El nombramiento de Baltazar Porras como nuevo arzobispo de Caracas pero como administrador apostólico, en sustitución del cardenal Urosa Savino, evade el poder de veto que asiste al Estado venezolano en virtud del Modus Vivendi vigente con el Vaticano

CARLOS ZAPATA/ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ – VATICAN INSIDER –

El Papa nunca dejó de seguir la volátil situación social y política en Venezuela. En la primera quincena de septiembre, Francisco tendrá la oportunidad de pasar revista a los últimos acontecimientos cuando reciba a todos los obispos de ese país en visita “ad limina apostolorum”. Una cita con mucho telón de fondo. No sólo por la aguda crisis humanitaria que afrontan los venezolanos, sino -sobre todo- la salida de escena del cardenal arzobispo de Caracas, Jorge Urosa Savino, y el nombramiento en su lugar no de un sustituto definitivo, sino de un administrador apostólico. Alternativa que sorprendió, tanto dentro como fuera del territorio venezolano.

Apenas el 9 de julio pasado la sala de prensa del Vaticano anunció la doblemente peculiar sucesión episcopal. Por un lado, el pontífice aceptó la renuncia de Urosa por límite de edad a menos de un año de haberla presentado, cuando cumplió los 75 años. El próximo 28 de agosto el cardenal llegará a los 76, pero no manifiesta problemas de salud ni impedimentos que condicionasen su labor. Podría haber seguido, pero el Papa optó por designarle un sucesor.

Aquí la segunda sorpresa. El elegido fue el también cardenal Enrique Baltazar Porras, aún arzobispo de Mérida. Él asumirá las riendas de la Iglesia en la capital con todas las funciones, aunque será administrador apostólico y no arzobispo. Sobre este particular se han tejido diversas especulaciones, aún no del todo aclaradas (al menos no oficialmente).

La peculiar designación de un administrador permite al Papa cubrir la sede vacante sin depender del visto bueno del gobierno del presidente Nicolás Maduro. La costumbre de contar con una aprobación oficial la exige el concordato vigente entre la Santa Sede y Venezuela, con base en el Modus Vivendi firmado en 1964 entre ambas partes.

Algo similar ocurrió hace 15 años, cuando fue necesario suceder al cardenal Ignacio Antonio Velasco García como arzobispo de la capital venezolana, fallecido el 6 de julio de 2003. Más de dos años tardó la Santa Sede en designar un sustituto, luego que el gobierno del entonces presidente Hugo Chávez vetó todas las propuestas enviadas desde Roma. Mientras tanto, Nicolás Bermúdez fungió como administrador apostólico. La solución llegó ya en el pontificado de Benedicto XVI, cuando el Vaticano presentó el nombre de Urosa Savino y advirtió al gobierno, diplomáticamente, que sería la última propuesta.

Fue así como el, hasta entonces arzobispo de Valencia, se convirtió en pastor de Caracas, el 19 de septiembre de 2005. Chávez hizo de todo por presentar la designación como favorable a sus intereses, y tal era su entusiasmo que el 24 de marzo del año siguiente, cuando Urosa recibió el birrete cardenalicio, el presidente llamó por celular al nuevo purpurado justo en medio de las visitas de cortesía que tuvieron lugar en las galerías vaticanas. Más allá del gesto de cortesía, pronto quedó claro que el cardenal no era precisamente “chavista”.

Así como no es “madurista” Porras. Caraqueño de nacimiento, no sólo goza de la confianza del actual Papa, también Benedicto XVI le encomendó no pocos encargos de peso. Fue él quien organizó la visita de Juan Pablo II a Venezuela y quien atendió a la prensa en Aparecida, Brasil, durante la primera visita de Benedicto XVI a América Latina previo al lanzamiento de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano.

Guarda además un particular historial de desencuentros con la era Maduro y Chávez, de cuya vida sin embargo fue garante durante el llamado vacío de poder y el paro petrolero venezolano, que derivó posteriormente en una controvertida renuncia del entonces primer mandatario.

La complejidad de las relaciones Iglesia – Estado y el difícil panorama venezolano formarán parte de la cita de septiembre entre el Papa y los obispos, quienes ya anticiparon: “Le plantearemos la situación de la Iglesia en el país y escucharemos su mensaje y orientación”.

El vicepresidente del Episcopado del país, Mario Moronta, dijo al dar lectura a una carta pastoral que llevarán a Roma, que la audiencia con Francisco se tiene prevista para el día 10 de septiembre en horas de la mañana: “El Papa nos recibirá en conjunto a todos los obispos de la Conferencia Episcopal, con quienes tendrá un diálogo fraterno acerca de la vida de la Iglesia y la situación del propio país”.

Agregó que les “dará un mensaje para orientar e iluminar nuestra vida eclesial y el trabajo de la Iglesia en Venezuela para los próximos años”. No obstante, con su presencia en Roma desean ratificar su “comunión con el Papa Francisco, quien siempre ha mostrado una seria y decidida preocupación por Venezuela, que agradecemos de todo corazón”. “A él y a sus más inmediatos cooperadores les haremos sentir la voluntad de libertad, justicia y paz de todo nuestro pueblo, golpeado por la crisis que vive la nación”, siguió.

Tras recordar que los prelados no acuden a Roma “como turistas ni como simples funcionarios”, indicaron que la visita “quiere ser una respuesta a la gracia de Dios que nos invita a fortalecer nuestro ministerio como pastores”; así como “para recibir nuevas luces en beneficio de nuestra acción pastoral siempre a favor del pueblo de Venezuela”.

Al instalar la edición 110 de la asamblea general de los obispos, el presidente de la Conferencia Episcopal José Luis Azuaje recordó las más de 130 muertes derivadas de las protestas contra el “régimen totalitario” de Nicolás Maduro. “La mayoría eran estudiantes, eran seres humanos, hijos de madres, ¡no eran cosas! ¡La vida de ellos valía más que esta llamada revolución!”, dijo.

Denunció la “situación de empobrecimiento a la que ha sido sometida la nación” y precisó que la Iglesia “ha tenido que actuar de forma subsidiaria en alimentación, educación y salud” ante una ausencia absoluta del Estado. La demanda, insistió, sobrepasa la oferta porque “no tenemos los recursos para responder a la crisis humanitaria”. Anticipó que “nada ni nadie” detendrá la acción de la Iglesia, “porque es un signo de cercanía” y aseguró que “no estamos solos” en lo que calificó como una “lucha por llevar vida en dignidad a nuestro pueblo”.

“La Iglesia es pueblo que se hace presente en la realidad social, por lo que vive, sufre padece” todo cuanto ocurre en el país, sumergido en una “crisis globalizada”. No obstante, recordó también las palabras del papa Juan Pablo II, al señalar que “Cristo parecía impotente cuando estaba en la cruz, pero Dios siempre puede más. ¡Y el amor vence siempre!”.

Aunque las asambleas del episcopado suelen contar con la presencia de casi la totalidad de los prelados del país, en le reunión de esta semana se notaron grandes ausentes. Entre ellos el propio cardenal Urosa Savino, quien faltó el lunes en la víspera de la aceptación de su renuncia; el hasta ahora arzobispo de Maracaibo (la importante arquidiócesis del petrolero estado Zulia), Ubaldo Santana; y el obispo emérito de Cumaná, Diego Padrón, expresidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) y un importante asesor de ese órgano colegiado.

Publicado el 13-7-2018 en la sección Vatican Insider, del diario La Stampa, en Italia, con el título “Venezuela bajo la lupa del Papa y la sucesión “a mitad” en Caracas”

 

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