ANDREÍNA APONTE/FRANK JACK DANIEL –
Pese a no ser un país para emprender debido a la escasez económica y la dificultad de conseguir materia prima, más una inflación de tres dígitos que complica la planificación, todavía hay venezolanos que desarrollan sus propias empresas en un país donde los riesgos se multiplican
A pesar de vivir en un país devastado por la crisis política y económica y con uno de los peores ambientes para desarrollarse profesionalmente, el venezolano Johel Fernández empezó hace dos años a fabricar abrigos para venderlos en línea a sus clientes en el exterior. Pero emprendedores como Johel Fernández no abundan en Venezuela debido a la profunda crisis económica por la que atraviesa la nación petrolera sudamericana desde hace más de cuatro años.
«Hay un movimiento de emprendedores (…) que estamos acá, que decidimos no ir a ningún lado. Caracas va a ser nuestro centro de operaciones siempre», dijo Fernández, cuyos productos van acompañados con el lema «Hecho con amor en Caracas».
Desde un sótano estrecho, el joven de 22 años maneja Simple Clothing. Vende escasas decenas de artículos al mes a países como Estados Unidos, España y Reino Unido.
Venezuela no es un país predilecto para emprender pues en medio de la escasez es difícil conseguir materia prima, la inflación de tres dígitos complica la planificación y la recesión según cifras oficiales redujo casi en un quinto la economía en 2016. El Banco Mundial coloca al país en el cuarto lugar entre los más difíciles para hacer negocios de una lista de 190 naciones, con contendientes como Libia y Sudán del Sur que están en guerra. Se tarda alrededor de 230 días registrar una empresa en Venezuela, cuando en Colombia se logra en seis días.
Las distorsiones creadas por el intrincado control de cambios hacen que el coste de enviar un paquete sea mucho menor que en otros países. Gracias a eso, empresas como la de Fernández son viables. «El envío desde Venezuela es actualmente muy barato y es algo que podemos ofrecer a nuestros clientes», dijo Fernández. «Podemos enviarlo sin costo adicional para ellos».
Por ejemplo, enviar un paquete pequeño a España desde Venezuela por Fedex cuesta 1,50 dólares a la tasa del mercado negro. Por el mismo paquete, en México se pagarían 56 dólares más los 36 dólares que cuesta la prenda.
Simple Clothing funciona con 15 costureras y horarios flexibles que se adaptan a los disturbios generados por la actual ola de protestas opositoras. Además, le permiten a las trabajadoras salir para hacer fila en busca de bienes escasos.
BUSCANDO ALTERNATIVAS
A pesar de los retos, Wayra, un acelerador de Startups de la española Telefónica, ha ayudado al establecimiento de 45 empresas tecnológicas en Venezuela durante los cinco años que lleva en el país.
Cerca de 35 siguen en el negocio, incluyendo MundoSinCola, una aplicación que alivia los trámites gubernamentales y bancarios. El director de Wayra en Venezuela, Gustavo Reyes, estimó que en Venezuela surgían 20 empresas al año y, con mejores condiciones, este número podría multiplicarse. Startup Weekend, una organización que dirige campamentos de entrenamiento para emprendedores, realizó seis eventos en Venezuela en 2016. Este año ha pospuesto las reuniones debido a las protestas antigubernamentales.
«La crisis ha tenido un lado positivo porque ha impulsado a la gente a buscar alternativas, a encontrar soluciones enfocadas en la situación del país», dijo Karina Taboelle, una oradora de estos eventos.
«AÑO SIN GANANCIAS»
Para hacer frente a la escasez, Carlos García, un chef salido de las cocinas del famoso restaurante español El Bulli, viaja al interior del país para abastecer su restaurante Alto, que figura entre los 50 mejores de Latinoamérica.»Solía tomar el teléfono y las cosas llegaban», dijo García. «La crisis nos ha hecho salir a la calle y trabajar directamente con los productores».
Ahora, Alto compra productos de un huerto urbano en Caracas y demás productores nacionales. «Sólo el aceite de oliva y algunos azúcares son importados», dijo García, mientras los cocineros trabajaban en los platos.
Y, al igual que Fernández, ve la construcción de un negocio en un momento de crisis como patriótico, llamándolo un acto de «resistencia».
La ola de protestas contra el Gobierno, que comenzó a principios de abril, ha afectado su negocio ubicado en un área de constantes enfrentamientos. «Como política de empresa decidimos que este año va a ser un año sin ganancias», se lamentó.