Los niños recluidos en el Hospital J.M. de los Ríos, en Caracas, no pueden cumplir con ningún protocolo de ninguna de las patologías que padecen. Katherine Martínez, quien se ha dedicado a tratar de salvarlos desde 2013, ha estado recientemente en Madrid y Barcelona contactando organizaciones y fundaciones
SEBASTIÁN DE LA NUEZ –

Los venezolanos que se encuentran en España pueden apoyar el trabajo que hacen Katherine Martínez y su red de personas preocupadas por los niños venezolanos.

Katherine Martínez, abogada, se dedica a la tarea en cuerpo y alma, cada día desde el amanecer. La tarea es salvar vidas dentro del corazón mismo de la emergencia humanitaria que sufre Venezuela.

Recientemente se llevó maletas repletas de medicinas rumbo a Caracas, partiendo del aeropuerto de Barajas. Por suerte, los guardias en Maiquetía no intentaron el chantaje acostumbrado. Este es el testimonio transcrito de Katherine. Para mayor información, ver el vídeo que acompaña a esta nota. Los que se sientan sensibilizadas ante este drama pueden contactar fácilmente a esta ONG.

La situación se agrava día por día: en el Hospital J.M. de los Ríos, los niños de nefrología, hematología, oncología y urología dependen totalmente de la buena voluntad de los médicos, que son quienes han dado la cara en las actuales circunstancias. Organizaciones como Prepara Familia, una red en crecimiento dentro y fuera del país, es otro elemento crucial. Es difícil con un Estado ajeno a estas sensibilidades. Las últimas cifras que se tienen hablan, al cierre de agosto de 2018, de servicios en el J.M. de los Ríos (San Bernardino, Caracas) donde han muerto semanalmente un promedio de cinco niños. Katherine y quienes trabajan con ellas, en su mayoría mujeres, calculan que en general, en el país, mueren por causa de desnutrición y por insuficiencias sanitarias de diferente género, en el periodo que corre 2017-2018, unos 23 mil niños, niñas y adolescentes.

No cabía esperar otra cosa: el Estado ha dejado de dar cifras sanitarias.

TESTIMONIO DE KATHERINE

Los analgésicos son fundamentales, sobre todo en algunas áreas. Los niños con cirugía plástica por ejemplo, que han sufrido quemaduras: necesitan urgentemente contar con morfina, con analgésicos de distinto tipo, dependiendo de su gravedad. El manejo de la morfina es algo muy especial, depende de la dirección del hospital, en ninguna otra área la hay sino allí. Se solicita a la dirección y ella hace llegar la morfina a cada servicio, en cada caso. Pues ha habido semanas en que no hemos tenido morfina. Es grave: los niños de cirugía plástica, pero también aquellos que padecen cáncer y tienen dolores… Para ellos es un padecimiento enorme. Hemos salido a otros hospitales para buscar la morfina. No solo nosotros; las mamás, los familiares, desesperadamente. Imagínate un niño quemado a quien le van a hacer un cambio de su venda o un injerto, y que deban hacerlo sin morfina. Los médicos tratan de colocarle lo que consiguen, ketoprofreno, por ejemplo.

Cada servicio es una historia. En oncología no sirve la mezcladora, que es un equipo al que llaman “La campana”, fundamental porque une los medicamentos. Es esencial. Resulta que esa campana no funciona desde enero. Un grupo de madres cerró la calle en protesta. Entonces fue que se logró que las enfermeras tomaran las muestras, que se fueran a El Llanito y lo hicieran allá. Todo se ha complicado. Hay unas doctoras batalladoras en ese servicio, las doctoras Pachano y Rivero: hacen milagros pero no pueden hacer mayor cosa ante un equipo esencial que falta. Se logró llegar a un acuerdo con el Hospital de Clínicas Caracas, que prestó esa mezcladora durante tres meses. Pero llegó un momento en que no podía seguir asumiendo al creciente grupo de niños. Tienen sus límites. Ya no contamos con eso.

No hay Rayos X. No hay tomógrafo. El laboratorio general solo hace hematologías sencillas. No hay reactivos, no hay analgésicos, los aparatos no funcionan. Lo que nos queda es seguir exigiendo que el Estado cumpla con las normas mínimas en materia de salud. Ese es un hospital de referencia nacional y está incumpliendo con todos los protocolos de la OMS. ¿Cómo funciona así? Bueno, porque hay mucha mística, gente entregada y madres que hacen lo imposible. Pero eso, de verdad, no lo aguanta nadie.

Las madres que vienen a Caracas con sus hijos enfermos ya no reciben la alimentación, como antes sí la recibían. Son madres que generalmente han dejado a sus otros hijos al cuidado de la abuela, y no tienen dónde quedarse en Caracas.

Hace dos días nos llegó una convocatoria de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Convocan a los representantes de Prepara Familia, y a las madres que forman parte de la denuncia que se interpuso a raíz de la mortandad que se produjo en 2017. Vamos a acudir, es importante estar allá en Colorado. Vamos a ir junto al representante de Cecodap, Carlos Trapani. Esas medidas son una exigencia para el Estado. Debe cumplirlas. De eso estamos agarrados todos, niños, madres, defensores. Lo que ha cumplido el Estado es apenas como el diez por ciento. Y eso porque la Organización Panamericana de la Salud había llegado ya a un arreglo y traído los inmunosupresores.

ANOTACIONES AL CIERRE

Katherine comenzó hace diez años a ir al Hospital J.M. de los Ríos. Ella y un grupo de amigas abogadas iban los viernes a orar junto a las madres; les llevaban cosas a los niños, cantaban, les celebraban los cumpleaños (en estos siempre ha colaborado Aquiles Báez y Guataca). Desde 2008 observó la situación crítica aunque no una carencia de medicinas como la hay ahora. Ya entonces le llamó la atención que las madres no tuvieran dónde dormir al quedarse junto a sus hijos, y lo hacían sobre papel periódico debajo de las cunas; inmediatamente se movieron para conseguir sofá-camas, y lo lograron.

En 2016 las cosas empeoraron. Las mujeres de Prepara Familia observaban el vía crucis de las madres de clínica en clínica, buscando una manera de que les hicieran los exámenes que ya no podían hacerse en el J.M. de los Ríos y sin tener el dinero suficiente para pagarlos. Hacia julio de ese año, la situación empeoró. Katherine y su gente se movilizaban. Dice Katherine: “En principio teníamos alianzas con algunas fundaciones que, sabíamos, pagaban esos exámenes o estaban dispuestas a hacerlo. Mandamos a las mamás para allá; pero llegó un momento en que la necesidad se desbordó. Las fundaciones no se daban abasto. Y creamos un fondo para exámenes.

En octubre abrieron por primera vez una cuenta en un banco, con su protocolo correspondiente. Necesitaban un contador y lo consiguieron. No fue suficiente. Abrieron entonces una plataforma de crowdfunding donde la gente, desde cualquier lugar del mundo (vía Pay Pal), puede depositarles dinero. Con eso cubrieron la demanda de exámenes que ya no se podían hacer en el hospital.

Hoy buscan pañales y toallas humectantes. Dice Katherine que la gente ni siquiera se imagina lo necesarios que son productos tan sencillos y cotidianos en un sitio donde falla tanto el agua.

Con eso también puede colaborar la gente: con pañales y toallitas.

Sebastián de la Nuez, periodista venezolano. Escribe desde Madrid, España.

 

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