LUISA GARCÍA –
América Latina se prepara para vivir los próximos meses un calendario electoral intenso y determinante para el futuro del continente. A la espera de lo que suceda en Venezuela; Chile, Honduras, Costa Rica, Paraguay, Colombia, México y Brasil celebran elecciones presidenciales de aquí a finales de 2018. En este escenario político, el populismo, en contra de lo que pudiera parecer, está más vivo que nunca.

Entendemos aquí populismo como una forma de interpretar el juego político en la que los populistas reclaman para sí la total representación de un “pueblo” formado tan solo por los partidarios del líder populista, mientras la oposición carece de legitimidad y es equiparada a la antipatria. Este planteamiento sigue muy presente, ahora enarbolado no solo por partidos, movimientos y liderazgos relacionados con el “socialismo del siglo XXI”, sino también por fuerzas que se posicionan a la derecha del espectro político y que ahora tienen mayores opciones de ganar elecciones o de obtener incidencia electoral.

Las etapas del populismo en América Latina

En América Latina el populismo ha demostrado tener, históricamente, gran capacidad de resistencia y habilidad para ir mutando a lo largo del siglo XX y el XXI. Susanne Gratius ya describió un primer populismo, “el clásico”, el de los años 30 y 40 (Juan Domingo Perón o Getulio Vargas). Resurgió, cuando muchos analistas, expertos y académicos lo daban por muerto, en forma de populismo neoliberal en los años 90 (Carlos Menem, Alberto Fujimori o Abdalá Bucaram) para desembocar la pasada década en el “nuevo populismo”, ya en forma de “socialismo del siglo XXI”, y cuyo principal referente fue Hugo Chávez.

Algunos de los nuevos ejemplos populistas a escala mundial (Donald Trump, el populismo ultraderechista de Marine Le Pen o el populismo de izquierdas de Podemos) no pueden explicarse sin las crisis previas (políticas y socioeconómicas) por las que han atravesado esos países. De igual forma, la crisis de los años 30 y los cambios en el modelo social (urbanización) y económico (industrialización) se encuentran detrás de fenómenos como el peronismo en Argentina y el varguismo en Brasil. La actual crisis, de proporciones estructurales, que arrancó en 2008 es el trasfondo que explica la emergencia de los ejemplos populistas citados anteriormente.

El aparente reflujo populista en América Latina

La derrota del kirchnerismo en las presidenciales de Argentina de 2015, la del chavismo en las legislativas en Venezuela ese mismo año y la de Evo Morales en el referéndum de Bolivia, empezaron a crear esa falsa sensación, la de que el populismo se encontraba, y se encuentra, en decadencia en una región donde la mayoría de las elecciones arrojan derrotas de gobiernos cercanos al “socialismo del siglo XXI”. Las dificultades crecientes del Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela desde 2016, o la ajustada victoria de Lenín Moreno en Ecuador en 2017, solo han confirmado esta sensación, más allá de que se haya producido la abrumadora reelección de Daniel Ortega en Nicaragua.

En realidad, lo que está aconteciendo en el panorama político latinoamericano es la cuesta abajo de una “cierta” forma de gobernar. En 2015, la victoria de Mauricio Macri frente al peronista Daniel Scioli empezó a abrir una nueva etapa en la región, marcada por el arribo de gobiernos de centroderecha. La victoria de Jimmy Morales frente a la “socialdemócrata” Sandra Torres en Guatemala, y el triunfo en las legislativas venezolanas de la Mesa de Unidad Democrática ante el Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV, no hicieron sino reforzar esta idea.

El populismo en su versión adscrita al “socialismo del siglo XXI” está atravesando un claro retroceso, mucho más marcado a partir de 2013 tras haber experimentado indudables progresos desde 2005. Hugo Chávez estuvo durante seis años (1999-2005) muy solo en América Latina, más allá de su alianza con la Cuba de Fidel Castro. A mediados de la pasada década, el proyecto chavista empezó a ganar aliados en la región: Evo Morales en Bolivia en 2005, Daniel Ortega en Nicaragua en 2006 y Rafael Correa en Ecuador en 2007. Hasta 2009 esa propuesta “antiimperialista” y anti-neoliberal de Chávez (plasmada en el ALBA, en Petrocaribe, etcétera) siguió expandiéndose con nuevos aliados como Manuel Zelaya en Honduras o Fernando Lugo en Paraguay. Además, contaba con la comprensión de Lula da Silva en Brasil y con la cercanía de la Argentina kirchnerista.

Sin embargo, en la actual coyuntura conviven en la región alternativas emergentes de centroderecha (Mauricio Macri en Argentina), partidos y coaliciones de centroizquierda (el Gobierno de Nueva Mayoría en el Chile de Michelle Bachelet) y dos tipos de movimientos de corte populista, tal y como sintetiza el catedrático de la Universidad de Salamanca Manuel Alcántara en el siguiente cuadro:

El nuevo populismo de América Latina, un movimiento más vivo que nunca

Pervivencia de los movimientos y liderazgos del “nuevo populismo”

Junto con gobiernos nacidos en la década pasada al calor del auge del chavismo, si bien con sus propias características y peculiaridades (Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, o el correísmo en Ecuador), perviven fuerzas que claramente recogen lo que ha sido la tradición populista más reciente.

Se trata de los restos de lo que Susanne Gratius describió como tercera oleada populista o “nuevo populismo”, hegemónico durante la década pasada.

AMLO, uno de los favoritos para ganar las elecciones presidenciales mexicanas en 2018, despliega un discurso demagógico que contiene, en sí mismo, las características de este tipo de populismos. Por ejemplo, su discurso se construye apoyado en la creación de un enemigo común y fácilmente identificable: la “mafia del poder” (los partidos tradicionales y la clase política). Una “mafia” que ha traicionado al pueblo, creación mitificada y símbolo de la pureza republicana, de quien el líder (en este caso AMLO) es su representante y encarnación. Tras la cita electoral en Edomez del pasado junio, López Obrador ha visto reforzado su favoritismo electoral para los comicios del año que viene.

Aparición, emergencia y ascenso del “populismo anti-élite” en América Latina

Si desde 1998 lo que predominó en la región fue el populismo vinculado al “socialismo del siglo XXI”, el “populismo rentista de izquierda”, lo que se empieza a percibir desde 2015 es la aparición de otra clase de populismos situados en la derecha del espectro político, y que se han visto reforzados por la emergencia a escala internacional de fenómenos exitosos a imitar, al menos en parte, como el encarnado por Donald Trump en Estados Unidos. Es un populismo caracterizado, entre otras cosas, por un elemento concreto: el rechazo a la clase política en el poder (la mayoría vinculada al “socialismo del siglo XXI”) y hacia los partidos tradicionales, que consideran muy alejados de las bases.

Sobresalen, en este sentido, como un anticipo de lo que estaba por venir, el fenómeno de Jimmy Morales en Guatemala en 2015. También existen otras figuras que apuntan a convertirse en líderes populistas emergentes de una derecha antiestablishment. Se trata de figuras como las de Jair Bolsonaro en Brasil, Alejandro Ordóñez y, en ciertos aspectos, el uribismo en Colombia o el fujimorismo en Perú.

Estos liderazgos crecen debido a que existe caldo de cultivo: el bajo crecimiento económico y el malestar social y político hacia unas administraciones ineficientes. Esto favorece el voto de castigo: en la mayoría de los casos a gobiernos de centroizquierda o del “socialismo del siglo XXI”, lo cual explica el giro hacia opciones de derecha y figuras que vienen de fuera del sistema.

En este contexto, el “populismo trumpista” o “populismo anti-élite” se encuentra en gestación en la actual coyuntura en América Latina. En algunos países progresará con fuerza, en otros se hundirá para siempre y en otros puede quedar tan solo como un proyecto larvado, a futuro. La crisis de los sistemas de partidos lastrados por la corrupción (Brasil), de sociedades muy polarizadas en torno a determinados temas (Colombia) o de países donde cunde la desafección hacia un estado ineficiente y una clase política que no canaliza las demandas (Perú), son caldos de cultivo propicios para que germine, madure y tenga éxito esta nueva modalidad de populismo.

Pero hay más aspirantes a “Trump latinoamericanos”. Alejandro Ordóñez, el ex fiscal de Colombia, pugna por liderar, o al menos integrar, una gran coalición de derecha a partir de un antiacuerdo de paz con el fin de evitar el continuismo del santismo o un giro hacia la izquierda en el país.

“Es una propuesta desde el ideario conservador. Es una revolución conservadora como la lideraron Reagan y Tatcher. Y ahora puede decirse que Trump la está haciendo, a pesar de él. Lo que he dicho es que la ortodoxia y los paradigmas se han venido rompiendo en buena hora en las democracias occidentales. En el Reino Unido con el Brexit, en Francia con Macron y Le Pen que no eran del establecimiento y en Colombia con el plebiscito del 2 de octubre. Trump es un referente en materia política porque es de los pocos políticos que cumple lo que promete. Se enfrenta al establecimiento. Hay cosas en que uno no está de acuerdo en su vida personal, sus excentricidades. Lo que yo aspiro a ser es decir lo que pienso, hacer lo que digo y cumplir lo que prometo. Desde chiquito pienso lo que pienso. Y nunca me he avergonzado de ello y nunca he pedido perdón por lo que soy. Yo enarbolaré un discurso políticamente incorrecto, desafiando al establecimiento. Así será mi campaña”.

Conclusiones

América Latina vive un nuevo ciclo político marcado por tres dinámicas que marchan en paralelo:

a-. El debilitamiento de las opciones vinculadas a las diferentes izquierdas de la región.

b-. La mayor fortaleza de las opciones de centroderecha.

c-. La pervivencia de dos tipos de populismos, cuya supervivencia viene a negar la tesis de que este tipo de fuerzas están en retroceso. Se trata de un populismo cercano a los planteamientos del “socialismo del siglo XXI” y otro situado a la derecha, con un claro mensaje “antiélite”.

En definitiva, la demagogia y el populismo están lejos de encontrarse en decadencia o a punto de desaparecer en América Latina. De hecho, todo indica que reaparecerán bajo otros rostros y además tendrán una presencia global, porque existe un contexto propicio (el estancamiento económico), ejemplos exitosos que imitar (Donald Trump) y líderes carismáticos que aspiran a aprovechar el nuevo momentum populista.

Publicado en The Diplomat in Spain
Informe completo en Desarrollando Ideas.

Luisa García es socia y COO de LLORENTE & CUENCA en América Latina

 

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