OMAR PINEDA. Abre la semana con la noticia del trágico fallecimiento de Gabriel Andrés Medina Díaz, detenido en abril del año pasado por funcionarios del Comando Nacional Antiextorsión y Secuestro, Conas, otro de esos parapetos militares creados por Nicolás Maduro para consolidar el sello represivo de su dictadura. Insisto en que el deceso de Gabriel Medina, recluso en el centro Nelson Mandela, un anexo de la cárcel de La Pica, no ocurrió tal y como establece ahora la autopsia porque padecía de tuberculosis, sino porque su agravamiento se registró hace más de un mes cuando presentó inflamación del abdomen, tanto que alarmó sus compañeros de reclusión y de nada valieron las presiones para que le brindaran la oportuna atención médica. Este caso se inscribe en el llamado operativo “de inteligencia” que apresó también a Carlos Pérez, Enrique Parada, José Ramón Cruz Marcano, Daniel Aguilera, Víctor Farías, Luis Villarroel, Francisco Marcano y César Belfort, acusados de un plan de secuestrar y entregar a Diosdado Cabello a las autoridades de EEUU. Tanto Medina Díaz como el resto de los detenidos están imputados por un tribunal –todos los tribunales tiemplan ante la voz de Diosdado Cabello– que los hallará sin dudas culpables de traición a la patria, asociación para delinquir, tráfico de armas y conformación de grupos armados. Este primero de septiembre arranca el juicio y obviamente no estará Gabriel Medina, pero sus compañeros de este proceso que ha sido denunciado por irregularidades en las actas y otros procedimientos legales, serán juzgados y sentenciados sin que importe para nada los alegatos de la defensa. Desde que Diosdado Cabello gobierna una parte del país –no porque posea influencia dentro del PSUV y en el sector chavista, sino por sus fuertes vínculos con militares asociados al tráfico de drogas– las víctimas de sus acusaciones no tienen asegurada una vida tranquila. Como no puede actuar a la manera de aquellos capos de la mafia de Chicago que mandaban primero a darle unos batazos en las piernas a los enemigos y si persstían los asesinaban, Diosdado Cabello se vale de métodos más sutiles como el uso de los tribunales, gracias a los cuales se ha vuelto un campeón en materia de demandas judiciales porque todos los juicios que lleva a un tribunal lo gana. Es el caso de Gabriel Medina fallecido el pasado domingo tras un paro respiratorio, a los 39 años de edad, dejando en la orfandad a una niña de 8 años, quien perdió a su madre el año pasado. Hasta el domingo pasado justamente estuvo en Venezuela una comisión de la Unión Interparlamentaria a quien Nicolás Maduro le impidió visitar a los presos políticos. La pregunta es si el “fiscal” Tarek Williams Saab va a explicar con detalles la muerte de un preso político, que desde hace tiempo padecía una enfermedad y nunca recibió atención médica, o va a contarnos otra de aventuras como la del “suicidio” de Fernando Alban, de la cual finalmente se vio obligado a desmentirse.
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