VÍCTOR SUÁREZ –
¿Qué es lo que no gusta de Miguel Bonnefoy, el joven escritor franco-venezolano que más ha impactado a los círculos literarios franceses en los últimos veinte o treinta años?
La claque intelectual de Venezuela, fuera y dentro del país, no le menciona, no le critica o alaba sus novelas y cuentos. Simplemente le ignora. Su nombre no aparece en los papeles literarios, ni en las letralias ni en los prodavinci. Podría ganar el Nobel y ni se dan por enterados.
A sus 35 años de edad, Miguel Bonnefoy (París, 1986) solo ha sido masajeado por el sistema de medios públicos de la dictadura venezolana. Allí se le recuerda que, una vez graduado en La Sorbona, trabajó en Fundarte y fue profesor en la Alianza Francesa, y que luego volvió a Francia y ha realizado algunas visitas al país según le invite el régimen a jornadas literarias o a la presentación de su trabajo en ferias oficiales del libro. Monteávila le ha publicado casi todo.
¿Por el papel de su madre venezolana, María Antonieta Borjas? ¿Por el de su padre chileno Michel Bonnafoy? Ambos han trabajado codo a codo en instituciones del Estado. Una, hasta hace tres años en Fundamusical, la institución que maneja el Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles que fundó en tiempos de CAP el maestro José Antonio Abreu. Mientras el padre, también escritor, ha trabajado en los ministerios de Información y de Comunicaciones. María Antonieta, llamada Maranto por sus amigos, prestó servicios durante mucho tiempo en el cuerpo diplomático venezolano, con funciones de primera secretaria, encargada de Asuntos Políticos y agregada cultural en Francia.
Pero mire usted el caché de Miguel Bonnefoy. La semana pasada fue galardonado con el Premio de los Libreros franceses. El año pasado le supo a gloria. Su tercera novela, Heritage, entró en las listas de los tres principales premios a la narrativa francesa: el Grand Prix de la Academia Francesa, el Goncourt y el Fémina. Aunque no ganó ninguno, ello le situó en el ranking de los imprescindibles en las estanterías.
Y más atrás, en 2013, recibió el premio a los jóvenes escritores en lengua francesa por su noveleta Ícare; premio a la vocación literaria por su primera novela Le voyage d´Ocatavio: bastante apoyado por la crítica en 2017 por Sucre noir, que ha sido traducida a diez idiomas.
En ocasión del premio de los libreros, Bonnefoy no figuraba entre los favoritos, pero hizo una “remontada atronadora”, según el crítico literario de Le Figaro.
¿No gusta que a estas alturas su universo narrativo siga las líneas de Alejo Carpentier y García Márquez?
¿O no gusta que dada la situación de desastre y casi desaparición del país, Bonnefoy crea cosas así?
(Del trabajo en la rama cultural de la ciudad de Caracas) “Aún conservo muy buenos recuerdos, ya que fue un período donde la diversidad social y la difusión cultural condujeron el proceso de cambio bolivariano a expresiones humanas y generosas. La aventura fue genial. Los barriles de petróleo se vendían fácilmente y los fondos públicos eran abundantes. Esto ayudó a financiar una explosión artística cuyos beneficios se verán dentro de varias generaciones…” (Slow words, abril 2016)
Pero, madre solo hay una:
“Desde pequeño siempre las letras lo habitaron. Ahora lo habitan con orden, magia y en ese estilo barroco en preciosidad. Su aire para respirar es la literatura, su sed para calmarla es la literatura. Y llegará el momento que el mundo entero estará habitado y más que preñado por su arquitectura de letras. ¡Seguimos adelante, hijo! ¡Orgullo! (En Facebook, 5-6-2021)