FRANCISCO AGUANA MARTÍNEZ. Brujos había de dos tipos: los famosos y faranduleros y los populares o de barrio. Los primeros eran los que ocupaban un gran centimetraje en los periódicos al lado de los magos, criminales, faquires, enanos de circo como los del ‘Circo de Enanos’ que se presentaron en el cine Catia ese año; los iluminados parroquiales con sus profecías y milagros, las mujeres-hombre y los homosexuales vestidos de mujer a los que llamaban zoquetes y hasta dos familias de gitanos rumanos llegados de Chile que leían la suerte a los clientes a escondidas para que la policía no los expulsara del país y que levantaron una carpa, en el año 1948, al final de la calle Panamericana, muy cerca de Los Higuitos.
Los brujos finos se anunciaban en los avisos de prensa como profesores afamados, quirománticos, expertos tarotistas y videntes formados en Francia. Las mujeres comenzaron a anunciarse como madama X, hasta que descubrieron que madama era el apelativo con que se designaba a las jefas de los burdeles, y por pudibundez, dejaron de usarlo para promoverse como señoritas X.
El brujo de barrio o comunitario, en cambio, estaba rodeado de un halo de misterio y una aureola de respetabilidad. La gente los llamaba curiosos, yerbateros, curanderos, facultos o facurtos; un señor o señora que sabe bastante, o simplemente brujos. Había quienes practicaban la magia blanca o la negra; los que hacían obras o trabajos para el bien y los que servían “¡pa’ echarle una vaina! a fulano o a zutana; hacer que el marido o la mujer infiel regresara a casa; curaban culebrillas y otras enfermedades rebeldes; otros eran consultados para que le dieran la suerte en el juego que el brujo –casi siempre y viviendo en la pobreza–, no obtenía para él. Los brujos en Catia fueron, a no dudarlo, una referencia cultural importante y su actuación en el barrio era una reminiscencia de tribales atavismos. A continuación se exhiben en esta crónica a un grupo sobresaliente de ellos, cuya veracidad y existencia está certificada hemerográfica y policialmente y, además, en la memoria de los parroquianos.
El aquelarre catiense
El primero en localizar pertenece a la estirpe de los famosos, puesto que para 1929 se anunciaba como Profesor Roblini: experto mentalista y parapsicólogo que atendía a su exclusiva clientela en la plaza Juancho Gómez previa compra de una entrada numerada. Poseía el don de la adivinación del futuro y un aparato fantástico para las predicciones. El primer dato que he conseguido, en orden cronológico, es el de las hermanas Asunción y Encarnación Ascanio: parteras, curanderas y rezanderas que fueron también fundadoras de un sector del barrio Los Magallanes por allá por el año 1936. Ese mismo año fue descubierta por un agente de la policía, en el libre ejercicio de su profesión de hechicera, Cándida Ramírez, echando unos polvos y hablando sola frente a la casa de Zenobia Hurtado, en Las Tinajitas, al lado de donde vivían unos hermanos músicos llamados Francisco e Inocente Carreño.
El rolito se llevó a Cándida para El Rastrillo, donde fue interrogada y se le preguntó sobre la persona que le ordenó la realización del trabajo y cuál era el objetivo, a lo que se negó rotundamente al contestar alegando el secreto profesional. El periodista de El Universal que escribió la nota del suceso se preguntaba cómo ella –tan adivina–, no presagió, tan siquiera, que iba a ser detenida echando unos polvos.
El brujo eléctrico: Nicolás Porras Castillo tenía su gabinete en La Cortada de Catia. Era un brujo creativo que había elaborado la teoría del “doblamiento del ángel de la guarda”. Para él, todos los males que podía padecer un humano se debían a que su ángel de la guarda se le doblaba. Para enderezarlo, el ideó el uso de la corriente como seguramente lo había visto en una película de ‘Frankenstein’ protagonizada por Bela Lugossi que pasaron en el cine Bolívar. Pero un buen día, en 1943, se pasó de voltaje al aplicarle a la menor de edad Eudora Rodríguez –una muchachita de La Pastora que padecía el mal del desdoblamiento angélico–, dicho tratamiento energético. Porras se pasó de voltaje y casi la electrocuta. La madre de la infortunada, Máxima Hernández, lo denunció en la Jefatura Civil de la avenida Sucre y fue detenido por la Municipal. La agraviada progenitora sólo pedía a las autoridades que le fuera aplicada, al brujo Porras, la silla eléctrica.
La envenenadora de El Amparo: Isaac Manuel Pérez, residente en la barriada de Plan de Manzano, por poco estrangula a su mujer, en junio de 1953. El hombre venía presentando un extraño comportamiento y se lo atribuía a un trabajo espiritual de un vecino rival. Un compadre le presentó a Eulalia Martínez, bruja que atendía en La Meseta de El Amparo y que era miembro de la Junta Pro-Mejoras de ese lugar, además de dedicarse a mejorar la suerte de sus clientes con unas pócimas extrañas, como la que le recetó al mentado Isaac. Pero no resultó, todo lo contrario, y la furia del hombre lo hizo correr carretera abajo hasta que llegó a su casa y, sin importarle que su mujer tuviera en sus brazos a la hija de ambos trató, en arrebato de posesión satánica, de extraerle la lengua a su esposa exprimiéndole la garganta. La mujer logró salvarse porque los vecinos adivinaron las intenciones del marido en su rostro desencajado. La bruja Martínez trató de enmendarse ante Isaac cambiándole la receta pero éste, de la rabia, le volvió a bajar una entidad espiritual y la obligó a tomarse su propio bebedizo. Los miembros de la Junta intervinieron para mejorar la situación llamando a la policía que se los llevó preso a ambos.
El iluminado de Los Flores: Carlos Durbay, conocido en Los Flores como el “Dr. Tírame Algo”, era devoto de los espíritus del más allá. Del más acá era fanático de las carreras de caballos. Así que para ayudarse y ayudar a los demás, inventó una pócima mágica para ganar el pool y las mutuales hípicas que tuvo muy buena aceptación desde 1949 pese a que en ese año cayó su primera víctima: Custodio Ramírez. En esa oportunidad Durbay alegó que su fórmula aún estaba en proceso de investigación. Promocionaba el producto utilizando el lenguaje hípico, como una fija: como dato proveniente de un jinete o un preparador. En eso andaba en 1957, cuando Evangelista Vásquez, víctima de terribles cólicos estomacales lo denunció, y el Negociado de Investigaciones Sociales de la Comandancia de Policía de Caracas se encargó de las investigaciones; le allanaron la casa y encontraron un enorme altar ecléctico con efigies de diversas cortes y una extensa colección de caballitos de variados materiales.
Una araña y una mariposa: Con eso amenazaban en convertirse Enrique Mata Villaroel, el iluminado, y su secretario, Cruz Antonio Velásquez para que no los atraparan. Ambos tenían, en 1965, su consultorio espiritual en la primera avenida de El Amparo c/c tercera, n°67. Allí gozaban de la confianza de una amplia clientela a la que surtían de preparados mágicos para el amor, la suerte y la conquista de mujeres. Cuando la docilidad y la confianza de algún cliente fallaba, entonces lo amenazaban con matarle a los hijos. La División de Fe Pública de la Policía Técnica se presentó en la dirección mencionada y encontró cédulas, yerbas, estampitas con oraciones, medicinas, un altar con María Lionza, Negro Primero y el divino redentor; dos calaveras y una vela atravesada con un puñal para liberar un preso. Cuando la comisión policial realizaba el procedimiento, notaron que una mariposa negra y una araña tejedora dificultaban la acción por lo que uno de los detectives optó por matar a ambos insectos con un folleto de San Cipriano que encontró a su alcance.
El iluminado, un devoto de los espíritus del mas allá
Dos brujas elegantes: En 1944, Benilde Ramos, viuda de Salas, fue denunciada por sus vecinos de la calle El Cristo, de Los Magallanes, como bruja y fumadora de tabacos porque al frente de su casa se estacionaban automóviles costosos de los que bajaban damas elegantes y por la humareda que salía de la casa. Benilde aclaró a unos reporteros que la entrevistaron, que la humareda provenía del fogón donde preparaba la comida a los ocho niños que le había dejado su difunto esposo como prueba de amor eterno y las damas que la frecuentaban eran, ciertamente, gente pudiente que venían a su consulta de quiromántica, tarotista e hipnotista graduada en California, Estados Unidos, a través de unos cursos por correspondencia cuyos avisos encontró en una revista femenina argentina llamada ‘Para Ti: como el cine de Monte Piedad.
Otra diplomada en hechicería que tuvimos en Catia fue Aida Fuenmayor que ya, en 1952, viviendo en Los Samanes, se anunciaba en un pequeño aviso con su imagen como psíquica experta y diplomada. Luego cambió su consultorio a Los Cuatro Vientos en la Sabana de Los Frailes, como se llamaba esa barriada. De allí se mudó para la calle La Sonrisa, n°8 de Los Magallanes donde, por años, atendió a su clientela.
La brujería organizada: Fue Catia sede también de agrupaciones ocultistas, esotéricas, logias secretas y de hasta un grupo que jugaba “la Ouija” en la vereda 14 de Urdaneta. Así pues, en los años 50 y bajo la dirección del maestro espírita, Juan E. Aparicio, se instala en la calle Bolívar, sector La Laguna y al lado del famoso burdel Caricari, la Escuela Magnético Espiritual de la Comuna Universal para impartir las enseñanzas del maestro Joaquín Trincado. Fue frecuente que, por causa de tal vecindad, muchas sesiones se vieran interrumpidas por la presencia de espíritus gozones y libidinosos pidiendo cosas indebidas. En 1963 llegan los kardistas –de Alan Kardec– y se instalan en la avenida España y luego en la calle el Carmen de Gato Negro.
María Lionza fue la deidad más alabada por los catienses durante mucho tiempo antes de que comenzara su lento desplazamiento por ritos traídos de otras partes, tanto así que en 1966 se organizó en Gato Negro, esquina del Toro, el Centro de Espiritismo Fuente de Luz. Fue Ana María Montes de Oca, una cubana llegada a Venezuela en los años cuarenta, y conocida como “la niña” una de las principales iniciadoras en nuestro país de los ritos santeros cubanos. Residió en la calle Perú; su casa era muy frecuentada por artistas de la televisión nacional y quedaba también cerca de un burdel y ella –dicen–, ayudó a las muchachas del lugar a lograr el camino de la regeneración.La corte espiritual nacional y sus ritos fueron prácticamente sustituidos por cortes y santos foráneos y grupos practicantes de esa creencia. En el calendario festivo nuestro se instituyó la celebración a Santa Bárbara y hasta otras cortes como “la caló” o malandra acogieron a unos cuantos de nuestros célebres delincuentes como, por ejemplo, a “Petróleo Crudo”. Al Ismaelito, que no era de Catia pero allí fue ajusticiado.