VÍCTOR SUÁREZ –
A mediados de los ´70 llegaron a la escuela de Periodismo de la UCV tres estudiantes y dos profesores expatriados. Venían de Chile y Argentina. En uno estaba ya montado Pinochet, en el otro país María Estela la de Perón pastaba bajo el embrujo de José López Rega, fundador de la siniestra Triple A.
Todos eran pelabolas. A uno de los profesores, ya académico con algún nombre en la Universidad de Nueva York en tanto pupilo de Armand Mattelart y Ariel Dorfman (“Para leer al Pato Donald”), me lo encontré un domingo en el Central Park. Nos habíamos citado para tomar el sol del verano a la orilla del Columbus Circle. Llevaba esposa y tres hijos pequeños, a quienes a la hora del almuerzo solo proporcionó a cada quien un slice de pizza napolitana y un vasito de Coca-Cola.
El chileno Alejandro Kirk se fue para la agencia Inter Prress Service tan pronto se graduó. Al otro profesor y a otro estudiante les perdí de vista.
El quinto del sur se llamaba Miguel Schapira, quien, al presentársele a las damas de su interés, siempre decía: “soy argentino, judío y tengo psoriasis, para que sepas todo lo malo de una vez”. Argentino de la ciudad General Roca, en la provincia de Río Negro, al norte de la Patagonia, a 1.000 kilómetros de Buenos Aires.
Formaba parte de ese exilio argentino que comenzó durante el tercer gobierno peronista (1973-1976), el cual utilizaba métodos de exclusión y represión de militantes de organizaciones guerrilleras y también contra sectores progresistas no simpatizantes de la lucha armada, y se masificó durante la dictadura cívico-militar (1976-1983). Shapira era un adolescente que hizo oposición armada, según cuenta una allegada, aunque nunca le oí hablar de ello.
Miguel, muy alto, bastante rubio, ojos azules, siempre sonreído, ingresó a la UCV en 1975, mucho antes de que apareciera en escena la camada argentina formada por Rodolfo Terragno, Tomás Eloy Martínez, Miguel Ángel Diez, Edgardo Silberkasten, Dolores Valle y Raúl Lotitto, que entroncaron en El Diario de Caracas fundado por Diego Arria.
Estudiante notable, analítico y perspicaz. Dos años después, en 1977, ya estaba como pasante en la sección de Internacionales de El Nacional. Su estada allí se alargó durante 11 años, con uno de licencia en el entretanto.
Egresó de la UCV en la promoción de 1980 (su tesis de grado fue cuestionada por presunto plagio, sin consecuencias). En 1981 ganó una beca para hacer un máster en Asuntos Internacionales en la Universidad de Harvard. “Me acuerdo perfectamente porque ese 29 de julio yo pasé la noche con él en la residencia de la Universidad mientras veíamos por televisión la boda de Diana Spencer con ese inútil llamado Carlos, el príncipe de Gales”, me dice una cineasta venezolana con la que para entonces retozaba.
En Caracas, además, hizo programas de televisión con Laura Furcic y Walter Martínez, y una breve pasantía en las comunicaciones corporativas del Banco Consolidado.
En abril de 1988 le vi partir de El Nacional. Tenía planes…
En Ginebra, Suiza, el Consejo de Administración de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) había electo al belga Michel Hansenne director general de esta agencia de Naciones Unidas.
Schapira aplicó a un cargo en el área de comunicaciones, y fue seleccionado como Director de Servicios Audiovisuales. Se aposentó en la sede ubicada en Route des Morillons 4 durante más de una década. Produjo incontables piezas periodísticas sobre trabajo forzado, trabajo decente, trabajo infantil, trabajo informal, memoriales sobre el desempleo mundial, aparecía a veces como portavoz de la OIT en congresos o asambleas multilaterales, a veces como director de comunicaciones en los créditos oficiales.
Hansenne fue electo para un nuevo período de cinco años, y Miguel siguió allí, con sus tres lenguas (español, inglés y francés) y sus tres sonrisas (franca, ladina y despreocupada).
En 1999 subió al podio principal de la OIT el chileno con el currículo más largo y esponjoso que se pueda imaginar, Juan Somavía, quien se mantuvo en la dirección general durante tres períodos consecutivos, hasta su renuncia en 2012.
Miguel estuvo en la OIT durante 20 años y tres meses, pero no siempre en Ginebra o Lausana. También sirvió a la OIT en las oficinas de Lima. Estando en Perú, en 2008 se jubiló.
Pasó a Costa Rica, donde fue profesor universitario y productor freelance para CNN y BBC.
En 2010 partió a Santiago de Chile. Allí fundó una empresa (Sascha Producciones), especializada en arte y espectáculos, orientada a poner en escena obras teatrales y eventos artísticos y musicales de perfil internacional.
Se había casado por primera vez con una sueca-venezolana, que le dejó dos hijos a su cargo, a los que crió como padre soltero. En segundas nupcias se apareó con una francesa, con quien tuvo una hija, nacida en Venezuela. Más tarde casó con una alemana que también trabajaba en la OIT.
Esa hija venezolana le acogió en París cuando le paralizó la esclerosis múltiple, hace unos cuatro años. Murió el 20 de mayo de 2021.
Tan especial era este periodista argentino expatriado que hasta ahora es el único de esa nacionalidad al que el diario El Nacional le ha dedicado un reportaje como “guapo, simpático y seductor padre soltero”.