FERNANDO MIRES –
No basta denunciar atrocidades; hay que impedirlas. Para eso hay que decir solo una frase. ¿Por qué el general Vladimir Padrino no pronuncia esa frase? ¿Intoxicación ideológica? ¿Negociados ilícitos? ¿Falsas y absurdas juramentaciones? ¿O todo a la vez? Los historiadores, en un muy próximo futuro, lo descubrirán.
El general Vladimir Padrino López declaró a José Vicente Rangel (El Universal 29/5/17) que “la crisis tendría solución hoy mismo si hubiese voluntad política y que el problema es de los políticos, no de la fuerza Armada, ni de la Iglesia ni de los empresarios”
Un observador poco avisado podría llegar a la conclusión de que el general dijo una verdad tan grande como un camión. Y deducido, además, que la culpa de la tragedia venezolana reside en los políticos “de ambos lados”; incapaces de llevar a cabo un diálogo constructivo frente a diferencias fáciles de resolver. Sin embargo, cualquiera que siga con atención los acontecimientos venezolanos, podrá darse cuenta de que la verdad del general tiene el tamaño de una hormiga. Pues esa verdad esta construida sobre la base de tres grandes mentiras.
La primera es que uno de los supuestos interlocutores no puede ser un interlocutor político pues ha roto definitivamente con la política como medio de comunicación. En el hecho, quienes gobiernan son políticos- antipolíticos. La segunda mentira es que hay un tema de discusión. Lo que existe es algo distinto: un dilema: si Venezuela va a ser regida por una Asamblea Constituyente impuesta por un grupo muy reducido o por la Constitución aprobada por la ciudadanía el año1999 bajo el gobierno del presidente Chávez. La tercera mentira dice que la solución se encuentra en manos de los políticos. Quizás pudo haberlo estado alguna vez. Pero en los momentos en que Padrino dio la entrevista, cualquiera solución pasa por las manos de los militares. Militares que, al igual que los civiles del régimen, son consumados políticos de la anti-política
Intentaré a continuación extraer la verdad de esas tres mentiras.
De acuerdo a la primera mentira el régimen estaría formado por políticos dialogantes. Eso no es así. No como insulto, sino dicho en el estricto sentido de San Agustín, el régimen esta formado por “una banda de ladrones”. Si un director de cine decidiera hacer un filme sobre los últimos días del gobierno Maduro, podría titularlo perfectamente: “El régimen de los cinco robos”.
El primer robo ocurrió después del triunfo del 6-D. Mediante la creación de un TSJ formado por militantes del PSUV, el gobierno procedió a robar las atribuciones del Parlamento. Con ello robó, además, las competencias legislativas de la AN, eliminó la posibilidad del diálogo interpartidario y desconoció el dictamen derivado de la ciudadanía popular.
El segundo robo fue el del Referendo Revocatorio del 2016, procedimiento inscrito en la Constitución por voluntad del propio presidente Chávez.
El tercer robo fue el del Diálogo Nacional, diálogo al que accedió la oposición solo porque entre los mediadores estaba el Vaticano. Nadie podía prever que Maduro manipularía al Papa para frenar las movilizaciones desencadenadas por el robo del Revocatorio. El daño provocado por Maduro a la comunidad cristiana venezolana ha sido enorme. Sus verdaderas dimensiones todavía no han sido evaluadas.
El cuarto robo fue nada menos que el de las elecciones regionales pautadas para el 2016. Con ese robo, el régimen destruyó los restos de democracia formal que pervivían en el país.
Por último, la imposibilidad de frenar constitucionalmente a las elecciones, llevó al régimen a cometer el quinto robo: el más terrible de todos, el que nunca puede cometer un gobierno. No solo robó pedazos de Constitución como lo venía haciendo. Robó a toda la Constitución.
El país, ya nadie lo puede ocultar, está gobernado por una banda de ladrones.
La segunda mentira de Padrino, la que supone que existen objetos a negociar entre “los políticos”, no es más que un derivado del robo de la Constitución.
Como militar, Padrino sabe que lo único que no se puede negociar es la Constitución. La Constitución es una, es indivisible y es intransable. La Constitución es el acta fundacional que constituye a la nación. La Constitución es la nación puesta en forma. La Constitución es el vínculo que une a los ciudadanos con el Estado. Anular a la Constitución es traicionar a la patria.
Desde el momento en que Maduro intenta sustituir a la Constitución por una Constituyente de inspiración fascista, ha pasado a ser un presidente anti-constitucional. ¿Cree el general Padrino que con buena voluntad se puede negociar la Constitución de todo un país?
Destacados constitucionalistas han sometido el proyecto de la Constituyente a intensos exámenes. Todos, coincidiendo con la impecable presentación de la fiscal Luisa Ortega Díaz, han determinado que se trata de un texto ilegítimo e ilegal, tanto en su origen como en su contenido y sentido.
En su origen, porque no ha nacido de una comunicación entre gobierno y pueblo (la verdad, nunca nadie salió a la calle a pedir una Constituyente). En su contenido, porque altera la progresión democrática de los derechos humanos. Y en su sentido, porque su objetivo principal es la anulación del sufragio universal.
Hay incluso confesiones de partes que eximen pruebas. Con la Constituyente, dijo Isaías Rodríguez, liquidaremos a la oposición. Con la Constituyente, dijo Diosdado, terminará la inmunidad política. Con la Constituyente, dijo Iris Varela, acabaremos con la Fiscal y la Fiscalía.
Así ha quedado revelada la verdadera intención del régimen: la Constituyente de Maduro no tiene otro propósito que no sea impedir por todos los medios la elecciones democráticas, es decir, el derecho más elemental de todos los pueblos de la tierra.
La Asamblea Constituyente de Maduro/Cabello certifica el nacimiento de una nueva dictadura militar – sí Padrino, militar- en América Latina. Hasta la Constitución de 1980 dictada en el Chile de Pinochet puede ser vista hoy como un primor democrático comparada con la que intenta imponer Maduro.
La tercera mentira emitida por el general Padrino aparece cuando afirma que la solución se encuentra en mano de los políticos y no de los militares. Mentira muy grande si se tiene en cuenta que Padrino es miembro de la Junta Cívica Militar formada por Maduro. Padrino, como otros generales, aunque practican una política anti-política, son militares políticos ocupando puestos políticos.
Fue el mismo Maduro quien expuso con su brutalidad acostumbrada la relación entre la Asamblea Constituyente y las FANB. Ocurrió cuando dijo: “O Constituyente o guerra”.
A diferencia de otras, esta no fue una simple bravuconada. Pues una guerra solo puede ser realizada entre dos. O entre el ejército contra la ciudadanía en las calles, o entre un ejército dividido entre constitucionalistas y maduristas. ¿Cómo puede ser llevado a cabo un diálogo político con un presidente que amenaza a su pueblo y a su ejército con guerras?
Sin embargo, hay un punto en el cual el general Padrino tiene cierta razón. Es cuando dice “la crisis podría solucionarse hoy mismo si hubiese voluntad política”. Efectivamente, el mismo general Padrino, con un poco de voluntad política, podría resolver la crisis en muy poco tiempo. No con un golpe militar (¿para qué?, los militares están en el poder) Bastaría que dijera solo una frase. Esa frase es: “Las FANB solo reconocen la vigencia de la Constitución de 1999, la misma que juramos defender”. Ni una sola palabra más.
Al día siguiente de ser pronunciada esa frase, la paz volvería al país. No habría más muertos sangrando por las calles. Los niños irían a las escuelas, novias y novios se besarían en los parques, los políticos comenzarían a prepararse para las próximas elecciones, y el ejército sería respetado, no por haberse puesto al servicio de una banda de ladrones, sino por haber cumplido con su deber, acatando la letra y el espíritu de esa Constitución que una vez fue chavista y hoy es de todos.
No basta denunciar atrocidades; hay que impedirlas. Para eso hay que decir solo una frase. ¿Por qué Padrino no pronuncia esa frase? ¿Intoxicación ideológica? ¿Negociados ilícitos? ¿Falsas y absurdas juramentaciones? ¿O todo a la vez? Los historiadores, en un muy próximo futuro, lo descubrirán.
San Agustín tenía razón: sin justicia (sin Constitución) los reinos (los gobiernos) son simples bandas de ladrones.