Desde que llegó Nicolás Maduro a la presidencia de la república, Venezuela se ha sumergido aún más en las profundidades de la ciénaga de la tristeza. A paso de perdedores.
El Índice Mundial de la Felicidad 2016, un informe patrocinado por Naciones Unidas realizado con datos de 155 países, ubica a Venezuela en el último lugar entre los que más han retrocedido en bienestar social durante el período que va desde 2005-2007 (inicio de la gran depresión mundial) hasta 2014-2016 (años de la recuperación).
El dato indica cuán profundo es el precipicio que Venezuela deberá escalar para que la percepción de satisfacción individual vuelva a apoderarse de sus ciudadanos.
Cuando Maduro asumió el poder en 2013, el Índice colocaba a Venezuela en el puesto 20 entre 156 países, un lugar de privilegio desde el que el gobierno podría impulsar su propaganda en el exterior, al igual que lo ha hecho con datos de la FAO en cuanto a alimentación, o con de la Unesco en alfabetización.
Cristo comenzó a padecer al año siguiente, al ocupar el puesto 23 de la felicidad. El tobogán ya estaba engrasado en 2015: se situó en el puesto 44. Y en 2016 se deslizó hasta el # 82 del ranking mundial. En apenas tres años el país cayó 62 escalones.
No existe en el mundo país que haya retrocedido tanto en tan poco tiempo como Venezuela.
LA FELICIDAD NO ES UNA MUECA
El más reciente Índice fue revelado el lunes 20 de marzo, declarado como Día Internacional de la Felicidad. Según Jeffrey Sachs, director de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, este informe “continúa llamando la atención mundial sobre la necesidad de crear una política sólida para lo que más importa a la gente: su bienestar”.
El reporte evalúa seis factores claves para la clasificación final de los países:
– Producto Interno Bruto per cápita;
– Esperanza de vida;
– Apoyo social: entendido como el hecho de tener a alguien con quien contar en momentos difíciles;
– Confianza: medida por la percepción de ausencia de corrupción, tanto en el gobierno como en los negocios;
– Percepción de libertad para tomar decisiones vitales;
– Generosidad: evaluada según donaciones personales recientes.
La medición del informe va de cero a diez (0-10). El país con la mayor puntuación en 2016 fue Noruega, con una calificación de 7.537. Venezuela retrocedió 1.597 puntos entre 2005 y 2016. Este retroceso significa la distancia que separan (en felicidad) a Noruega y la pequeña Belice, un país centroamericano que se asemeja al estado Cojedes en población y superficie pero que con el puesto 50 en el Índice le lleva a Venezuela 32 escalones de ventaja.
CÁLCULOS DE TRISTEZA
En el puesto 20, superado en América Latina y el Caribe solo por Costa Rica, Panamá, y México, Maduro creyó que la luna era pan de horno. Creó en octubre de 2013 un viceministerio de la Suprema Felicidad, y encargó a un tal Rafael Ríos como jefe de ese vicedespacho, el cual tendría como objetivo coordinar las 30 misiones sociales que había heredado de su antecesor Hugo Chávez. «A partir de mañana, cuando salga en Gaceta, se van a coordinar estas misiones donde he designado jefes y jefas, y que haya un responsable y una cabeza visible que nos informen en tiempo real de cómo marcha cada misión», dijo en cadena nacional de radio y televisión. Para Maduro, Misión es igual a Felicidad. A más Misión, más Felicidad.
Pero a los 4 meses despidió a la cabeza visible. No había resultados o había elegido a la persona equivocada. Entonces, montó en ese trineo de venados envenenados a Carolina Cestari, exasistente de Cilia Flores en la Asamblea Nacional.
A partir de allí la escalera hacia la supuesta felicidad solo conducía al infierno.
En el reparto de la felicidad, Cestari se distinguió por sus planes inconclusos, por expulsar a personas humildes de sus casas en la Misión Vivienda, por intimidar a los muchachos del Sistema Nacional de Orquestas (“¿Usted no está de acuerdo con el proceso revolucionario? Sea coherente con su posición política y busque trabajo en otro lado”). Hasta Mario Silva, conductor de uno de los programas de TV más execrables del régimen, la tildó de «málvada».
En febrero de este año, Cestari asumió la jefatura del Gobierno del Distrito Capital y el viceministerio de la felicidad fue encomendado a la exministro para la Mujer Gladys Requena, quien mengua en el limbo.
El grueso del PIB se lo llevaron, la esperanza de vida se acorta a una tasa de 30 mil homicidios al año y un pavoroso índice de mortalidad infantil prematura, el abandono social se expresa en el sufrimiento general por la escasez de alimentos y medicinas, la corrupción campea, el ciudadano no tiene libertad para tomar decisiones vitales y tampoco tiene nada que donar que no sea compartir lamentos con sus vecinos. Ninguno de los puntos claves que investigó el Índice de la Felicidad, basado en 3.000 encuestas por país realizadas por la corporación Gallup, pudieron en Venezuela obtener una calificación superior a la media mundial.