FERNANDO MIRES/ @fernandomiresol
Mientras más tiempo pueda mantenerse la movilización democrática y más amplia sea su magnitud, mayores serán las expectativas para que el ejército en su conjunto termine reconociendo a la Constitución de 1999, la misma que sus elites traicionaron en nombre de una revolución que nunca existió

No me he cansado de analizar los videos. Una vez soldados disparando a quemarropa sobre el pecho de un niño. Otra vez apiñados sobre el cuerpo de un estudiante al que patean hasta dejarlo casi muerto. Otra vez haciendo añicos el violín de un joven músico. Otra vez encerrando a un grupo de jóvenes en una cava para bombardearlos con “gas del bueno” (como decía el muerto Chávez). Otra vez, robando relojes y celulares a cualquiera persona. Y eso es solo lo que se ve. Nadie sabe lo que pasa en los recintos carcelarios de Nicolás Maduro. Se habla de maltratos, torturas, violaciones.

En el asalto perpetrado a la AN, por los llamados colectivos, se vio una vez más como la soldadesca de la GNB hacía la vista gorda frente a las agresiones asesinas de sus colegas “civiles”.

¿De cuál infierno salieron esos demonios? ¿De qué madera está hecha esa gente? ¿Quién les metió tanto odio en el cuerpo? ¿Dónde yacen los límites de la maldad? Maldad radical que no se esconde, maldad que no es banal como pensó una vez Hannah Arendt frente a la maldad de quienes reciben órdenes con los ojos cerrados.

Arendt no era socióloga y no trabajaba con tipologías. Sin embargo, hay en algunos de sus textos, particularmente en Orígenes del Totalitarismo, momentos en los cuales la filósofa no resistió la tentación de proponer tipos sociológicos a fin de lograr una mejor comprensión del totalitarismo antes de que los representantes del poder colonizaran los espacios íntimos del ser, tal como lo describiera Orwell en su siempre vigente 1984. La conclusión de Arendt fue que todo orden totalitario es precedido por una alianza entre elites y chusma (Mob)

LA CHUSMA
El concepto de elite no fue usado por Arendt en el sentido que generalmente conferimos al término, vale decir, a grupos selectos que aparecen en la política, la economía y la cultura. Para Arendt las elites son grupos de poder con acceso a las instituciones del Estado.
La soldadesca puede dar rienda suelta a sus instintos de destrucción y muerte con impunidad. Pero sobre todo a sus odios. ¿Y hay algo que odie más la soldadesca que a los estudiantes?

De la misma manera, el concepto de chusma no debe ser confundido con el de masa. Mientras este último hace referencia a multitudes que se articulan en torno a una ideología, institución o líder, bajo chusma debemos entender a grupos desarticulados, productos de la descomposición de un determinado orden social. En cierto modo la chusma limita con el concepto de Lumpenproletariat, o proletariado andrajoso, descrito por Karl Marx. Pero tampoco es lo mismo.

Mientras para Marx el lumpen se encuentra en los últimos escalones, la chusma atraviesa a todo el espectro social. No son los más pobres de los pobres. Alguien puede tener dinero y al mismo tiempo ser parte de la chusma (es el caso de algunos maleantes).

La chusma está formada por sectores ubicados fuera de las clases y de las estructuras. Se trata de seres desarraigados, sin leyes, sin conciencia grupal ni intereses definidos. Pueden llegar a ser miembros de bandas, traficantes de cualquier cosa y, en determinadas ocasiones, tropas de choque al servicio de un caudillo, de un partido, de una mafia y no por último, del propio Estado, ya sea bajo la forma de colectivos para-militares, asesinos a sueldo e incluso soldados.

LA SOLDADESCA
Las ideas de inspiración arendtiana ayudan a formular una tesis. Dice así: Cuando los soldados no cumplen una función establecida por la Constitución dejan de ser soldados y se transforman en soldadesca. Esa fracción de las tropas militares que aquí llamamos soldadesca, es la chusma militarmente organizada.
Ellos son, como los llamaba Chávez -nunca pudo ocultar sus profundos resentimientos- “hijitos de su papá”. No hombres de verdad, como imaginan ser los miembros de la soldadesca.

Decimos “esa fracción”. No todos los soldados son soldadesca. Hay los que solo cumplen órdenes pues así lo indica su profesión. Pero es imposible evitar, por otro lado, que entre los soldados de profesión aparezca la soldadesca, como ya ha ocurrido en el caso venezolano o como sucedió en las tenebrosas dictaduras del Cono Sur. Esa es la razón que explica la evidente sintonía establecida entre la soldadesca con la chusma civil de los colectivos armados, equivalentes maduristas de los camisas pardas hitlerianos.

En el asalto perpetrado a la AN, por los llamados colectivos, se vio una vez más como la soldadesca de la GNB hacía la vista gorda frente a las agresiones asesinas de sus colegas “civiles”. Uniformados de verde o de rojo suelen ser en Venezuela caimanes del mismo pozo.

Pero la soldadesca no actúa de modo autónomo. Cuando comete delitos es porque así lo han determinado los altos mandos, o elites militares. No de manera explícita, pero sí tácita. Ningún general ha dicho a la soldadesca, disparen a mansalva, cometan atrocidades. Pero sí han dicho que los manifestantes son terroristas, enemigos del orden y, por lo mismo, deben ser combatidos con todos los medios.

Tampoco los generales de Milosevic ordenaron a las tropas serbias violar a las mujeres del Kosovo. Pero sí les dijeron que ellos eran amos y dueños de los territorios que iban a “liberar”. Se configura así, en determinadas ocasiones, una relación de comunicación implícita entre las elites del ejército regular y la chusma convertida en soldadesca. Por esa misma razón no debe extrañar que la soldadesca de Maduro actúe en su propio país como si fuera un ejército de ocupación.

De hecho son extranjeros sociales. Sin uniforme podrían ser atracadores, asaltantes de camino, matones de prostíbulos, en fin, chusma. Con uniforme, son soldadesca. Pueden cometer delitos, mas no serán castigados. Todo lo contrario. Serán elevados por el Dictador Supremo a la categoría de “defensores de la patria”. Más aún: recibirán condecoraciones y, por si fuera poco, armas de fuego. Licencia para matar. De pronto adquieren un poder nunca imaginado en sus perras vidas: decidir sobre la vida de otras personas. La soldadesca practica una suerte de cartesianismo pervertido. “Puedo matar, luego soy”.

El arma de fuego transforma la psiquis del soldado-chusma de la misma manera como el fusil –lo advirtió hace ya tiempo el psiquiatra Frantz Fanon- transforma la mente del oprimido (del colonizado). La diferencia es que el oprimido de Fanon descubría a través de un arma la posibilidad de matar al amo. La soldadesca, en cambio, es usada por el amo (el Dictador, el alto mando) no para matar al amo, sino a los oprimidos.

El arma de fuego libera a la soldadesca de modo negativo. La libera de la Constitución, de las leyes, de la moral, de su propia conciencia. La soldadesca puede dar rienda suelta a sus instintos de destrucción y muerte con impunidad. Pero sobre todo a sus odios. ¿Y hay algo que odie más la soldadesca que a los estudiantes?

Si entre soldados y estudiantes la animadversión es compartida, con mucha mayor razón cuando los soldados son transformados en soldadesca. Así nos explicamos por qué esa chusma uniformada experimenta un inusitado goce cuando dispara sobre esos jóvenes, propietarios, para ellos, de un saber extraño e inútil. Ellos son, como los llamaba Chávez -nunca pudo ocultar sus profundos resentimientos- “hijitos de su papá”. No hombres de verdad, como imaginan ser los miembros de la soldadesca.

LA ELITE
La alianza entre la soldadesca y los altos mandos es la expresión militar de la maligna alianza que se da entre la chusma y las elites. Esas elites, sin embargo, tampoco son autónomas. Han sido seleccionadas. Como miembros del poder forman parte activa del estamento político. Generales como Padrino López o Benavides Torres no son solo agentes armados de la dictadura. Junto a Maduro, Cabello y otros, son miembros de la clase dictatorial

La alianza entre las elites militares y la chusma militarmente organizada (o soldadesca) hace aparecer por momentos a la dictadura como un fortín inexpugnable. Efectivamente, desde el punto de vista militar lo es. No ocurre así desde el punto de vista político.

La alianza entre las elites militares y la chusma militarmente organizada (o soldadesca) hace aparecer por momentos a la dictadura como un fortín inexpugnable. Efectivamente, desde el punto de vista militar lo es. No ocurre así desde el punto de vista político. Por una parte, las elites militares conviven en el mundo social. Como tales son receptores del malestar que genera la dictadura. Con toda probabilidad hay entre ellos algunos que añoran los tiempos en los cuales podían ser dignos profesionales de las armas. Saben que tarde o temprano serán juzgados como crueles esbirros. No deja de ser sintomático el hecho de que, llamados a retiro se convierten en duros críticos de la dictadura. En Venezuela se dice que no hay nadie más demócrata que un general retirado. En suma, los miembros del alto mando viven con la conciencia dividida. Desean ser parte del poder político pero no quieren pasar a la historia como ejecutores de atrocidades innombrables.

Por otra parte, las elites militares no son homogéneas. No todos gozan de las dulces mieles del poder. Los mandos intermedios no quieren en muchos casos hipotecar su futuro profesional sirviendo a una dictadura en crisis, a una que tarde o temprano será derrotada. En breve, no son pocos los oficiales que acarician el legítimo deseo de asegurar la continuidad de su profesión en una era post-dictatorial. Esa es la razón por la cual los mandos intermedios constituyen el eslabón más débil de la cadena militar. Los dictadores lo saben. Y lo temen.

La alianza entre las elites militares y la chusma militarmente organizada (o soldadesca) hace aparecer por momentos a la dictadura como un fortín inexpugnable. Efectivamente, desde el punto de vista militar lo es. No ocurre así desde el punto de vista político.

Nadie sabe con exactitud cuál será el comportamiento de los militares en los decisivos días que se avecinan. Lo único que se sabe es que la alianza entre las elites y la soldadesca no será eterna. El fin de esa alianza está condicionado por el crecimiento del movimiento constitucional. Eso quiere decir, mientras más tiempo pueda mantenerse la movilización democrática y mientras más amplia sea su magnitud, mayores serán las expectativas para que el ejército en su conjunto termine reconociendo a la Constitución de 1999, la misma que sus elites traicionaron en nombre de una revolución que nunca existió.

Unidad, persistencia y amplitud. Esas son las tres palabras que llevarán al fin de la dictadura

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