Maestra vida

Maestra vida
EZIONGEBER ÁLVAREZ –

Bueno, entre la despedida que le tributa Blades a Tito Rojas y un asunto doméstico de atracos a camioneticas en Los Teques, la noticia que arroja un hecho muy llamativo para mí, es que, sorprendentemente, un arqueólogo francés ha descifrado el elamita, un lenguaje que tiene como que son 4.000 años de antigüedad. El señor, que sabe su vaina, lo sitúa a la altura del protocuneiforme mesopotámico y del jeroglífico egipcio, razón por la cual se trata de un verdadero hallazgo, el hecho de que lo haya desencriptado después de tanto tiempo.

Además, asegura este arqueólogo que el increíble descubrimiento dará pie a importantes estudios porque resulta que estas personas tan añosas lo usaban de manera distinta al cuneiforme mesopotámico (signos que expresan sonidos) y al logográmico (signos que expresan conceptos).

Por decirlo de alguna manera, el investigador ha determinado que estos elamitas eran gentes muy arrecha, ya que los signos en su escritura representaban sílabas, consonantes y vocales. Medio palo.

Como siempre me pasa cuando leo estas cosas dignas de la revista «Muy Interesante», detengo la lectura a fin de medio entender el asunto. En el interín, volteo hacia cualquier lado de la habitación y resulta que veo una media regada en el piso. Y los zapatos, que siempre pongo acomodaítos después de usarlos, están fuera de su sitio. Le miento la madre a la presencia fantasmal que siempre intenta sabotear mi perfecta realidad, y vuelvo a la locura, es decir, a la lectura noticiosa.

Como diría César Miguel cuando comentaba las noticias: «Ha determinado el azar, que el señor portero…» Entonces advierto que encima del cintillo de la novedad del arqueólogo francés que aborda DW, aparece otra de muy distinto signo: «Detenido bombero activo, que se puso a atracar busetas en Los Teques». Rápidamente paso del adiós de Blades, a reflexionar sobre qué llevaría a un valiente salvavidas a cometer tan abominable crimen. Es que se supone que en Venezuela todos gozamos un bolón con la bolsa Clap que reparten una vez a la cuaresma, además de los millones de bolívares que sólo alcanzan p’al pasaje y de vaina. Aquí, perro come perro y por un peso te matan. Ya lo dijo Jénri Fiol.

Con todo, soy inflexible: «le sale cana al bombero», concluyo indignado. El asunto es que, como vivo en Los Teques, pregunto entre algunos panas si saben del caso del choro apagafuegos. Los más, lo critican visceralmente, pero un conocido que vive en el barrio «Gallo Pelón» me responde que lo que pasa es que la hijita del tipo, que es vecino del sector, está grave en el hospital y que el bombero se puso con eso porque no le alcanzaban los reales para las medicinas de la muchachita. Yo, recordando aquella canción de Blades que llaman «Adán García», cuya temática es muy similar al suceso de marras, entro de seguidas en un sopor profundo, al son de: «el último día en la vida de Adán Garcíaaa…»

Hace frío.

En los linderos del sueño, veo mi ropa guindada allá en el tendedero. El viento decembrino la va secando y en el ir y venir de los trapos bailantes y bien abrigado, me voy a un mundo de sol, luz y aguaceros. En esos predios extraños sucede cualquier cosa, una más demencial que la otra. Descubro que soy reo de delito y que estoy preso en un lejano reino. Desde el fondo de la patibularia celda, mi compañero -que para más señas se trata del bombero de la noticia- me grita:

-Chino, estos elamitas no comen coba. P’al güeco es, sin pasar por gou.

-Es decir ¡nos van a juzgar en un sueño mío… ¡Y en Elam! Por cierto ¿dónde coño queda Elam? ¿Y qué hice yo, ah?

– Joder. Lo tuyo es joder el parque, y echarle leña a Maduro. Yo tuve que salir a atracar para comprar los remedios de la chamita y yopa’vivir con miedo, prefiero morir sonriendo… ¡Mosca, que llega el carcelero y viene cantando!: –En las montañas de Sorte por Yaracuyyyy…

-¡Nos salvamos, nojoda! ¡Gracias, papá Dios! ¡Es Rubén! Rubén, pana mío, coño, chamo… háznos la segunda con Napirisha, la diosa reina de los elamitas.

-Tiburón, ¿qué buscas en la orilla? Chino, mi hermano, yo te entiendo pero cómo hago…

-Rubén, todo es según el color, del cristal con que se mira.

-Contigo no sé, pero al bomberito no lo salva ni el más bravo, si naciste pa’ martillo, del cielo te caen los clavos.

Y vamos, que la reina Napirisha los espera, persígnate, broder, porque está indecisa: la ex-señoritaaa no ha decididoo, qué hacerrrr... y no te quejes. Tienes este sueño loco porque te emburraste dos bollos fríos con mayonesa en la cena, por tu mala maña.

– Estoy jodido -dice el bombero- porque es tu sueño, Chino, y nadie se muere en sus propias pesadillas ¿Cómo se dice auxilio en elamita?

– Yo te lo dije canallón, te iba a salir cana.

Ya, ante la reina:

-Señora Nefertiti -se espepita el bombero cayendo de rodillas- ¡perdóneme que no lo vuelvo a hacer!

-¡Silencio, mequetrefe!, dice Napirisha. Qué Nefertiti del coño… Rubén, estos alumbraos se ligaron en el mismo sueño. Y eso que el bombero está preso en la Comandancia. El Chino, que es otro vago, lo que hace es joder la paciencia. ¿Qué pasó aquí?

-Es que son dos personas distintas, pero… dos tragedias iguaaaleees porque viven en Venezuela, ¡Oh, Salve Reina! El Chino convidó al bombero por una noticia que vio, yo estaba por ahí también, y bueno…

– Me dicen El Chino, soy venezolano y entiendo elamita. Mis sueños si son de pinga, pana. Esta es la reina que el pueblo adora, esta es la diosa más popular. Dígalo ahí:

-La culpa la tiene el arqueólogo que abrió el portal, sentencia Napirisha. Me lo buscan y me le echan ají y cebolla, y hojitas de laurel. ¡Ay! Lo que le espera.

En definitiva, yo, Napirisha, dueña y señora de toda vida elamita, he decidido: dos puntos: que el bombero pague su cana bien gorda, y que El Chino se despierte libre de polvo y paja, pero que sepa antes, que quien le zaperoquea el cuarto, soy yo, que voy y viajo por alto que esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo. Que publique su mamotreto. ¡A despertar! ¡Ya!

Y así se desperezan los huesos de mi alma, que se saludan de lejos porque no hay manera.

Esguañingao. Mejor, toescoñetao. Voy por café en medio de un güiki güiki atenido a la tristeza por la cantidad de seres buenos que tanto nos dieron y que se van para siempre, pero así es la vida camará, te da y te quita, te quita y te da. Ahora, porque no engraso los ejes, me llaman abandonao. Pero si a mí me gusta que suenen, ¿pa’ qué los quiero engrasaos?

Eziongeber Álvarez, humorista venezolano.

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