JOSÉ EGIDIO RODRIGUEZ –

No es ninguna insensatez ni mucho menos un descubrimiento afirmar que los días de los periódicos tal como los conocimos están llegando a su fin. Ello, no obstante, no implica que estos medios desaparecerán, sino más bien que se están transformando en plataformas combinadas con los nuevos medios que han ido surgiendo en los últimos 20 años.

Una de las secciones de los periódicos que pudiera tener una evolución más dramática es la de información internacional. Con el acceso directo que se ofrece vía Internet a medios de otros países, el público lector tendería a disminuir. Si la información proviene, digamos, de Buenos Aires, podemos ir de inmediato a La Nación o a Clarín, y leerla allí completa -o escuchar el sonido o ver el video- sin tener que hacerlo por la vía indirecta, la de las agencias de noticias, que es una intermediación entre la fuente y el público. Desde luego, hay miles de lectores que se quedan con la versión del periódico local, y no la buscan en esos medios argentinos, o de cualquier otro país, pero lo cierto es que ahora hay esa opción, inexistente antes de Internet.

A simple vista el panorama se presenta difícil para los porteros de la información internacional, los editores de la sección internacional, que son los que abren y cierran llaves del mundo exterior para compartir con el público lector.

Empero, el asunto no es tan simple, comenzando porque esos editores no se han quedado de brazos cruzados, y han ido evolucionando de forma tal de adecuarse a los nuevos tiempos, y por otra parte no son meros espectadores a cargo de la portería, que es en realidad el decidir lo que entra y lo que queda afuera del periódico.

La creatividad y profesionalismo de estos periodistas –o comunicadores- es lo que permite contrastar entre diversas informaciones, para tomar la más noticiosa, de acuerdo con los criterios de selección y jerarquización de la información; está también el enfoque, su valor agregado, del tratamiento de la información, que incluye, la titulación de la misma y datos adicionales que enriquecen la información original y ayudan a contextualizarla. Asimismo, presentar enlaces hacia otras publicaciones donde apareció la información original y noticias conexas ya publicadas sobre el mismo tema y que reposan en el archivo.

VENTANA AL MUNDO

La sección internacional de un diario como El Nacional de Venezuela, desde sus inicios tuvo siempre un espacio significativo, con sus llamados a primera página siempre que el suceso periodístico, o el personaje, lo requirieran.

La portada del primer ejemplar del diario, Martes 3 de Agosto de 1943, de hecho es casi en su totalidad una página internacional, que abre con la información: “Montgomery lanza el asalto contra Catania” con fotos de los generales Montgomery y Patton; junto a un pequeño recuadro con este titulo: un submarino alemán a pique, y cierre de la parte superior derecha de la primera página con esta información: Curazao Atacada por los Nazis. En el resto de la primera página hay asimismo más información internacional, casi toda referida a los sucesos de la II Guerra Mundial.

En la cabecera de la primera página aparece la referencia a la procedencia de esas informaciones. Servicios cablegráficos: Associated Press y Reuter.

La sección, conocida inicialmente como jefatura de noticias extranjeras, estuvo a cargo de uno de los gigantes de la historia de El Nacional, José Moradell, quien luego sería su Jefe de Redacción, hasta que dejó este mundo.

El periódico disponía de los servicios cablegráficos –información y fotografía- de las principales agencias, y la Associated Press, AP, tenía la sede de su corresponsalía en el edificio de El Nacional, de Puente Nuevo a Puerto Escondido, en el centro de Caracas.

A mediados de los 70, con el ingreso del periodista argentino Jorge Sethson, la sección internacional se amplió para incluir además de los cables -que transmitían las agencias internacionales de noticias- una página de opinión internacional. Así la encontramos cuando ocupamos la jefatura de esa sección en 1978, con un jefe de cables (J.R. Castrillo), un periodista (Carlos Silva Valero) y un ilustrador para la página de opinión (Pancho Graells).

En esa página completa (sin anuncios publicitarios) se publicaban diariamente artículos de opinión del New York Times, The Observer, Le Monde y TASS, sobre diferentes temas, los cuales servían para complementar a las noticias que traían los cables, contextualizarlas y explicar los acontecimientos recientes del día a día, además de destacar tendencias y cambios en el mundo afuera de Venezuela, en el ámbito político, cultural, económico y social. Por lo general se publicaban cuatro artículos, y la ilustración de Pancho, que era una caricatura referida a uno de ellos.

BOMBA DE NEUTRONES

La bomba solo mata gente en la era Internet
Cartel del artista Paul Morton. Protesta en Inglaterra. (Traducido)

Un día Carlos Silva Valero leyó un cable cuyo contenido le pareció muy curioso e interesante: Estados Unidos se disponía a desarrollar una bomba de neutrones que permitiría dejar intacta la infraestructura física del territorio bajo ataque. Quienes desaparecerían del mapa, serían los seres humanos y los animales presentes en la superficie donde cayeran esas bombas de uso táctico. La industria militar de EEUU le había bautizado indistintamente “bomba de radiación directa incrementada”, “arma de radiación mejorada” o Bomba N.

“Estas bombas sólo matan gente”, comentó quedamente Silva Valero.

–Buen titulo, le dije, y así se tituló el cable. Y circuló y quedó en la mente de muchos lectores venezolanos, no solo los de El Nacional. El título lo decía todo: “la bomba solo mata gente”. Fue, qué duda cabe, un aporte a las creencias nativas, en tanto que en Estados Unidos y la mayoría de países siguieron llamándola bomba de neutrones. Lo curioso es que muchos venezolanos sostienen que tales bombas se denominan ¨solo mata gente¨.

En primicia mundial, The Washington Post había revelado que EEUU estaba fabricando una “versión mejorada” de las bomba atomicas que fueron lanzadas en Hiroshima y Nagasaki en 1945. Al conocerse los detalles, de parte del mismo creador, el físico Samuel Cohen, las alarmas se encendieron en todo el planeta. En caso de estallar un artefacto de esos, cualquiera (persona o animal) que estuviera a su alcance moriría de una manera particularmente horrible, “ya que neutrones colisionan con protones dentro del tejido vivo, la ionización rompería los cromosomas, haría que los núcleos se hincharan y destruiría todo tipo de células, especialmente las del sistema nervioso central”, según advertían desde todos los observatorios. The New York Times la llamó “Bomba Supercapitalista”, puesto que preservaba las propiedades mientras que a las personas las enfermaba y las mataba. La revista Proceso, en México, en algún momento, tituló igual a como lo hizo El Nacional. La presión internacional (especialmente en Europa y en la Unión Soviética) hizo que el presidente Jimmy Carter suspendiera su fabricación masiva, aunque tiempo después el presidente Ronald Reagan las autorizó bajo condición de que solo fueran desplegadas en su propio territorio. Finalmente el presidente George Bush las desmanteló.

A medida que el armamento guiado por tecnología de precisión continuó madurando y se volvió más sofisticado, la lógica para construir una bomba de neutrones se desvaneció. De manera que esas bombas no estallaron nunca, más allá de las pruebas preliminares en el desierto de Nevada.

LOS DESAFÍOS

De lo anterior podríamos destacar que aun cuando el mundo se ha reducido en tamaño y aumentado en velocidad de conexión, vía internet, siempre tendremos la necesidad de contrastar y relacionar el contenido de la información internacional y darle un tratamiento adecuado, de acuerdo con la idiosincrasia, normas y usos locales. Más que de competencia se trataría de aprovechar las nuevas plataformas informáticas para darle al lector, al público, lo que siempre demanda: buena información, en profundidad y relieve narrativo, y de ser posible con sabor propio, que viene a ser un valor agregado.

El que no vio la “Solo Mata Gente” fue J.R. Castrillo, quien falleció con las botas puestas, pues murió en plena sala de redacción, en la sección internacional, un sábado a final de la tarde. A mi casa me llamaron para avisarme de su fallecimiento, y decirme que tenía que ir al periódico pues había que completar el trabajo de Castrillo ya que faltaban por procesar muchos cables, y los lectores del día siguiente reclamarían si el periódico circulase sin las noticias internacionales.

Por su parte Pancho Graells se fue en 1983 con sus lápices y pinceles a Le Monde, donde igualmente ejerció con mucha creatividad su oficio. Y Carlos Silva Valero, a quien conocí desde su época de pasante, continúa laborando en El Nacional.

José Egidio Rodríguez, periodista y diplomático venezolano.

 

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