RONAL F. RODRÍGUEZ –
En menos de dos años, un país sin tradición migratoria ha recibido a sus compatriotas que regresan, muchos de ellos desarraigados, a sus hijos, los colombo-venezolanos, y a sus parejas y familias, los venezolanos

 

El fenómeno migratorio que hoy vive Colombia no es comparable ni tiene precedentes, razón por la cual resulta complejo hacerle frente. La llegada de venezolanos, colombianos retornados y colombo-venezolanos supera en número y en brevedad de tiempo cualquier otro fenómeno migratorio del mundo. En menos de dos años, un país sin tradición migratoria ha recibido a sus compatriotas que regresan, muchos de ellos desarraigados, a sus hijos, los colombo-venezolanos,y a sus parejas y familias, los venezolanos.

Sobre el papel no debería resultar tan problemática, en términos generales la hermandad y la condición fronteriza establecen semejanzas y vínculos que deberían facilitar el proceso. La lengua, la religión y el pasado común abonan una relación más armoniosa comparativamente con otras realidades migratorias. Pero ello no significa que sea un proceso homogéneo, dado que tiene diferencias socioeconómicas y regionales, entre otras importantes que complejizan el proceso.

No es un proceso migratorio sur-norte, es decir, que no es el paso de ciudadanos de un país subdesarrollado a un país más desarrollado buscando movilidad socioeconómica. Venezuela a lo largo del siglo XX se desarrolló más rápido que Colombia, pero en estas dos primeras décadas el siglo XXI ha retrocedido sensiblemente.

Lo cual ha generado importantes contingentes de capital humano, técnico-profesional, con altos niveles de experiencia, en un país empobrecido. El modelo económico de la “Revolución Bolivariana” sacrificó dos generaciones de personas altamente calificadas por no simpatizar políticamente, causando de esta manera el éxodo de los buenos y los mejores.

Pero el empobrecimiento del país también ha obligado a salir a los estratos populares, aquellos que supuestamente eran los dignificados por el chavismo, se les llevó al punto de la asistencia humanitaria. En tan solo dos décadas no solo aumentaron los pobres, sino que esos pobres han tenido que enfrentar una peor pobreza. Su salida no se debe al cierre de oportunidades, es una cuestión de supervivencia.

De otro lado, al igual que Colombia, Venezuela es un país de regiones, pero con una mayor vocación caribeña. En la amplia costa venezolana converge la mayoría de la población llena de matices y particularidades que la hacen semejante y diferente a la vez. Asimismo, los andinos son la continuación del talante de los santandereanos, y al sur de la frontera, los llanos son uno solo. Muchas de las diferencias con la población migrante son las diferencias regionales agudizadas por la diferencia nacional.

Hasta ahora la mayoría de los que han llegado tienen un vínculo con Colombia, incluso son colombianos o pueden llegar a serlo, tienen a su familia extensa en el país y en mayor o menor medida existe algún tipo de relación que facilita la migración.

El elemento fundamental que anima la migración en dirección a Colombia son precisamente las redes y relaciones existentes entre las dos poblaciones lo que hace de nuestro país, no el más atractivo, pero si el más conveniente para migrar. Y dada la situación que vive Venezuela, el rápido deterioro y la instrumentalización que hace el oficialismo chavista del fenómeno, en los próximos meses llegarán entre uno y dos millones de personas con todas las tensiones que ello representa.

Es necesario coordinar los diferentes esfuerzos de caracterización de la migración que se viene adelantando por diferentes organizaciones de la sociedad civil y comunidades religiosas para empezar a entender la complejidad del fenómeno.

Publicado por www.elespectador.com
Ronal F. Rodríguez es profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, Colombia. @ronalfrodriguez

 

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