Alertas de golpe de Estado en ciernes en Rusia y de posible intento de asesinato del presidente Vladimir Putin. El jefe de los servicios de Seguridad del Estado, Alexander Bortnikov, ha sido señalado por la Inteligencia de Ucrania, país invadido por Rusia, de integrar el complot. Desde la Revolución de Octubre en 1917 hasta la disolución de la URSS en 1991, los servicios secretos han sido puntales en el dominio de los resortes del Estado. Todavía lo siguen siendo.
VÍCTOR SUÁREZ –
-Ven acá, Bortni. Dime una vaina. ¿Por qué crees que te han escogido a ti, precisamente a ti, para matarme?
Alexander Bortnikov, desde 2008 jefe de los servicios de seguridad de la Federación Rusa (FSB), protegido de Vladimir Putin desde hace más de 50 años, compañeros de colegio en San Petersburgo cuando se llamaba Leningrado, a su sombra convertido en gran boligarca postsoviético, que ha cumplido en su nombre encargos arriesgados en la persecución de la disidencia dentro y fuera de Rusia y considerado notable “silovik”, esa especie de burócratas que entraron en la política y la economía rusas a partir de posiciones en los organismos de seguridad y del ejército, ha sido señalado por la Dirección de Inteligencia del ministerio de Defensa de Ucrania como parte de un plan para asesinar al presidente ruso Vladimir Putin.
-¿Y le vas a creer a la inteligencia ucraniana? Tú me conoces. ¿Quieres que salga esta noche en la Vremya del Canal 1 diciendo: “¡Yo no voy a matar a Putin! ¡Con Putin muero por Rusia!?
-Ya te lo han ordenado. Escoge la forma. Me envenenas, me provocas un infarto fulminante, me lanzas por un barranco, me pegas un tiro en el Gran Palacio del Kremlin. Sabes dónde estoy, qué hago, a qué hora pego un ojo. Tú escoges…
Los jefes de los servicios secretos soviéticos, desde que Félix Dzerzhinski fundó la Checa Bolchevique en 1917, han sabido que pocas veces su destino final está en una cama con dosel o en un asilo cinco estrellas, en pantuflas y en pijamas.
Viacheslav Menzhinski, jefe de la OGPU (Directorio Político Unificado del Estado) entre 1926 y 1934, fue envenenado por su sucesor. Guénrij Yagoda, el sucesor, principal acusador en los llamados “Procesos de Moscú” como jefe de la NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos), fue ejecutado en 1938, juzgado por traición. Nikolai Yezhov, quien en apenas dos años ejecutó a cientos de miles de personas y millones fueron detenidas en las campañas de represión, fue a su vez fusilado en 1940. A Lavrenty Beria, que hizo fama como “el Himmler de Stalin” desde 1938 hasta 1953 en la NKVD, acusado y juzgado por «actividades ilegales contra el Partido y el Estado», le pegaron un balazo en la cabeza el 23 de diciembre de 1953.
Vladimir Putin conoce bien la sucesión histórica de los servicios de seguridad, y la enaltece, como coronel retirado del KGB. Alexander Bortnikov ha estado 28 de sus 71 años de vida trabajando en el KGB, en el Servicio Federal de Contrainteligencia (FSK) y desde 2004 en la FSB.
-¿O prefieres formar parte de un golpe de Estado para deponerme, como hizo Alexander Shelepin con Nikita Khrushchev en 1964?
Shelepin había sido secretario general del Konsomol (Juventudes Comunistas soviéticas) y presidente de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas (FMJD). Dio el salto a la jefatura del KGB en 1958, de la mano Khrushchev, jefe de la URSS. Su tarea en ese cargo era desterrar el estalinismo en la policía política. Dejó el KGB en 1961 para ascender en la nomenklatura del PCUS, sin abandonar la supervisión de los servicios secretos. Desde la Comisión de Control del Partido y del Estado y del Secretariado del Buró Político del Comité Central del PCUS, se confabuló con Leonid Brezhnev para derrocar al ucraniano Khrushchev.
-Lo hizo bien, Shelepin. Tumbaron a Nikita sin disparar un tiro.
“Los conspiradores anti-Khrushchev eran muy conscientes de que la alianza de Shelepin con el KGB de (l nuevo jefe Vladimir) Semichastny había sido vital para la ejecución del golpe; y el éxito de Shelepin en este esfuerzo, aunque gratificante, también podría considerarse siniestro”, dice Harry Gelman en The Brezhnev Politburo and the Decline of Detente (1984). “Dos veces antes en la historia posterior a Stalin, señala Gelman, en los casos de Lavrenty Beria en 1953 y del mariscal Zhukov en 1957, los oligarcas habían reaccionado rápidamente cuando uno de ellos parecía amenazar su seguridad debido a su control sobre los instrumentos de coerción”.
Lo advierte porque pocos años después Alexander Shelepin fue aislado de la cúpula, arrinconado en funciones de poca influencia y más tarde abandonado a merced de las palomas en la Plaza Roja.
-O te puede pasar, querido Bortni, como a Vladimir Kriuchkov, que siendo jefe del KGB, en agosto de 1991 apresó a Mijail Gorbachov en un intento de golpe de Estado que resultó fallido. Me daría mucha pena que mi amigo de tantos años pase el resto de sus días prisionero en un gulag junto con el bloguero terrorista Alexei Navalny, por quebrantar la integridad de la Gran Rusia.
Las referencias de Putin a la “hidra de tres cabezas» (el Partido Comunista, la nomenklatura del Estado y el KGB) que había dominado a la Unión Soviética desde su fundación hasta su disolución, estaban ahora alejadas de contexto por cuanto sus tres expresiones básicas habían evolucionado. En treinta años el panorama había cambiado casi en su totalidad. El concepto de partido único (PCUS) había dejado de existir. La unidad geográfica y política también (URSS). Una nueva nomenklatura se había formado (una élite económica y política corrupta, creada a partir de la presidencia de Boris Yeltsin a mediados de los ’90).
Las fuerzas de coerción social mantienen sus estructuras y propósitos. KGB trocó en FSB, pero aún se mantiene vigente el legado del antiguo presidente del Tribunal Supremo de la URSS, Alexander Gorkin:
“Los tribunales soviéticos y el Comité de Seguridad del Estado de la URSS [KGB] son de la misma edad. Pero esto no es lo principal que nos une; lo principal es la identidad de nuestras tareas… Nos complace constatar que los organismos de Seguridad del Estado y los Tribunales resuelven todas sus complicadas tareas con espíritu de entendimiento mutuo y sanas relaciones profesionales”.
A esa hidra se le une una cuarta cabeza, que ya existía, fuerte, poderosa, pero que ahora se eleva mucho más y es clave para las ambiciones imperiales de Putin. Las fuerzas armadas les son vitales.
-Ahora, si aspiras a ser un segundo Andropov, tu pretensión tendría corto aliento. Llevas 12 años al frente de la FSB, Yuri estuvo 15 al mando del KGB. Sucedió a Brezhnev en la cabeza del Estado y del Partido en 1982, el único KGB que lo ha logrado, pero a los dos años murió. ¿Quieres eso?
La aventura en Ucrania ha puesto en desventaja a Putin. Sus intervenciones militares en el extranjero hasta ahora le habían consolidado como líder. En Adjasia, en Bielorrusia, en Kazajstán, en Siria, en Crimea, dos veces en Chechenia. Pero en Ucrania, 26 días después del inicio de la invasión, los resultados esperados no están a la vista. Al contrario.
Ello inquieta a la nomenklatura voraz que ve perder posiciones en el mercado internacional y en la producción interna. El país va a la ruina sin bridas. Aunque amordazada, la población también se inquieta.
Antes de que la Inteligencia ucraniana lanzara el obús contra las murallas del Kremlin, John R. Deni, en The Wall Street Journal el 13 de marzo, ya planteaba el albur: “¿Resolvería algo un golpe de estado en Rusia? Este profesor e investigador en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela Superior de Guerra del Ejército de EEUU se responde: “Aunque un golpe en Moscú podría poner fin a la desastrosa guerra de Rusia en Ucrania, un nuevo gobernante o régimen enfrentaría los mismos incentivos políticos internos y probablemente terminaría comportándose de manera similar”. De manera que el sucesor de Putin enfrentaría las mismas condiciones políticas y geográficas que lo llevaron a la confrontación”.
Dice Thomas Kika en la revista Newsweek: “La posibilidad de que Putin sea destituido por la fuerza, ya sea por asesinato u otros medios, ha sido un tema de conversación constante en el escenario mundial desde que comenzó la invasión de Ucrania. Como ese conflicto ha infligido pérdidas inmensas al pueblo ucraniano y como resultado se han impuesto sanciones económicas paralizantes contra Rusia, la noción, aunque controvertida, ha persistido”.
-¿Y por qué crees, Vladimir, que yo soy el designado para hacer el papel de Bruto?
-Muy sencillo, hijo mío. Como jefe de la Seguridad del Estado, tienes las conexiones y formas parte de esa élite que me apoya y no me apoya, has encubierto y facilitado sus operaciones turbias, te puse en la cumbre de la petrolera Gazprom, te hice miembro de la junta directiva de Sovkomflot, la compañía naviera y transportista de hidrocarburos más grande de Rusia, tu hijo Denis es director del principal banco estatal (VTB), integras el Consejo de Seguridad de Rusia junto al ministerio de Defensa y las fuerzas armadas. Lo que no tienes es el botón nuclear. Si yo estuviera en tu lugar (y lo he estado), en circunstancias parecidas, Marco Bruto pasaría a cuchillo a Julio César en el teatro Bolshoi de Moscú.