CARLOS HERNÁNDEZ –
Con pesar recibo la noticia de que mi amigo y colega José Cohen falleció ayer 28 de junio/2023 en Caracas. Compartimos muchas coberturas y momentos difíciles, durante nuestra vida de reporteros.
Recuerdo uno de esos momentos. Los dos solos, esperando en la urbanización “23 de Enero” que unos jóvenes quemaran un camión de Pepsicola. Lo habían secuestrado y metido en el estacionamiento de uno de los bloques.
Todos los de prensa se habían ido, solo nosotros dos nos quedamos a esperar. Sabíamos o teníamos la esperanza de que lo quemaran y, bueno, así salvábamos el día con la foto de rigor, normal en ese año de protestas contra Carlos Andrés Pérez.
Al rato los encapuchados, pero sin capucha, sacan el camión a la calle Lo van a quemar, por supuesto, y se dan cuenta de que hay dos fotógrafos solitarios apostados esperando.
Viene uno de ellos hacia nosotros y pide que no hagamos fotos porque se les veían las caras. Cohen le dice: “Chamo, ustedes hagan su trabajo que nosotros tenemos que hacer el nuestro, y si no quieren que se les vean las caras, ¡encapúchense!”. El carajito se lo dice a los otros y, sin discutirlo mucho, se encapucharon y quemaron el camión.
Así era Cohen. La foto hay que hacerla como sea, porque ese era nuestro oficio.
Años después, ya en la tranquilidad del segundo gobierno de Rafael Caldera, Cohen en El Universal y yo en la agencia Reuters todavía, viene la historia que titula este relato.
El presidente de EEUU Bill Clinton, con su esposa Hillary, toca Venezuela en su primera gira suramericana, que abarcaba además Argentina y Brasil. En la agencia Reuters, cualquier asunto sobre esa visita era importante. Se refuerzan los equipos de redacción con periodistas traídos de otros países, como es usual. Con Clinton viaja un fotógrafo que cubre Casa Blanca, como también es habitual. Así que no queda mucho qué hacer, salvo sí sucede una historia interesante que envuelva a Clinton o a su comitiva.
En medio de la preparación de la cobertura, recibo una llamada de Amanda Herrera Betancourth. Es la mamá de La Macarena, aquella bailaora venezolana que inspiró a los españoles Los del Rio para su canción Macarena. Nos conocíamos porque meses antes habíamos hecho un reportaje con su hija con motivo de la canción. Además de madre, Amanda era la representante artística de Diana Patricia.
Me llama para darme una exclusiva: La Macarena va a bailarle a Clinton en una recepción en La Casona el 13 de octubre de 1997. El pedido se lo había hecho Clinton a Caldera. Y ya estaba todo listo, incluso sabíamos que Diana Patricia Cubillán Herrera estrenaría vestido para la ocasión y que sería color azul cielo con tachones blancos.
Los datos los recogió la periodista de la mesa de Miami, Carmen Alicia Fernández, quien escribió la nota. Clinton aún no había llegado a Caracas. La nota fue publicada. Y nos trajo un problema con el jefe de la oficina Gilles Trequesser, porque no había forma de chequear la confiabilidad de la fuente y oficialmente el cante y el baile no aparecían en la agenda. Aguantamos el chaparrón y, por supuesto, el jefe me atribuyó la culpa pues a mí me habían llamado.
La recepción no estaba en agenda porque no era pública sino privada. Solo estaría el entorno de los presidentes Clinton y Caldera. Y no estaba tampoco en la lista de Photo Opportunities, a la que los de las agencias teníamos acceso. Ni siquiera estaría la prensa que viajaba con Clinton, solo los oficiales. En fin, sería una foto para el recuerdo.
A estas alturas, ¿dónde entra José Cohen en esta historia?
Cohen estaba de vacaciones en El Universal. El Universal por supuesto quería tener acceso a esa recepción, pero le habían indicado que no era posible. Pero Cohen, amigo del jefe de la Casa Militar de Caldera, había sido contratado para cubrir esa recepción y El Universal lo sabía. Y trataron de que Cohen influyera en el acceso, a lo cual se negó. Como también se negó a proporcionarle las fotos al periódico. Tenía la oportunidad de una exclusiva y haría con ella lo que le diera la gana.
Cuando me enteré de que él estaría allí, lo llamé para pedirle la foto de La Macarena con Clinton, para que Reuters la publicara. Me dijo: “Si La Macarena le baila a Clinton, cuenta con esa foto, Carlos; no tengo problema”.
Llegó la noche de la recepción. Diana Patricia le bailó a Clinton, José la fotografíó y al día siguiente, tempranito, me llama y me dice que pasaría por Reuters a revelar el rollo. Y así fue. Revelamos, escogí la foto, y mientras tanto me contó del lío con los jefes de El Universal, y yo le conté del regaño de mi jefe cuando publicamos la noticia anunciando el baile. “Bueno, Carlos, ahora sí te van a creer”.
Cuando se iba le pregunté: “¿Te pongo el crédito? No vayas a tener rollos en el periódico”.
Y me contestó: “Dale el crédito a José Cohen, que si me van a botar, pues que me boten”. Y El Universal lo despidió.
Luego entró a trabajar en France Press y nos seguimos encontrando. Mucho tiempo después, al final de la era Chávez, José en una agencia propia y yo en la alemana DPA, nos encontrábamos a cada rato en Miraflores, y entre plantón y plantón recordábamos historias como esta.
Descansa en paz, José Cohen.