ROBERTO GIUSTI –
No sé si para ustedes que sufren desde adentro, pero para mí que lo sobrellevo desde afuera, no hay nada peor que un domingo por la tarde. No se trabaja porque es día de descanso, pero tampoco se celebra porque el lunes hay que madrugar. Te ubicas en el limbo y desde las sombras observas la realidad de tu país con imperdonable crudeza.
Esa visión, si se quiere nefasta, que solemos rehuir por indeseable, borra del horizonte la imagen con la que soñamos desde hace ya casi veinte años: el día en que la dictadura caiga. Acontecimiento asociado generalmente a un happy end con banderas al viento, júbilo popular y celebraciones callejeras. Mera ilusión desdeñada desde la realidad, al menos por ahora, sin que nadie pueda asegurar, si llegara a materializarse, que será una transición pacífica.
EL GOLPE DEMOCRÁTICO
La oposición habla de respetar la voluntad popular, del cambio pacífico, de normas constitucionales, pero muy pocos se atreven a decir lo que todos están pensando: si Nicolás y su pandilla utilizaron la democracia para aniquilarla, ahora hace falta un zambombazo para rescatarla. Eso de ceder el poder, aceptar elecciones o resultados de elecciones, porque los convencimos en un diálogo civilizado y democrático, es un espejismo y una hipocresía.
Desde siempre ellos supieron que si accedían al poder no lo entregarían bajo ningún concepto, incluso si perdían el fervor popular. Llegaban para quedarse, al principio porque consideraban que la revolución es irreversible y no hay marcha atrás en la transformación de la sociedad en una masa informe de siervos obedientes, temerosos y hambrientos. Y ahora, luego de echar la ideología al pote de la basura, ha sido de tal magnitud el latrocinio y los crímenes cometidos, que solo les queda huir hacia adelante aferrados al poder.
Ante adversarios así de nada sirve contar con el apoyo de la inmensa mayoría de los venezolanos, que hicieron muy bien la tarea de la rebelión pacífica durante cuatro vibrantes y heroicos meses porque ahí estamos y ahí seguimos. Quizás, incluso, peor que antes del 1 de abril. Y para colmo de males con el remordimiento, sobre todo de nosotros, los emigrantes y exiliados, por no haber estado allá, dando la cara y poniendo el pecho, frente los chicos malos de los colectivos, los matones de la Guardia Nacional o los torturadores del Sebin. Una vez más (con la excepción de los 40 años de gobiernos civiles y de una democracia que suponíamos irreversible) el destino del país está en manos de quienes tienen el poder de fuego y hacen con él lo que les da la gana.
ATRAPADO SIN SALIDA
No obstante, ese es el panorama visto desde la sombría perspectiva de un domingo por la tarde porque el lunes por la mañana, cuando sales a cumplir con tus deberes, es otro el talante y otra la forma de pensar. Ciertamente Nicolás y su pandilla mantienen el control, pero lo hacen sobre el terror y la represión, ante los cuales es imposible responder con la misma moneda porque para ir a la guerra civil hacen falta dos bandos armados y aquí hay uno solo.
De manera que resultaría una triste paradoja no participar en unas elecciones regionales en las que el triunfo de la mayoría de los candidatos de la unidad democrática está asegurado. Que van a hacer trampa, ya lo sabemos pero imaginemos (y esto sí que no es una ilusión) a quince o veinte candidatos ganadores saliendo a la calle, simultáneamente, a lo largo y ancho del país, pronunciándose contra el fraude. Posiblemente no caiga el gobierno pero tendría que enfrentar otro levantamiento popular, no digamos estallido social, con el país harto del caos, la violencia y las carencias: no hay alimentos, no hay medicamentos, no hay agua, no hay electricidad, no hay repuestos y ahora tampoco hay gasolina. Así, mientras los capitostes de un régimen que ofreció como compromiso fundamental la redención de los pobres, se dan la gran vida, los venezolanos luchan contra una desgracia que deja chiquitas las diez plagas de Egipto.
En realidad los cuatro meses de rebelión popular y pacífica resultaron decisivos y no se perdió el sacrificio de los 130 mártires porque la pandilla de Maduro se encuentra rodeada por todas partes. Acusado por William Brownfield, Subsecretario de Estado y exembajador de los Estados Unidos en Venezuela, de promover la existencia de un narco estado, con las implicaciones que conlleva tal señalamiento, el gobierno que hasta hace un par de años dominaba buena parte del continente con ínfulas de micro imperio, se encuentra hoy convertido en un paria del cual escapan despavoridos sus habitantes, afectando la estabilidad de los países cuyos gobiernos caían arrobados por el encanto y la chequera de Hugo Chávez.
Pero el clamor es universal. Afuera, la comunidad internacional, en un solo bloque, exige el fin de la tragedia venezolana. Adentro, el pueblo demanda a gritos la salida de Maduro y su pandilla porque está claro que los causantes de la catástrofe no tienen la capacidad, ni la intención, de adelantar el cambio requerido. Eso lo saben quiénes fungirían como intermediarios en un eventual diálogo. Pero también lo saben en los cuarteles, en Moscú y en Beijing.
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Excelente, completamente de acuerdo y ahora más que nunca tenemos que ir a votar. Es decisivo, será esta acción la voz del venezolano que todavía grita: Libertad y Justicia para Venezuela.
ROBERTO amigo admirado: Como siempre, tus palabras son una fuente de esperanza y de apoyo. Te confieso que hasta hoy he hecho todo lo por hacer en contra de participar en estas «elecciones». He argumentado dentro de mi logica y mis intereses muy personales y he hecho una pequeña campaña en contra. Despues de leerte y de analizar tu posicion, que siempre respeto, entre en un espacio de DUDA. Tu explicacion de por que SI participar, aun ante la seguridad del FRAUDE, me ha puesto cabezon. Aun no me decido peeero te aseguro que lo voy a meditar. Un saludo Roberto. Haces mucha falta en tu GOLPE A GOLPE, tu y Fausto hacen una pareja magnifica. Fausto se las arregla con el nuevo esquema, lastima que sigue vehemente en sus ideas y a veces se pasa…UN POQUIIIITO!!! jejej UN ABRAZO.