DOMINGO ÁLVAREZ –
En 1979, al renunciar a El Impulso para descansar un poco, no habían transcurrido 24 horas cuando Heberto Castro Pimentel, desde el otro lado del hilo telefónico, me dijo, sin el previo saludo: “Te espero en la redacción deportiva de El Nacional”.
Llegué al cuarto piso de la sede del periódico en El Silencio. Además de Rodolfo J. Mauriello y Castrico, allí estaba Humberto Acosta, quien realizaba su pasantía como estudiante de Comunicación Social.
Después de cuatro años en El Nacional alterné en radio y TV con los circuitos radiales de Cardenales de Lara y Leones del Caracas. Con los Leones permanecí seis temporadas, incluyendo una en la que coincidí con Humberto Acosta, quien comenzaba su trabajo en radio. Mientras Humberto siguió en los micrófonos (hasta diciembre de 2021 en que anunció su retiro), la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, que a finales de 1992 fue sometida a una reestructuración, decidió por intermedio de Oscar Prieto Párraga llamarme para ocupar la gerencia general de la institución beisbolera. El primero de mayo, de 1993, técnicamente, comencé en las oficinas de la LVBP, ubicadas en un apartamento que estaba en la ruta que conducía a la morgue caraqueña, en Bello Monte.
MOMENTOS ÁLGIDOS
Desde entonces y hasta marzo de 2021, estuve en las lides de la pelota rentada.
En esos comienzos hubo necesidad de participar en muchos álgidos momentos, cuando la Liga y la UCV se debatían públicamente por el alquiler del estadio universitario. Entre las situaciones destacadas, y curiosas, era frecuente ver las puertas del estadio encadenadas por los estudiantes, para evitar el paso de jugadores y público a sus instalaciones. La tensión era de marca mayor.
Siempre había acuerdo. Pero antes, desde las oficinas se vigilaba el intempestivo encadenamiento de los portones de entada a la sede de Caracas y La Guaira. Para ello, nos valíamos del motorizado al servicio de la Liga, quien constantemente, en su rápido vehículo, daba sus viajes hasta el parque deportivo. Entonces no existían los celulares y los viajes de José Sanabria fueron innumerables.
Durante cada temporada, el ajetreo diario, además de lo cotidiano administrativo, nos tocaba lidiar con los propietarios y gerentes de los clubes, quienes solían realizar reclamos por “la pésima actuación de los árbitros”. Y si se producían hechos mas allá de lo cotidiano, una refriega entre peloteros, por ejemplo, se sustanciaban pruebas y la Junta Directiva tomaba las decisiones que, generalmente, crispaban los pelos de los directivos de equipos. Después de uno o dos días, todo quedaba en el olvido, hasta un nuevo altercado.
La participación de los aficionados, unos más alterados que otros, no era notable sino hasta la aparición de las redes sociales, desde luego a través del revolucionario Internet, que cambió la vida en el beisbol, al menos de manera mediática; es como un baño de cerveza moderno. Los fanáticos no perdonan, desde luego, siempre inclinados por el color del uniforme de su equipo preferido.
A propósito de los baños de cerveza, eso fue un tema de preocupación en la Liga, por las continuas quejas de mucha gente. Fue así como una campaña en la que participaron los mismos seguidores, en los estadios, se atenuó esta negativa práctica, que perduró durante mucho tiempo.
De manera particular, aquello era preocupante junto a los masivos reclamos por los embrollos que provocaba la venta de entradas en los juegos de mayor importancia, como playoff y finales, y claro está, en los encuentros Caracas-Magallanes. “No permitan la reventa”, era el grito de los aficionados, especialmente aquellos que no conseguían tickets ni para remedio.
Pero desde que me topé con un japonés a la entrada del teatro del Kremlin, en Moscú, revendiendo entradas, quedé convencido de que esa era una practica universal cuya solución está lejana. No obstante, desde que la electrónica ayuda en la venta, también el sufrimiento por ese tema ha bajado.
SIEMPRE EL DINERO
El espíritu periodístico no se pierde, mientras estás fuera del oficio. En la Liga, las noticias surgen a diario, pero en principio no había un servicio comunicacional que diera facilidades a los medios y especialmente a los comunicadores. Se logró, poco a poco, establecer un sistema sencillo, también ayudados por la electrónica para que este aspecto tuviera fluidez. Aun cuando las quejas no faltaron.
Y en fin, en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, considerada en determinado momento como una sólida institución, además una de las más antiguas, ahora con 75 años, hay de todo como en botica. Las relaciones internacionales, que empiezan con la Major League Basball (MLB) y se extienden hasta la Confederación de Beisbol del Caribe, organismo que impulsa la Serie del Caribe, evento que ha tenido múltiples tropiezos, pero ahí va creciendo y convertido en el segundo evento internacional de mayor importancia.
La LVBP participa en la Serie del Caribe desde su fundación en sus dos etapas, no sin antes sufrir de los dolores de cabeza que genera esa participación y la logística para visitar los países donde se realiza. Cuando se escenifica en Venezuela, se multiplican los malestares. Todo se circunscribe al dinero, pero al final llega la solución. Debes tener listos avión, hoteles y viáticos.
“ENCOCHINAMIENTO” COTIDIANO
En 28 años en la Liga, hay que gerenciar diariamente, con esquemas que se parecen al periodismo, donde existen temas de orden, como cuando en una redacción, ahora modernas, diferentes y adaptadas a los dinámicos tiempos, se habla de “encochinamiento”, que no es otra cosa que el furor del trabajo noticioso en horas pico. Pues el beisbol no está exento de momentos similares. Y son cotidianos.
También hay situaciones de extrema felicidad. Al terminar cada temporada, hay un respiro espontáneo y, no debe faltar, darle Gracias a Dios.
Si se gana la Serie del Caribe, hasta te puedes dar el lujo de pegar gritos y celebrar como propia la victoria. Al día siguiente, empieza la preparación del campeonato que ha de venir, como quien dice, a la vuelta de la esquina, y arrancas de nuevo.
PUGNAS CON LOS PELOTEROS
A mi paso por la Liga, los temas mas álgidos fueron la Asociación Única de Peloteros Profesionales de Venezuela y las divisas, por el control de cambio que apareció en el país. Con la Asociación de Peloteros, mientras la dirigió Dionisio Acosta, todo parecía difícil, pero generalmente Dionisio Acosta comprendía lo puesto sobre la mesa y las soluciones aparecían.
El veterano dirigente peloteril, fundador de la Asociación, decidió retirarse y dejó al frente de la institución a Ángel Vargas, quien en sus primeros años endureció la posición del gremio. El país, a finales de los 80 y comienzo de los 90, era floreciente y Vargas, en un momento determinado, pretendía quie se compartieran los ingresos generados por la TV.
Eso fue arduo, pero Vargas terminó comprendiendo de lo que se hablaba, además de que los propietarios no estaban dispuestos a ceder en ese tema. Sin embargo, en la temporada siguiente, hubo algo nuevo. Aspiraba que el aporte de la Liga para los peloteros retirados estuviera cubierto en su totalidad, y fue difícil convencerlo de que se trataba de un aporte, para construir el Fondo de Pensiones, que es obligación de la propia Asociación.
Fueron temporadas duras, porque todo se acordaba al borde de la fecha de inicio de las temporadas.
Así continuó hasta que llegó la inflación y, casi de inmediato, la hiperinflación. Aun cuando el panorama fue difícil, siempre se resolvía con mucha antelación, ya que las grandes sumas de bolívares eran aceptadas aun cuando a los pocos días, aquel dinero casi se desintegraba.
Vargas terminó su trabajo en la Asociación, porque los jugadores decidieron en asamblea sustituirlo por Edgar Naveda, ex jugador de Magallanes. Hasta ahora continua al frente. Por ese lado llegó la paz.
CONTROL DE DIVISAS
El otro renglón duro de digerir fue el control de cambios. En principio, la Liga de Beisbol preocupó a los gobiernos de Herrera, Lusinchi, Pérez II, Ramón J. Velásquez y Caldera II. En ese trayecto las oficinas creadas para el control cambiario fueron diversas y hubo que diseñar un modelo general para solicitar las divisas.
Por ley, el Deporte tenía derecho a dólares preferenciales y de allí todo se facilitó, pero el trámite era engorroso. Con el chavismo sigue siendo engorroso, pero al doble. Con el sistema propuesto, donde se solicitaban divisas de acuerdo con los costos de los equipos y la Liga misma, había que explicar, en el IND y luego Ministerio del Deporte, el por qué de cada gasto.
Al Ministerio del Deporte llevabas una carpeta de pocos papeles, donde un analista, generalmente un funcionario que había estudiado en Cuba, te cuestionaba cada ítem, y había que reformular. Luego de aprobado en Min Deporte, pasabas a Cadivi, donde otro analista, carpeta en mano, hacia preguntas de toda naturaleza. Nada. Al final, el presidente de Cadivi solía citar al presidente de la Liga y en una reunión todo quedaba resuelto para retirar las divisas preferenciales, previo pago en bolívares de las mismas. Después de la temporada, cada equipo reunía en grandes carpetas recibos y facturas, para justificar cada gasto, por triplicado. El motorizado de la Liga transportaba el carpetero hasta Cadivi en varios viajes.
Así fue hasta que apareció la supercrisis, que aun perdura, y a duras penas el beisbol logra realizar su temporada cada octubre y concurrir a la Serie del Caribe.
Llegó la hora del retiro después de 28 años, con bajo perfil. En la institución, gerenciando todos estos y seguramente otros temas, se encuentra hoy otro periodista de la UCV, Amador Montes, quien antes había trabajado en Meridiano, El Universal y en la oficina de prensa de los Leones del Caracas. Con ese bagaje llegó a la Liga, donde deberá hacer el esfuerzo por traspasar ese camino, que no ha variado mucho. Al salir, le deseamos suerte y mucho éxito.