Autopsia a la libertad

 

DAVID ANGLÉS –

La patria, de vuelta. Aunque te vayas de ella, física y mentalmente, Venezuela siempre regresa. A veces lo hace como un recuerdo agradable, evocado por un aroma o un sonido casual; otras, inoportuna, como un reflujo estomacal. O como la sensación de picor en un brazo amputado. Es una ex que nunca llega a serlo.

Ahora, cuando más lejana que nunca parece la idea de volver a ella algún día, la patria reaparece. Y lo hace en forma de eco. Llega sin ser nombrada desde Estados Unidos y Reino Unido. Desde Chile, España, Italia, Colombia, Alemania o Francia. El colapso de este mundo del ayer trae rumores de nuestra desgracia particular.

Si la Historia no se repite, pero rima, nuestros últimos 30 años son el estribillo que se oye hoy en muchas democracias liberales; sociedades que, en busca de justicia, cierran los ojos ante los que prometen venganza. Resulta familiar el sonido de cómo saltan las costuras de la institucionalidad en cuanto parte de la sociedad se apunta a la demolición, porque cree que ya no tiene nada que perder. Cuando la indignación y las tripas sustituyen a la valoración racional de las alternativas, todas ellas, imperfectas.

Y es que Venezuela es una guía. Aunque parezca paradójico, todo el atraso acumulado en estos 20 años puede servir de indicador adelantado, de manual de instrucciones a evitar. Nuestro barranco, que comenzó con un suicidio colectivo, es un yacimiento arqueológico, a vista del mundo, disponible para el que quiera hacer un análisis forense y, con suerte, aprender de él. Son reconocibles las fases que van desde la voladura de las instituciones a la implantación del autoritarismo y el ulterior descenso hacia el totalitarismo. Del tumor del primer chavismo a la metástasis madurista.

¿REVERSIÓN A LA MEDIA?

En los últimos meses, una visión recurrente aparece, como un espectro: El declive económico y social de Venezuela no es más que una vuelta al redil de la Historia. La bonanza económica y el progreso social, político e institucional del Siglo XX fue sólo un espejismo. Un oasis con fecha de caducidad. Un logro colectivo efímero, una ilusión.

Lo de ahora, esta degradación de los últimos años, es en realidad una reversión a la media, una vuelta al estado de pobreza en el que había estado la república desde su fundación. Un país sumido en el atraso y azotado por las plagas, el caudillismo y la ignorancia. Y que llorará por la debacle del petróleo como se lamentó por la del añil, desde una posición de irrelevancia en el mundo.

El paraíso se ha perdido dos veces en menos de una generación. Ni el boom petrolero de los 70 ni el de la década de 2000 han servido para nada. Como un borracho que dilapida dos veces su suerte en la lotería, y que pasa de la resaca a la cirrosis. La duda es si hay margen para la recuperación o si se hará realidad la maldición de Bolívar, con el país en manos de “tiranuelos casi imperceptibles”, de vuelta al “caos primitivo”.

El caso venezolano, aunque extremo, también puede servir de ejemplo para el mundo. En un juego de espejos deformantes, Venezuela muestra brillos esporádicos en un continuo de oscuridad. El imperio de la ley, el respeto de los derechos humanos y del individuo son frutos escasos. En la historia de la humanidad, el actual periodo de prosperidad, democracia y libertad (restringido, además, a sólo una parte del mundo) es una excepción y no se debe dar por sentado. Y, en muchos sitios a la vez, de maneras distintas, se atenta contra él con la misma ligereza con la que le reímos las gracias a Chávez.

David Anglés, periodista venezolano, residente en Madrid, España.

 

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