VÍCTOR SUÁREZ-

En el micromundo de la izquierda venezolana, durante cinco años continuos, entre 1965 y 1970, fue acuñada esta sentencia: “Enfrentaremos al enemigo con todas las formas de lucha, armada y de masas, rural y urbana”.

La utilizaba, sobre todo, el PCV, para encubrir la derrota de la “guerra prolongada” y en preparación del regreso a la lucha legal y electoral mediante la llamada política de “Paz Democrática”.

Con la derrota de la insurgencia armada, la ultraizquierda se hizo aún más radicalmente retórica, en medio de la desbandada. Los “grandes” partidos (PCV y MIR) se dividieron, los comandantes se dividieron, algunos frentes guerrilleros persistieron, aparecieron nuevos aparatos políticos (Ruptura, PRV, Liga Socialista, Organización de Revolucionarios, etc.), los presos continuaban presos, los fugados seguían en la clandestinidad, los muertos permanecían tiesos. Fidel Castro aupaba la persistencia armada y Pompeyo Márquez le respondía con aquello de “la vigencia del PCV no está en discusión”.

El derrotado andaba como alma en pena, sin alcayata en la que colgar la hamaca. Sea intelectual sin enciclopedia a la mano, sea obrero radicalizado, estudiante iluso, campesino pobre, clase media desclasada o lumpen andrajoso, en algún momento se anidó en ellos la desesperanza. Las elecciones burguesas -decía el clisé- servían siempre para que el sistema se mantuviera intacto. Para algún corpúsculo social, mínimo y aislado, el acto de votar se convirtió en pecado.

La realidad circundante decía lo contrario. La inmensa mayoría del pueblo venezolano defendía su democracia con la somera enseña comicial.

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Cuando Rómulo Betancourt ganó (con 49,2% de los votos) las primeras elecciones democráticas en diciembre de 1958, solo un 6,58 % del padrón electoral se abstuvo.

Un año antes, el 15 de diciembre de 1957, el dictador Pérez Jiménez había convocado un plebiscito con el fin de prolongar su mandato un nuevo período constitucional (hasta 1963). Según los datos oficiales, el SÍ obtuvo 2.374.790 de votos (86,7% del padrón electoral). La oposición legal e ilegal llamó a la abstención, por considerar que ese plebiscito violaba la Constitución que el régimen había aprobado en 1953. La cifra de abstención fue ocultada.

El llamado a la abstención, por parte de la izquierda insurreccional en las elecciones de 1963, fue un inmenso fracaso. El porcentaje de participación electoral fue de 92,21 %. Raúl Leoni ganó la presidencia con 32.81 % de los votos.

Las elecciones de 1968 las ganó Rafael Caldera con 29,13 % de los votos. Sin embargo, la participación electoral fue de 96,72 %. La abstención fue de 3,28 %. Un tope jamás igualado.

En las elecciones de 1973, el bipartidismo recobró mejor vida. Ganó Carlos Andrés Pérez con 48,70 % de los votos válidos. Le siguió Lorenzo Fernández con 36,70 %. AD y Copei se embucharon 85,40 % de las tarjetas. La participación electoral fue de 96,52 %.

En los comicios de 1978, la participación fue de 87,55 %. Ganó Luis Herrera Campins con 46,64 % de los votos. Copei y AD acapararon 85,59 %.

En 1983, Jaime Lusinchi elevó a cotas insospechadas la factura del ganador: obtuvo 56,72 % de las boletas presidenciales. Le sacó 12,18 puntos al contendor Rafael Caldera. La participación electoral fue de 87,75 %, de los cuales 91,26% % fueron para AD y Copei.

En 1988, AD repitió su mayoría absoluta. CAP logró 52,89 % de los votos. Se postularon 24 candidatos, un récord. AD y Copei lograron 93,29 % de las papeletas. La participación electoral fue de 81,92 %.

Apareció Chávez y partió aguas.

Rafael Caldera ganó en 1993 con 30,46 % de los votos válidos, de los cuales 62,21 % fueron aportados por el MAS. Claudio Fermín, por AD, obtuvo 23,60 % de los votos. Oswaldo Álvarez Paz, por Copei, alcanzó 22,73 % de los votos. El bipartidismo había sido quebrado. Los candidatos de los dos partidos, hasta entonces dominantes, lograron 46,33 % de las tarjetas. Eso sí, la participación electoral bajó a 60,16 %, 30.4 puntos menos que 20 años atrás.

La abstención de 36.5% en 1998 continúa un ciclo de creciente ausentismo electoral en Venezuela. Hugo Chávez gana esas elecciones con 56.20 % de los votos, cinco décimas menos que los obtenidos por Lusinchi en 1983. Fue apoyado por una alianza de 9 partidos políticos.

En las elecciones de gobernadores, alcaldes, concejales y juntas parroquiales de 1999, la abstención fue de 54,4 %. Las elecciones para designar a los integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente, el 25 de julio de 1999, las ganó el Polo Patriótico, con 65,8 % de los votos, pero la abstención fue de 53,8 %.

El 15 de diciembre de 1999 se realizó el Referendo aprobatorio de la nueva Constitución, la cual fue aprobada por el 71,78 % de los votantes, pero resulta que en esa oportunidad solo sufragó 44,37 % de los ciudadanos con derecho a voto. La abstención fue de 55,63 %.

Hugo Chávez ganó las megaelecciones del 30 de julio del 2000 con 59,76 % de los votos válidos, pero la abstención fue de 43,69 %.

El 3 de diciembre de 2000 se realizó el Referendo Nacional Sindical para la renovación de la dirigencia obrera en todo el país. La opción oficialista (SÍ) obtuvo 62 % de los votos a favor. La abstención fue de 76,50 %.

Luego de los eventos de abril de 2002, del “Carmonazo”, de la derrota de la “vía rápida” para salir de Chávez, el régimen afinó su estrategia de dominación y demolición de las vertientes opositoras y de las instituciones públicas, al lado de la puesta en marcha de un desmesurado programa populista amparado en los altos precios del petróleo.

Para las elecciones parlamentarias de 2005 el llamado a la abstención fue la política de los opositores al régimen de Chávez. Gracias a ello, el oficialismo se posesionó de la Asamblea Nacional, con el 60 % de los votos válidos. La oposición cantó fraude. La abstención fue de 74,74 %.

En las presidenciales de 2006, Chávez obtuvo 62,84 % de los votos. El opositor Manuel Rosales llegó a 36,90 %. La participación electoral fue de 74,69 %. El CNE determinó que la abstención fue de 25%.

Las presidenciales de 2013 fueron las más cerradas de la historia electoral venezolana, solo superada por las 9 décimas con las que Rafael Caldera (Copei) le arrebató el triunfo a Gonzalo Barrios (AD) en 1968. Nicolás Maduro obtuvo la victoria con apenas 1,49 puntos de ventaja sobre la opción opositora. 50,61 % de los sufragios fueron para Maduro, y 49,12 % para Henrique Capriles. Participación de 79,65 %, abstención de 20,35 %.

En 2015, en las elecciones parlamentarias la participación fue de 74,25 %. La oposición venezolana obtuvo una gran victoria. La Mesa de la Unidad Democrática se hizo con 67,07 % de los votos.

En esas dos oportunidades, el llamado al voto, consciente y desafiante, demostró que si algo tenía valor era la voluntad popular.

Con una abstención oficialmente reconocida de 46,07 %, Nicolás Maduro se hizo presidente reelecto en 2018. Esa renuencia ciudadana a acudir a las urnas es la más alta en la historia de los comicios para elegir presidente en Venezuela. Algunos estudios indicaron que esa cifra fue maquillada, la empresa Smartmatic (propietaria del software electoral utilizado en Venezuela) cuestionó los resultados, más de 60 países rechazaron el veredicto del Consejo Nacional Electoral, la Asamblea Nacional (con mayoría opositora) desconoció los resultados. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) declaró a Maduro “usurpador”. Allí surgió Juan Guaidó como presidente interino.

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Teodoro Petkoff, un político que había llamado a la abstención en 1957 (el fraude estaba anunciado) y en 1963 (toda la izquierda estaba inhabilitada), más tarde se convirtió en ferviente defensor del derecho y del ejercicio del voto como contraposición a las políticas extremas para dirimir las disputas. Dos veces fue candidato presidencial. En 1973 su partido MAS se convirtió en la tercera fuerza parlamentaria. En 1993 el MAS llevó a Caldera a la presidencia de la república. Se opuso a Chávez desde las auroras de sus mandatos. En las elecciones parlamentarias de 2005, el periodista Omar Pineda le dice a Petkoff que no votará “ni que me paguen un millón”. El director del diario Tal Cual le respondió: “¿Quieres que te diga una cosa? Eso es exactamente lo que Chávez quiere. Vas a ver cómo por culpa de ese abstencionismo, el PSUV va a meter diputados en todas partes; muchos de ellos estarán sorprendidos de haber llegado a la Asamblea con 2 mil votos”.

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La política concreta de la Venezuela de la segunda mitad del siglo XX, demuestra que la participación política garantizó estabilidad a la democracia durante 30 años seguidos (1958-1988). Asimismo, el ausentismo electoral ha sido componente propiciatorio de la destrucción total del sistema democrático nacional (1998-2018). La abstención, la autodenegación de la voluntad de lucha, le ha otorgado al chavismo-madurismo la mejor catapulta para su perpetuación en el poder. Este régimen ha dominado al país durante 25 años, entre otras cosas, porque los niveles de participación política se han desplomado. Desde 1998 hasta ahora, siempre han sido minoría, aunque hayan ganado decenas de elecciones.

La abstención les ha ayudado.

(Fuentes: Consejo Nacional Electoral)

Víctor Suárez, periodista venezolano residente en Madrid (España).

 

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