Después de años de erosión, el sistema político se ha convertido en un híbrido de rasgos democráticos y autoritarios, una mezcla muy inestable, según los expertos.
Sus reglas internas pueden cambiar día a día y los centros de poder compiten ferozmente por el control. Esos sistemas han demostrado ser mucho más susceptibles de experimentar un golpe o un colapso.
Maduro ha luchado para reafirmar su control, como suelen hacer los líderes de esos sistemas.
Sin las relaciones personales de Chávez ni los grandes ingresos petroleros, Maduro tiene poca influencia porque es sumamente impopular y su control sobre las instituciones democráticas es muy débil.
Después de que la oposición ganó el control de la Asamblea Nacional en 2015, la tensión entre esos dos sistemas explotó en un conflicto directo. El Tribunal Supremo de Justicia, lleno de magistrados leales al régimen, trató de disolver los poderes de la legislatura. Maduro convocó una asamblea constituyente a principios de mayo.
La paradoja de Venezuela, según Levitsky (Steven Levitsky, un experto en ciencias políticas de la Universidad de Harvard), es que el gobierno es demasiado autoritario para coexistir con las instituciones democráticas, pero demasiado débil para abolirlas sin correr el riesgo de colapsar.
Los manifestantes han tomado las calles, pero parece que las acciones de las fuerzas de seguridad y los colectivos han logrado frenarlos. Francisco Toro, un experto venezolano en Ciencias Políticas, dijo que no está claro qué lado tomarán los militares si son llamados a intervenir.
Ninguno de los bandos parece ser capaz de ejercer el control. Ese sistema político incapaz de acabar con el régimen o negociar ha alejado a Venezuela de la riqueza y la democracia, llevándola al borde del colapso.
Parte del artículo titulado «El colapso de Venezuela explicado en cinco pasos», escrito por Max Fisher y Amanda Taub en The New York Times