ROBERTO GIUSTI –

Como su destino era la China y se trataba de halagar al hermético Xi Ping , no tuvo Nicolás una mejor idea que mandar a llamar al sastre a palacio y ordenar (con carácter de urgencia) una media de docena de trajes tipo Mao, preferiblemente de colores oscuros.

Se trataba de una misión complicada porque el objetivo era sonsacarle al camarada presidente chino cinco mil millones de dólares y eso pasaba por demostrar, empezando por el atuendo, su fidelidad total al mao-comunismo redivivo y capitalista que encabeza el camarada Xi Ping. En realidad cuando este llega al poder (2013), apalancado en su guerra contra la corrupción, pocos esperaban este revival del pasado maoísta.

Nicolás y su traje Mao
EL TRAJE OCCIDENTAL
Si en algo las culturas distintas al mundo occidental parecieran estar perdiendo la pelea es en el de la vestimenta. El traje de flux y corbata, cuyo origen se remonta a la corte de Luis XIV (1660) en Versalles, evolucionó y ya en el siglo XIX imperaba el traje tal y como lo conocimos.
Curiosamente fue un líder laborista, Keir Hardie, quien negándose a vestir de levita para asistir a las sesiones del parlamento británico, usó el traje que para entonces (1906) utilizaban la clase obrera y los campesinos. Así, a lo largo de los siglos el traje había salido de los palacios para instalarse entre el común de la gente, para desde allí convertirse en el atuendo de los representantes populares y con el tiempo en el favorito de los poderosos.

Fue entonces cuando a Nicolás se le prendieron las luces y pensó que Xi Ping, quien suele lucir el traje Mao con no poca frecuencia y siente una nostalgia activa por catástrofes maoístas como la revolución cultural, vería reblandecida su dureza ortodoxa, si él se presentaba en Pekín metido en un liquiliqui. A la postre es el traje nacional venezolano (por decreto de Nicolás) y resulta tan sugestivo su similitud con el traje Mao que, entre otras hipótesis, se señala que está inspirado en la vestimenta que adoptó Mao ante la multitud en la Plaza Tiananmen como el número uno de la naciente República Popular china en 1949. Inspirado a su vez en el atuendo puro y simple del dirigente nacionalista Sun Yat Sen, considerado como el padre de la China moderna, Mao se estrenaba enviando un mensaje de austeridad y simpleza al hombre nuevo del socialismo. Pero también advertía, a las potencias de Occidente, que China no se plegaba a sus diktat y tenía sus propios valores.

Pendiente de los cinco mil millones, Maduro se sube al autobús chino jugando al regreso del Gran Timonel. Un regreso, sin embargo, con sus reglas propias, porque si bien en el plano político se concentra el poder en Xi Jinping, en la economía el Partido Comunista se aferra al ya viejo lema impuesto por Deng Xiaoping de “un país, dos sistemas”.

Ahora, que Nicolás se haya salido con las suyas y Xi Jinping le consignara los cinco mil millones de dólares, por concepto de su jugarreta del traje Mao, no se sabe a ciencia cierta. Lo que sí se sabe muy bien es que Maduro, con tal de conseguir unos centavos de más o de ganarse unos cuantos puntos, se pone un traje blanco de lino para no desentonar con sus colegas del Caribe; la guayabera de polyester si el viaje es de rendición de cuentas en La Habana; la chaqueta tricolor si despide a una delegación deportiva; el traje del imperialismo, vale decir el flux y corbata, a la hora de montar el show de rendición de cuentas ante la Asamblea espuria; el traje semi-militar si se dirige al poder detrás del poder y finalmente el liqui liqui si la visita es a la Casa Blanca, tal y como lo anunció, muerto de envidia, ante algunos colegas suyos de la región, quienes son bien recibidos por allá, a sabiendas de que eso nunca va a ocurrir con él.

Roberto Giusti, periodista venezolano. Escribe desde Oklahoma, EEUU.

 

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