JOSÉ EGIDIO RODRÍGUEZ –

Salieron con mucho entusiasmo e ilusión a prepararse para el futuro más allá de las fronteras de Venezuela, con el compromiso de estudiar y después volver al país. Para muchos era la primera vez que abordaban un avión, uno de aquellos de Viasa, y en Maiquetía se les reconocía por su alegría desbordante.

La primera oleada de becarios del Programa Gran Mariscal de Ayacucho, PGMA, fue seleccionada a finales de 1974 y año a año fue creciendo hasta llegar a miles que se fueron a aprender otros idiomas y a hacer estudios técnicos, universitarios de licenciatura, postgrados y doctorados, en diversos países.

La meta inicial fue fijada en 15.000 becarios .No todos fueron enviados a universidades en el exterior; muchos otros becarios cursaron estudios en Venezuela. Del mismo modo, no todos fueron becados, aunque ello fue así inicialmente, pero luego se aplicó otra modalidad, la del crédito educativo, además de las becas

La proporción de los becarios de acuerdo con los destinos geográficos se estableció en un tercio en Venezuela, un tercio en EEUU y un tercio en otros países, siendo los principales destinos por número de becarios Canadá, Francia, Reino Unido, México e Italia. Esas asignaciones geográficas fueron flexibles y así, en algunos años, se registró un 40 por ciento de becarios estudiando en Venezuela. En cuanto a destinos en el exterior, EEUU recibieron el mayor contingente de becarios. De 15.000 becarios en el exterior entre 1974 y 1996, 10.000 llegaron a EEUU y el resto a países de Europa, América Latina y Asia.

En una primera evaluación sobre el comportamiento de los becarios en el exterior, que fue presentada por James Mauch en marzo de 1982 en Washington, en la Latin American Studies Association, se indicaba que 80 por ciento de los becarios terminaba sus estudios satisfactoriamente.

BECARIOS Y REFUGIADOS

Se estima que los desplazamientos de refugiados venezolanos ya alcancen a 4.300.000 personas, de todas las edades, clases sociales y niveles educativos. Hay, desde luego, muchos que no han emigrado como refugiados sino que han regresado a los países de origen suyo o de sus padres. En cualquier caso, no estaba en sus planes irse de Venezuela donde tenían su vida hecha, donde estaban arraigados.

Es muy probable que entre esa población de refugiados se encuentren muchos de aquellos que a partir de 1974 viajaron a formarse en universidades o tecnológicos extranjeros, becados por el gobierno venezolano bajo la modalidad del Gran Mariscal de Ayacucho.

En el universo que conforma la diáspora venezolana una porción importante de los refugiados ha llegado a los países que les acogieron, por diversas vías, por carreteras o por trochas, en botes o en peñeros, sin visas, y en muchos casos sin pasaporte. Es lo que registran los medios de comunicación, tanto los tradicionales como los de nuevas tecnologías, con relación a la presencia de venezolanos en Colombia, Brasil, Ecuador, Perú y Chile.

Otros han viajado por avión hasta Panamá, México, EEUU, Canadá, Europa, Australia, Medio Oriente, en condiciones muy duras para comenzar de nuevo, como ocurre con frecuencia con los inmigrantes. Y hay una minoría que por su situación socioeconómica ha podido emigrar, en mejores condiciones y con un futuro menos incierto.

Cuatro millones trescientos mil refugiados venezolanos esparcidos por muchos países del mundo, principalmente en América Latina, Europa, y Estados Unidos de América, además de ser un fenómeno migratorio jamás visto en la historia de Venezuela, representa una pérdida enorme de recursos humanos formados en el país o afuera, entre otros de gente que laboraba en el sector educativo como maestros, profesores o gerentes. Se van porque la crisis humanitaria los empuja a buscar una tabla de salvación. Atrás quedan las escuelas, liceos y universidades cada vez mas vacías, con los recuerdos de sus maestros y profesores, modeladores de conducta y formadores de futuro.

CORDIPLAN Y EL PROGRAMA DE BECAS

Fundayacucho - De nuevo tan lejos de VenezuelaEl Programa de Becas GMA nació en Cordiplan, la Oficina de Coordinación y Planificación de la Presidencia de la Republica, y luego fue transformado en una Fundación con personería jurídica propia. No solo se formaron recursos humanos recién graduados de bachilleres sino también profesores e investigadores, que trabajaban en universidades nacionales y centros de investigación científica.

Y la razón principal para crear ese programa fue la de preparar el personal requerido para trabajar en la expansión de la industria petrolera y petroquímica, y en las industrias básicas establecidas en Guayana, de acuerdo con el V Plan de la Nación, que Cordiplan estaba elaborando.

La preferencia inicial fueron las carreras de ciencias naturales, ingeniería, agricultura, economía y computación, pero luego se amplió a humanidades y educación.

Cordiplan en ese primer gobierno de Carlos Andrés Pérez era una de las principales fuentes de la sección Economía para los medios de comunicación, no solo por los constantes anuncios sino también por la divulgación de estudios y proyectos que servirían para construir el entramado de la expansión acelerada de la producción nacional, al mismo tiempo que se estructuró el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho.

CUATRO PILARES

En el parto del PGMA intervinieron fundamentalmente cuatro personas, que abrieron un capitulo inédito en la formación educativa de miles de venezolanos: 1) el que propuso la idea a quien decidía en el Poder Ejecutivo 2) el que tomó la decisión, vale decir, firmó el punto de cuenta aprobando la iniciativa 3) el que se encargó del diseño del programa y la metodología para la selección de los becarios y 4) el que elaboró el modelo estadístico para aplicar el diseño del programa. Después, claro está, se incorporaron otros y le dieron continuidad.

Desde luego, no estaban solos, casi nunca lo están; había otros actores y responsables de que las tuercas y tornillos, con sus arandelas, estuvieran colocadas en los orificios indicados previa elaboración de las pruebas de tolerancia y resistencia de materiales, pero en líneas generales esos fueron los cuatro ases de la baraja ganadora, convertida en uno de los principales logros del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez.

El que propuso la idea (1) había sido becario, en la London School of Economics, el economista Gumersindo Rodríguez, donde hizo una maestría que concluyó con una tesis sobre “Problemas monetarios de una economía abierta”. Nombrado ministro de Estado Jefe de la Oficina de Cordiplan, y a su vez coordinador del Gabinete Económico, le presentó al Presidente de la Republica el proyecto educativo para incorporar a miles de jóvenes de alto coeficiente intelectual provenientes de todos los rincones del país, lo cual implicaba darle oportunidad a quienes vivían en zonas menos favorecidas por el Estado, de competir con quienes habían estudiado en los mejores liceos privados; para ello se tenia que diseñar un modelo que tomara en cuenta las diferencias socioeconómicas, o en lenguaje de estos días, contar con el algoritmo adecuado.

En ese Despacho existía una oficina encargada de canalizar la ayuda de otras naciones e instituciones internacionales en el ámbito de la formación de recursos humanos. Hasta 1974 Venezuela era un país receptor de ayuda y a partir de ese año todo cambió, se volteó la tortilla y en vez de recibir se pasó a otorgar ayudas a otros países e instituciones internacionales, entre ellas el Banco Mundial; todo, claro está, gracias a la multiplicación de los panes y peces como lo fue la cuadruplicación de los precios del petróleo que entró en vigencia en enero de 1974.

El que tomó la decisión (2) fue el presidente de la Republica Carlos Andrés Pérez, que aprobó la iniciativa con entusiasmo y le hizo el debido seguimiento para que prosperara.

El que diseñó el programa (3) fue el economista Guillermo Domínguez, quien era el Director Técnico de la Cordiplan, con rango de viceministro; y quien montó el modelo de cuadrícula de selección estadística para ejecutar el programa (4) fue un psicólogo y doctor en Ciencias Max Contasti.

Por cierto, quien sugirió el nombre de Gran Mariscal de Ayacucho fue el médico Francisco Kerdel Vegas.

¿Y como sabemos todo esto? En parte porque así lo sostiene Gumersindo Rodríguez en su libro “El Primer Gobierno de Carlos Andrés Pérez ¿Es posible la Gran Venezuela?” (Editorial Ateneo de Caracas, 1988). En parte también porque nos correspondió cubrir Cordiplan para el diario El Nacional entre 1974 y 1980 y observamos ese parto y los primeros pasos de la criatura.

Refiere Gumersindo Rodríguez que esa iniciativa tuvo grandes resistencias, zancadillas y reproches. Había quienes sostenían que ese Programa debía estar en otro despacho ejecutivo, especialmente en el Ministerio de Educación. También se propuso que en vez de enviar a los estudiantes a universidades del exterior, más bien se debería contratar a los profesores de esas universidades para que vinieran a Venezuela.

“Surgieron resistencias, intereses a veces motivados por los celos políticos, pues se pensaba que para favorecer interés de parcialización política interna, la administración bajo mi control pudiera utilizar los recursos y el alcance de este Programa, de manera clientelista para apoyar aspiraciones políticas propias. Las órdenes de pago requeridas para la concesión de las becas, eran retenidas y retardadas sistemáticamente. El Presidente intercedió enérgicamente y los problemas se resolvieron sin mayores contratiempos.” (p42)

Para que el Programa tuviera mayor autonomía financiera, Gumersindo Rodríguez propuso al Presidente de la República, modificarlo y se constituyó la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, a cuyo frente fue designado Leopoldo López Gil.

En el libro citado Gumersindo presenta a Guillermo Domínguez con esta descripción: “uno de los mejores expertos en evaluación de proyectos y el conceptualizador del Programa de Beca Gran Mariscal de Ayacucho y de la parte más decisiva de los exitosos Proyectos Básicos” (p232)

El economista Guillermo Domínguez, egresado de la maestría del Cendes (Centro de Estudios del Desarrollo, UCV) tenía una destacada hoja de servicios en la administración pública al lado de figuras estelares tales como el ministro de Obras Publicas, Leopoldo Sucre Figarella; estuvo en los comienzos del Metro de Caracas con el ingeniero José González Lander y en la CANTV con el ingeniero Andrés Sucre, como gerente de Finanzas. En Cordiplan fue designado Director Técnico, con rango de viceministro, al comienzo del gobierno de Carlos Andrés Pérez

Y sobre el presidente de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, el Jefe de Cordiplan refirió que “Leopoldo López Gil, profesional altamente calificado del sector empresarial, a quien le correspondió la instrumentación del Programa de Becas Gran Mariscal de Ayacucho, en su primera etapa supo empinarse sobre los intereses de su clase para servir a los intereses globales del pueblo” (p232)

En cuanto a Max Contasti, llegó a Cordiplan con el equipo de Gumersindo Rodríguez, quien lo designó Director de Prospectiva. Era psicólogo graduado en la UCV, doctor en Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid, maestría en Planificación del Cendes, doctorado en Ciencias en la UCV, especialista en Estadística. Desarrolló parte de su carrera académica en la Universidad Nacional Abierta, donde se ocupó –entre otros temas- de evaluación y admisiones tanto de los estudiantes como de los profesores.

CONVENIOS Y METODOLOGÍAS

Fundayacucho - De nuevo tan lejos de VenezuelaA modo de ejemplo citamos cómo se organizó uno de los primeros convenios con organizaciones del exterior. En 1975 el PBMA suscribió un convenio con la Carl Duinsberg Gemmeinutzige Gesellschaft establecida en Colonia, Alemania, para que se ocupara de la supervisión y administración de los becarios. La Fundación se encargaba de conseguir el cupo en los centros de estudios alemanes y cubrir los costos de inscripción. El becario recibía además un monto para manutención, vivienda, y seguro medico. Este convenio estuvo vigente hasta marzo de 1986.

En 1975 se hizo la primera selección de becarios, provenientes de varias poblaciones de todo el país, para viajar a Alemania, donde recibieron durante 3 semanas un curso sobre la sociedad, historia y economía de ese país; posteriormente fueron a centros de aprendizaje del idioma alemán, por un lapso de seis meses. De un total de 64 convocados fueron seleccionados 39.

Algo similar ocurrió con los becarios enviados a EEUU. Primero aprendieron el idioma inglés y luego fueron a distintas universidades de ese país. Uno de esos centros regionales de idiomas estaba ubicado en Omaha, Nebraska, un estado del oeste medio conocido por sus actividades agropecuarias. Sin duda un shock cultural tanto para los habitantes de Omaha como para los venezolanos que llegaron a esa ciudad.

En cuanto a la metodología que se aplicó para la selección de los becarios, el ministro Gumersindo Rodríguez refiere en el libro citado ”que el modelo de selección de los beneficiarios cuya elaboración dirigí con el apoyo técnico de los doctores Guillermo Domínguez y Max Contasti, estaba estructurado de tal forma que ponderaba la variable de los previos rendimientos y calificaciones estudiantiles requeridas en función de la posición económica social de los coeficientes educativos respectivos, se tuvieron en cuenta las desventajas socioeconómicas de los estudiantes procedentes de las clases y de las localidades más pobres. Ello permitía que el Programa se orientara preferentemente a asegurar los estudios en los centros académicos del país y del exterior, a los estudiantes de las clases populares” (p42)

Es decir, se aplicó el concepto de cupo diferencial con dos variables básicas: la dimensión urbana-rural y el tipo de liceo o colegio público/privado donde el solicitante de la beca había estudiado primaria y bachillerato, y con los datos obtenidos se hacia una cuadricula de selección.

El programa de becas, gestionado por la FGMA, estuvo viento en popa hasta que estalló el Viernes Negro en febrero de 1983 en el gobierno del presidente Luis Herrera Campins; las restricciones en el gasto público alcanzaron a dicha Fundación, que tuvo que reducir el número de becarios que eran enviados al exterior; no obstante la Fundación siguió otorgando becas y sobre todo créditos educativos, y hoy todavía sigue activa.

Y en los últimos años becarios de Fundayacucho formados en buenas universidades de Venezuela y del exterior, se van del país empujados por la crisis humanitaria, con sus macundales a cuestas y con un peso extra que no calculan en las aduanas: la experiencia y veteranía. Son otros rostros de la diáspora.

José Egidio Rodríguez, periodista y diplomático venezolano, residente en Sacramento, California, EEUU.

 

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