SEBASTIÁN DE LA NUEZ –
Ayer domingo en la Plaza del Callao, en pleno centro de Madrid, se reunió un grupo de venezolanos en solidaridad con los compatriotas que en Venezuela han sufrido, en estos días y quizás como nunca antes, la embestida del Estado represor más tóxica de la que se tenga noticia.
Fue convocada esta reunión por varias organizaciones, políticas o no, bajo el lema “En la lucha por la libertad de Venezuela”. Hubo encendidas frases contra el gobierno madurista ─cabía esperarlas, desde luego─, llamados al empadronamiento electoral (solo un pequeño grupo de inmigrantes lo ha hecho) y a estar atentos para el envío de medicinas a Venezuela. Se habló de los venezolanos que llegan al aeropuerto de Barajas y quedan allí varados, o son devueltos, pues no han sido previsivos con las exigencias del Estado español.
Estos encuentros de criollos en tierras españolas, aun cuando parezcan poco multitudinarios, tienen la virtud de cohesionar y llamar la atención. Quien va se siente en ambiente con su gente querida, y a veces se dan verdaderas sorpresas del tipo “¡carajo, tú por aquí!”
Quien no va sabe que algo se perdió y, al menos, se sentirá comprometido para la siguiente vez. La cultura del inmigrante también se trabaja poco a poco. El venezolano nunca ha estado acostumbrado a relacionarse con sus paisanos fuera de las fronteras. Está aprendiendo. La solidaridad a distancia es tan necesaria como la cercana. Uno de los carteles que alguien llevó bien en alto decía: “Ya no vivo en mi país, pero mi país siempre vivirá en mí”.