ELIZABETH ARAUJO –
Para el psicólogo y periodista Máximo Peña resulta al menos extraño que, durante el periodo de confinamiento, los adultos podían ir a una terraza y reunirse con amigos o pasear a su perro, mientras los niños debían estar en casa y los parques permanecían cerrados. Además de atender su consulta en Madrid, Peña es también docente del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal y profesor de mindfulness en Yoga, en Madrid
Es satisfactorio que la psicología de la salud se interese más por el aspecto preventivo, ya que su tarea consiste en detectar, antes que alguna patología se asome, las situaciones de riesgos y establecer las primeras medidas de actuación. Es así como con la repentina expansión de la pandemia del coronavirus en Europa, no pocos psicólogos hayan centrado su atención en los sentimientos de frustración o de cómo los más pequeños de la casa reaccionan ante la falta de interacción o de sus relaciones con el entorno en general. Confinados en sus hogares, como el resto del país, resulta lógico pensar que sean las niñas y los niños el sector de la población más vulnerable, al enfrentarse a una realidad adversa, y que en ciertas edades escapan a su comprensión de prohibiciones, como la de asistir a la escuela o de reunirse con los vecinos de su misma edad y de su mismo piso, y para mayor turbación descubrir que hasta los parques permanecen cerrados.
Acerca de este tema, que al parecer ha pasado por debajo de la mesa de los análisis mediáticos, concentrada como ha estado la sociedad española en la emergencia nacional debido a los casos de contagios y los fallecimientos, el psicólogo y periodista Máximo Peña no ha dejado de subrayar las posibles consecuencias de la crisis de la covid en la población infantil. En su condición de profesional que atiende sin descanso a personas con problemas diversos que afectan su desempeño como adulto, su sala de consultas en Madrid ha servido también para enfocar su interés en niños y niñas afectados de algún modo por el estrés, déficit de atención, rendimiento escolar y dificultades para manejar sus emociones ante esta nueva realidad. Además de psicólogo, Máximo Peña es docente del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal y profesor de mindfulness en Yoga, en Madrid.
-Se dice que con la Covid el mundo parece entrar en transformación. ¿En qué modo los cambios de hábitos y de percepción de lo que será el futuro afectan a uno de los sectores más vulnerables de la población, como es la infancia?
-Los niños y las niñas han sido uno de los grupos más afectados por la pandemia de la Covid-19, no por el impacto en sí mismo de la enfermedad, sino por las restricciones impuestas a los más pequeños. En el caso de España, las escuelas fueron lo primero en cerrar y el curso escolar finalizó sin que abrieran. Cuando los adultos podían salir a pasear con su perro, los niños debían estar en casa. Mientras los mayores podían ir a una terraza a encontrarse con sus amistades, aún los parques infantiles permanecían cerrados. Nuestra sociedad está centrada en las necesidades y valores de los adultos, dejando a la infancia en un segundo plano, y la crisis por la Covid-19 lo ha puesto de manifiesto con toda crudeza. Por ejemplo, la educación online. ¿Alguien cree de verdad que niños y adolescentes pueden estudiar a distancia y que eso podemos llamarlo educación?
-Se ha alertado acerca de que el confinamiento podría tener un impacto negativo en los niños, por lo del estrés tóxico; pero también positivo porque ha servido para reforzar la cohesión familiar ¿Cuál es su opinión al respecto?
-Depende de cada familia. Habrá niños que durante el confinamiento hayan afianzado el vínculo con un padre normalmente ausente por motivos laborales, por ejemplo, y otros que han tenido que pasar más horas encerrados junto a un maltratador. Cada situación es diferente.
-Se insiste en que el confinamiento podría provocar también un importante efecto emocional en los niños. ¿Ha tenido usted la oportunidad de valorar estos cambios en pacientes infantiles?
-Las emociones de los niños y su funcionamiento psíquico en general está estrechamente relacionado con el entorno familiar. En una familia normativa, con ambos progenitores implicados en la crianza de los hijos, sin problemas económicos, el confinamiento no tiene por qué causar un impacto negativo en los niños. Se trata de una situación extraordinaria, pero no es una guerra, y los peques, si cuentan con el apoyo adecuado, tienen herramientas suficientes para sobrellevar la situación. Pero imaginemos una familia en la que ambos progenitores están en situación de desempleo y no cuentan con redes de apoyo. Pues, es normal que esta madre y este padre atraviesen por una situación emocional complicada y que esto impacte de forma negativa a los hijos.
-En cuanto a efectos negativos, ¿cómo podría afectar emocionalmente a los niños el confinamiento por largo tiempo?
-Todas las madres y los padres con hijos pequeños, que tenían entre sus metas educativas regular el tiempo que sus hijos pasan frente a las pantallas, han sido derrotados por la pandemia. El teletrabajo y la educación consciente de los hijos es incompatible. El confinamiento ha hecho que los niños aumenten de forma considerable el consumo de televisión, tabletas, videojuegos, etc, así como el sedentarismo. La evidencia científica señala que la actividad física es fundamental para la salud física y mental de niños y jóvenes. El juego físico o la práctica del deporte son fundamentales para un crecimiento sano de músculos y huesos, del sistema cardiovascular, de la conciencia corporal y del mantenimiento de un peso corporal sano. A nivel psicológico, las investigaciones encuentran relación entre actividad física y regulación emocional, así como del fomento de la interacción social, la autoexpresión, la autoconfianza y la integración.
-¿Cómo es ese proceso mediante el cual se desarrolla el estrés en los niños?
-El estrés es una respuesta fisiológica normal cuando el organismo se enfrenta a demandas ambientales exigentes, y solo es un problema cuando se experimenta de forma sostenida en el tiempo. En el caso de los niños y las niñas, en situaciones normales, el estrés está muy relacionado con los deberes escolares excesivos y con la presión que reciben tanto de sus profesores como de los padres.
-En ese caso, ¿cuáles serían las señales que los padres deben detectar a tiempo, ahora potenciados con el confinamiento?
-Es probable que los niños y las niñas estén más irritables y demandantes de atención. Es muy importante ponerse en su lugar. Los niños han visto drásticamente reducidas sus relaciones con otros niños y para ellos el juego con sus iguales es fundamental. Hay que escucharlos más, ofrecerles alternativas de ocio diferentes a las pantallas y jugar mucho con ellos. El confinamiento es una buena ocasión para que los niños se involucren en pequeñas tareas domésticas que pueden hacerse de forma divertida. Por ejemplo, enseñarlos a cocinar. La cocina es una actividad que le encanta a los niños y con la que pueden jugar y aprender a la vez, siempre, claro, con la supervisión y el apoyo constante de un adulto.
-Informar a los hijos que son menos propensos a contagio por coronavirus, ¿los tranquiliza o les genera estrés adicional al sentirse que pueden ser portadores del virus que afectaría a sus padres y abuelos?
-Dependiendo de la edad hay que explicarles con palabras sencillas lo que ocurre. Si hacen preguntas es porque están en capacidad de recibir las respuestas, siempre acordes con su estado evolutivo. Saber lo que pasa les tranquiliza, igual que a los adultos. Y solo se sentirán más estresados si el estrés forma parte del ambiente familiar.
-Usted ha tenido que afrontar casos de niños y niñas, hijos de inmigrantes, cuya situación legal y económica supone una carga emocional mayor. ¿Cuáles son los rasgos que más afecta a estos infantes, digamos el miedo, la discriminación, la falta de estímulos para pasar como niños socialmente aceptados?
-Los niños inmigrantes se adaptan sin mayores problemas al sistema educativo. El problema, en realidad, no es la inmigración sino la pobreza. Los hijos de inmigrantes presentan mayor riesgo de estar en situación de exclusión social. Por otra parte, los hijos de inmigrantes sin problemas económicos a veces padecen de falta de atención por parte de la madre y del padre, que a su vez están embarcados en las complejidades de su propio proceso migratorio.
-En el caso de España ¿se han hecho estudios acerca de la población infantil en condición de inmigrante?
-Por supuesto, existen muchos estudios, y la mayoría apunta a lo que comentaba antes: el problema no es la inmigración sino la pobreza, y es la pobreza lo que hay que combatir.
DEFINICONES
(textos extraídos del blog www.psicologiapaaratodos.org)
- Inmigración: ser y no ser la misma persona
Salí de Venezuela, por voluntad propia, a principios de 1999, quince días antes de que Hugo Chávez asumiera la presidencia. Partí rumbo a Londres, con el objetivo formal de estudiar inglés. Al año siguiente (2000), elegí quedarme a vivir en Madrid. Soy y no soy la misma persona. - Inmigración y cambio personal
De periodista a psicólogo: 18 años separan una tarjeta de otra. Ahora comprendo, por mi propia experiencia, que somos inexplicables sin el contexto que nos rodea (y moldea). Si ese contexto cambia, nosotros cambiamos con él. Irse del país de origen es salir de uno mismo. Pero no se trata de renunciar a lo que somos: se trata de hacerlo más complejo. Para mudar la piel no es necesario cambiar los huesos.