TOÑA BETHENCOURT –
Esta es la historia de Aline dos Reis, una periodista anclada todavía en Venezuela que, contra viento y marea, cruza a nado los ríos Orinoco y Caroní desde hace 17 años. Acaba de lograrlo por enésima vez en una hazaña de arraigo y pasión que no ha sido Trending Topic en un país de diásporas y desencantos.
El suyo es el testimonio de una pasión. De esas que, al darles curso, solo pueden hacerte feliz, como todas las pasiones. Y Aline dos Reis cada año le da curso a la suya nadando en el Orinoco. O, mejor dicho, cruzando a nado los 3 kilómetros y 100 metros de aguas marrones y negras, que separan las dos orillas donde confluyen el Orinoco y el Caroní. El domingo 22 de abril, muy temprano, volvió a hacerlo y en una hora, 25 minutos, 55 segundos completó el XXVIII Paso a Nado de esos ríos que, de solo verlos, quitan el aliento a cualquiera. Ha sido su hazaña número 16. Aunque no así su mejor tiempo: “Me faltó arrojo”, se atreve a decir.
Aline comenzó a nadar a los cuatro años y, a los 17, cogió el bañador, el gorro y los lentes de natación para lanzarse por primera vez a las aguas del Orinoco, el tercer río más caudaloso del mundo. Desde entonces, solo ha dejado de ir en dos oportunidades: 2008 –“cuando mandé la inscripción, ya no había cupo”- y en 2015 –“me molestó que cambiaran la fecha por las elecciones del Psuv”. Salvo algunos casos, conoce poca gente que haya ido alguna vez y no quiera volver: “Es algo que te atrapa y que no sé definir bien: va más de allá de un reto”. Su mejor tiempo lo hizo en 2004: 52 minutos, 9 segundos y, en dos oportunidades, las barcas logísticas la han forzado a salir: “En 2007, cuando tenía ya dos horas y 55 minutos luchando contra remolinos, y en 2012, cuando retiraron a 600 nadadores por las condiciones de los ríos”. Por cierto, esa vez ella salió a regañadientes.
CORRECTORA ESTILO LIBRE
Mientras le llega el día del río cada año, Aline se comporta como una periodista normal. A lo Clark Kent. Se graduó en la Universidad Católica Andrés Bello y ha dictado cátedra en esa casa de estudios. Pero le debe a otra de sus pasiones confesas, la búsqueda de la escritura perfecta, el poder surfear a sus 35 años -el nado solo no vale en economía- la crisis de los medios en Venezuela: “Trabajo como correctora freelance”.
Aunque la natación es una de sus pasiones, no se siente comprometida con el deporte de élite: “Yo me preparo para el cruce unos meses antes. Este año empecé a entrenar en febrero. Otros años le he puesto más disciplina. La natación exige muchísimo y cuando dejas de practicarla pierdes condiciones muy rápido. Igual, para cruzar, tengas la experiencia que tengas, hay que agarrar agua y mentalizarse en el escenario”.
Cuando comenzó muy niña en la Escuela de Natación del Parque Miranda se acopló a todas las exigencias del deporte y después de integrar selecciones locales y regionales, se cansó. Demasiado pulmón para su vida: “Tuve muchas intermitencias durante la adolescencia. Retomé los entrenamientos a los 18 y he vuelto a sentirme a gusto con mi forma hasta hoy; pero no soy una atleta de élite; soy nadadora y ya”. De hecho, lo del cruce del río le ha dado una excusa ideal para formar parte de un grupo nada desdeñable de nadadores que cada año arman un tinglado de preparativos y retos amistosos que se dirimen en el Orinoco: “Hacemos quinielas, chistes, pronósticos muy nuestros y tenemos nuestros propios piques que saldar”.
Tu relación con el Orinoco tiene que ser muy distinta a la del resto de los mortales: no es lo mismo verlo, imponente, desde arriba, que sumergirse tras una meta dentro de él. ¿Cómo se siente ese río en la piel?
-El Orinoco me parece mucho más amistoso que el Caroní y como el cruce es en la zona de confluencia se nota el cambio de aguas. El Orinoco es marrón y más cálido, el Caroní te sacude con sus corrientes frías y a veces parece halarte hacia sus entrañas. Está a la vista, es más oscuro, casi negro por la profundidad. Pero son percepciones, te digo, el cruce es bastante seguro y hasta ahora se siguen esforzando por mantener un buen nivel de organización.
AGUA QUE NO HAS DE BEBER
Allí, en esa zona, entre marrones y negros, Aline perdió este año minutos valiosos que dieron cuenta de la marca que persigue cada vez que cruza esas aguas: “Menos de una hora; yo estoy satisfecha si bajo de la hora”. Porque desde la orilla de Barrancos de Fajardo, punto de salida en Monagas, hasta la del Malecón de San Félix son 3 mil 100 metros. Eso sería lo que habría que nadar si el río te dejara ir en línea recta. Pero no es así: el ejercicio se multiplica porque depende de una lucha no declarada entre el nadador y las corrientes. O, entre el nadador y su mente, como en el caso de Aline.
-Este año los ríos estaban perfectos para bajar los tiempos, pero yo no. Tuve un percance el día anterior a la prueba y esto me desconcentró. Se me dañaron los lentes de contacto y nadé con unos graduados en un par de puntos menos. Soy muy cegata, así que, puesta ya en el agua comencé muy bien y crucé sin problemas los primeros 900 metros del Orinoco; pero después, comencé a desconfiar de lo que veía y nadé más de la cuenta por exceso de precaución. Mientras nadas, tus referencias son visuales fuera del agua. Así que pequé de cauta y lo pagué caro llegando casi unos 500 metros sobre la meta. También hay que saber interpretar las señales del río: corriente, oleaje, y no lo hice. Tenía ceguera mental. Me faltó arrojo.
-¿Y no te parece suficiente arrojo lanzarte a hacer un cruce a nado en esos ríos tan caudalosos?
-Si supieras que este año el cruce épico fue atravesar el país para llegar a Bolívar. Sin líneas aéreas con itinerarios cómodos, con el riesgo de los atracos a autobuses en carretera, y hoteles y restaurantes con precios de locura, sin agua… los que llegaron fueron héroes.
Aline apunta que ello puede explicar en parte el que este año solo 348 nadadores participaran en el Paso a Nado versus registros de ediciones anteriores. En 2015, por el aniversario 25 del cruce, los organizadores (Instituto Municipal del Deporte de Caroní) expandieron a 1.000 los cupos de participación. En 2016 los atletas llenaron la gabarra que los conduce a la salida. Esta edición fue diferente. Hubo muchas ausencias por lo que implicaba la logística de movilización desde estados lejanos a Bolívar. Atletas como Juan Carlos Morles y Vicenia Navarro, ganador y ganadora absolutos de la competencia este año, por ejemplo, tuvieron que viajar 760 kilómetros para llegar desde Barquisimeto al río; el segundo mejor tiempo, Gian Pablo Leal, 462 kilómetros desde Sucre y los carabobeños José Rodríguez y Génesis Bordones, tercero masculino y segunda femenina, 622 kilómetros. La marca de Aline fue de 521 kilómetros desde Caracas.
-¿Por qué crees tú que vale la pena ese esfuerzo ahora en el país?
-Esto es una tradición para un sector importante de la natación venezolana y es valioso que, a pesar de la situación, mucha gente le ponga el pecho para organizarlo. En años anteriores, ya lejanos, venían nadadores internacionales. Atletas de Brasil, Ecuador y Colombia, por ejemplo, tenían el cruce a nado de los ríos Orinoco y Caroní en sus agendas. Se trata también de una competencia importantísima para la gente de San Félix, la localidad que lo acoge: en 2015 se corrió la voz de que el cruce no iba a hacerse y hubo descontento y molestia. Es una población que necesita eventos que les permitan una temporada pico de actividad económica y comercial. Y el paso lo es. Muchos de los que hemos hecho esto por años, seguiremos haciéndolo. Aquí pueden participar nadadores desde los 14 años, hasta que el cuerpo aguante. Esta edición, igual que en anteriores, el nadador de mayor edad fue Víctor Quintero, tiene 83 años y lo ha hecho varias veces. Es una leyenda. Su tiempo fue de 2 horas, 21 minutos y 2 segundos. ¿Quién va a decirle a él que no vale la pena?
Toña Bethencourt, periodista venezolana. Escribe desde Málaga, España.