MARIO SZICHMAN
White Mischief, The Murder of Lord Erroll, de James Fox (1982) muestra a un sector de la nobleza británica en su decadente, racista esplendor. No solo merodean en torno a un crimen que parece salido de Agatha Christie, sino que además emergen de los desenlaces con impunidad

 

Los plebeyos suelen casarse con plebeyas porque abundan y, además, porque carecen de otras alternativas. Les alcanza, como a la mayoría de los mortales, las generales de la ley. Pero los ricos son de verdad diferentes. Cuando además pertenecen a la nobleza, pueden casarse con cualquier persona, inclusive nobles, o seres de dudosos antecedentes, permitirse cualquier extravagancia, o toda clase de excesos, y eludir las generales de la ley.

White Mischief, The Murder of Lord Erroll, de James Fox (1982) muestra a un sector de la nobleza británica en todo su decadente, racista esplendor. No solo merodean en torno a un crimen que parece salido de Agatha Christie, sino que además emergen de los desenlaces con impunidad. Por supuesto, existen las secuelas. No todos son psicópatas. El cuerpo nos castiga por los delitos de la mente. Tras la protección del igual, viene la soledad que nos diferencia. A la euforia sucede la culpa; una condición esencial para que aflore la tragedia.

El escenario fue Kenia, en 1941. Mientras los británicos sufrían en carne propia la blitzkrieg, la guerra relámpago desde el aire contra sus principales ciudades ordenada por Adolf Hitler, los británicos refugiados en el Happy Valley, rodeado por las White Highlands, disfrutaban de abundante carne ajena. En 1969, el periodista Fox, junto con el famoso intelectual británico Cyril Connolly, publicaron en el Sunday Times de Londres un ensayo sobre el asesinato de Lord Erroll, que nunca fue resuelto. Unos años después, tras el fallecimiento de Connolly, Fox decidió completar la tarea, transformando el ensayo en un libro. Se trata de una especie de Casablanca, pero con más decorados, y cuyos principales personajes llevan adherido al cuerpo una desenfrenada lascivia. Tal vez el clima ayudaba. En realidad, White Mischief demuestra que el ser humano se guía más por la necesidad de acatar leyendas que por la absurda realidad.

En Happy Valley, la orden del día era ser decadente. ¿Y en qué sitio puede encontrarse más decadencia que en aquel donde predomina el disgusto, abunda el aburrimiento y sobra el dinero? (Lo único de rigor en Happy Valley era la promiscuidad). The instant gratification exigía reiteradas, flamantes formas de diversión. La audacia, azuzada por el aburrimiento, tenía como primer paso la infidelidad conyugal, seguida luego por los delirios insertos en los estupefacientes. Y eso reclamaba proveedores. Por lo tanto, el elenco estable de los nobles era rodeado por la baja escala social de ladrones, estafadores, prestamistas, y vendedores de drogas o subastadores de favores sexuales.

Una de las anfitrionas más populares de Happy Valley tenía como costumbre bañarse y vestirse delante de sus invitados. Un aviador engañado por su esposa, se montó una vez en su monoplano, y comenzó a lanzar grandes piedras sobre la dama y su amante, mientras cruzaban las planicies en un lujoso vehículo descapotable. Las veladas nocturnas en el Muthaiga Club solían concluir en trifulcas. En una de ellas, el príncipe de Gales arrojó todos los discos de gramófono a través de una de las ventanas de la sala de baile.

La sociedad de expatriados ingleses donde se registró el crimen de Lord Erroll no solo permitía, también alentaba los excesos. Por un lado estaban los nobles, convencidos de que se hallaban por encima de la ley, y por el otro, la población nativa, dispuesta a servir a sus amos y mantener silencio sobre sus deslices. El hecho de que el crimen de Lord Erroll nunca fuera resuelto, aunque existían escasas dudas sobre el culpable, demuestra que en esa isla de la fantasía, la impunidad era más protegida que el imperio.

UN TRIÁNGULO AMOROSO
Todas las noches, los habitantes de Happy Valley se reunían en el Muthaiga Country Club, donde consumían grandes cantidades de “pink gin,” champagne, o drogas. Bailaban hasta el agotamiento, y abandonaban el local cerca del amanecer, casi nunca acompañados de la pareja con que habían ingresado. Una figura emblemática era Josslyn Hay, Lord Erroll, un infatigable mujeriego, divorciado en dos ocasiones. Su lema era: “Al diablo con los maridos”. Pero no todos los maridos compartían la divisa de Lord Erroll. Una mañana de enero de 1941, Lord Erroll fue hallado en su vehículo, con una bala alojada en su cerebro.

Al principio, menudearon las conjeturas. Inclusive se arguyeron motivos políticos. Durante un viaje a Inglaterra, en 1934, Lord Erroll se enroló en la Unión Británica de Fascistas liderada por Oswald Mosley. Era un admirador de Hitler y de Mussolini, un antisemita, y anunció su intención de introducir el fascismo en África. Pese a sus antecedentes, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, se enroló como capitán en el Regimiento de Kenia, y aceptó en 1940 el puesto de secretario militar para el África Oriental.

Tras analizarse varias hipótesis, y distintos escenarios, las autoridades llegaron finalmente a la inevitable conclusión: el perpetrador del asesinato de Lord Erroll era un cónyuge engañado. Las evidencias eran abrumadoras.

HASTA QUE EL ASESINATO NOS SEPARE
En 1939 falleció la esposa de Lord Erroll. En 1940, en el Muthaiga Country Club, el viudo conoció a Lady Diana Broughton, esposa de Sir Jock Delves Broughton, y de inmediato iniciaron una relación. Lady Diana tenía en ese momento 27 años. Su esposo, 57. Lord Erroll, 39 años. Aunque prácticamente todos los miembros de Happy Valley dormían con otros cónyuges, señala Fox, los affairs eran siempre ocasionales. Una pasión verdadera era “off limits.”

No pareció ser ese el caso de Lord Erroll y de Lady Diana. Un día, la dama pidió a Sir Jock el divorcio. En el acuerdo prenupcial de la pareja se establecía que si Diana se enamoraba de un hombre más joven, podría pedir el divorcio y recibir una pensión del marido durante los siete años siguientes.

Sir Jock aceptó el divorcio como un buen sportsman. En la noche del 23 de enero de 1941, el triángulo sentimental cenó en el Muthaiga Club. Como muestra de su buena voluntad, Sir Jock ofreció un brindis en homenaje a la nueva pareja. Lord Erroll creyó estar en la gloria. Sus finanzas no eran muy florecientes. En realidad, estaba cargado de deudas. Y de repente, asistía a un final feliz. Se quedaba con Lady Diana, la joya de la corona de Happy Valley. Además, el marido engañado iba a financiar los próximos siete años de felicidad conyugal.

La felicidad le duró a Lord Erroll apenas algunas horas. A la mañana siguiente, trabajadores de una granja lechera de Nairobi encontraron un Buick estrellado contra una cuneta en un camino secundario, y a Lord Errol en su interior. Tenía su cabeza apoyada contra el volante. Sangre coagulada manchaba una de sus orejas. La policía respondió con lentitud a la llamada de los jornaleros alertando sobre la presencia de un cadáver en el interior de un vehículo. El asesino tuvo también mucha suerte. En la madrugada de ese día, cayó una copiosa lluvia que borró toda huella de pisadas, o de marcas de neumáticos. No había testigos del episodio. Tampoco se encontró el arma del asesino.

Pero encontrar al posible perpetrador no fue difícil. Aunque Sir Jock Broughton había brindado por la felicidad de su infiel esposa y de su despreciable seductor, muy pocos confiaron en su complaciente actitud. Camareros del Muthaiga Club, y amigos de los integrantes del triángulo amoroso, recordaron frecuentes violentas discusiones, entre Sir Jock y Lord Erroll. Cuando algunos detectives visitaron al marido de Lady Diana, éste se hallaba en la tarea de quemar en el incinerador un par de zapatos. ¿Serían acaso los que había usado la noche del crimen? Sir Jock fue arrestado poco después, y el proceso se inició el 26 de marzo de 1941.

El juicio se concentró en la identificación de un arma propiedad del sospechoso, que coincidiera en sus estrías con la bala alojada en el cerebro de Lord Erroll. Había cinco estrías en la bala que mató a Lord Erroll. La recámara de balas del Colt de Sir Jock tenía seis estrías. Por lo tanto, el Colt no había sido usado en el asesinato. Pero Sir Jock poseía además dos pistolas. La policía le exigió que las entregara. Lamentablemente, dijo Sir Jock, las dos pistolas habían sido robadas algunos días antes del crimen. Según los abogados de la fiscalía, era obvio que Sir Jock había fraguado el robo de las pistolas. No les hicieron caso. Sir Jock parecía contar con la simpatía del público y del jurado. Inclusive el presidente del jurado era su barbero personal.

El primero de julio de 1941, Sir Jock fue absuelto de la acusación de asesinato, y se convirtió en un paria. Lady Diana lo abandonó, y se enamoró de otro hombre. Y los habitantes de Happy Valley, se negaron a que fijara residencia en la colonia. Sir Jock regresó a Inglaterra, abrumado por el vacío que dejó a su alrededor. Las puertas de la Gran Sociedad fueron clausuradas para él. Poco después se suicidó con una sobredosis de morfina. Pero el drama, que hasta ahora no ha concluido, tuvo numerosas facetas.

Una hipótesis es que Lady Diana conspiró con su amante lesbiana, June Carberry, para asesinar a Lord Erroll. Era el crimen perfecto. Según la teoría, Lady Diana no estaba enamorada de Lord Erroll. Lo usó como patsy, chivo expiatorio, para librarse de su marido, y poder vivir con June. Otra conjetura es que Lord Erroll fue asesinado por un falsificador de cuadros, a quien le debía grandes sumas de dinero.
Pero la presunción más interesante y difícil de comprobar, es que otra mujer, Alice Janzé, había matado a Lord Erroll.

Alice Janzé había sido amante de Lord Erroll, y la relación nunca concluyó, ni siquiera cuando se inició el romance entre Lord Erroll y Lady Diana.
La dama era de armas tomar. En su adolescencia, durante un viaje a París, Alice le disparó varios balazos a un examante que la había engañado, y luego intentó suicidarse. Ambos sobrevivieron, y un tribunal francés la condenó a seis meses de cárcel. (La sentencia fue suspendida).

Poco antes del asesinato de Lord Erroll, Alice adoptó un amigo, Julian Lezard. Los hombres, para Alice, se dividían en dos categorías, los amantes, y los bufones. Lezard pertenecía a la segunda categoría. La obsesión de Lezard era casarse con damas que lo duplicaran en edad, y financiaran sus aventuras amorosas. Pero era también un hombre muy inteligente, un gran compañero de las mujeres que no eran sus amantes.

En varias ocasiones, Alice señaló que el romance entre Lord Erroll y Diana era de pura conveniencia. Nadie podría destruir el amor que Lord Erroll sentía por ella.
Al día siguiente del asesinato de Lord Erroll, Alice le pidió a Lezard que la condujera a la morgue donde estaba el cadáver de su amante. Lezard observó una extraña escena.

Antes que Alice colocara la rama de un pequeño árbol en el cuerpo de Erroll, lo besó en los labios, retiró la mortaja, la untó con sus jugos vaginales y dijo: “Ahora, me perteneces para siempre”. Lezard siempre sospechó que fue Alice de Janzé quien asesinó a Erroll. Tal vez lo que no logró consumar la mujer en su intento de asesinato contra su traicionero amante en el viaje a París, lo consiguió finalmente en el caso de Lord Erroll.

Mario Szichman, periodista y escritor argentino. Escribe desde Nueva York.
https://marioszichman.blogspot.com.es.

@mszichman

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