganó 36 peleas más, 29 por KO, con cuatro derrotas, hasta noviembre de 1997 cuando perdió con Shannon Briggs. Dejó 76 triunfos con 68 por KO, 5 reveses, un KO en contra. Hoy es un acaudalado empresario del negocio de la carne, con una muy bien ganada fama de notable cocinero.

DATOS PARA NO OLVIDAR
Aproximadamente 300 millones de personas alrededor del mundo siguieron por TV la pelea. La cifra, según se ha dicho, es superior a la de quienes vieron al primer hombre, Neil Armstrong, pisar la luna el 20 de julio de 1969. Además, fue en su momento el evento deportivo con mayor audiencia en la historia, un récord que con certeza no podemos decir si aún se mantiene o si ha sido superado…

Ambos boxeadores realizaron un total de 142 combates, con estos resultados:105 KO, 1 en contra por lado, y 10 tablas totalizaron ambos púgiles en sus respectivas carreras. Foreman, 76- 5-0 con 68 KO; Ali, 56-5-0 con 37 KO. El primero peleó 28 años, el otro 21.

Un total de 5 millones de dólares fue la bolsa para cada uno, repartición inusual pues el campeón siempre recibe mejor paga en un combate titular. Nunca más ha ocurrido algo semejante en el boxeo mundial.

Jesús Cova. Periodista deportivo venezolano. Reside en Caracas, Venezuela

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